Estamos ya en el segundo milenio, a más de ciento
cincuenta años de la gesta de aquellos adolescentes. ¿Cuál es la lección que
podemos obtener de su sacrificio?
A los Héroes de
1847. El patriotismo movió, a unos a
entregar sus vidas, y a los sobrevivientes de esa guerra, la frescura de su
juventud y la formación católica que habían recibido de sus familias.
Las consecuencias de
esa desastrosa guerra fueron resultado, de la ineptitud y traición de sus
gobernantes; de la ausencia de verdadero patriotismo, de la tibieza del pueblo,
así como de la mayoría de la jerarquía católica, en los 50 años anteriores al
desastre. En conjunto, los componentes de la República de los Estados Unidos
Mexicanos sufrieron el brazo de la Justicia
de Dios, como
el pueblo de Israel en la antigüedad, a causa de sus desvíos, había sido
esclavizado, masacrado y dispersado tantas veces en su historia.
También México, había
perdido con ese enfrentamiento, la parte más rica y extensa de su territorio,
la totalidad de su magro armamento, el honor, y el respeto a los ojos del mundo. Atado de manos y pies, humillado,
insultado y despreciado por sus agresores y victimarios. El pueblo mexicano
quedó desmoralizado y escéptico de sí mismo. Sin jefes naturales que lo
elevaran a estadios mejores, porque en su gobierno habían quedado los
traidores, esos mismos que habían entregado todo un país, al Anticristo, en
beneficio de sus intereses personales y de partido. El heroísmo, con que se defendieron
los pocos que tuvieron la oportunidad de hacerlo, no aprovechó a la mayoría, solamente se quedó en el nivel individual. Nadie, hasta hoy, ha reconocido el grado de culpabilidad de la
entera sociedad mexicana de entonces por su desorganización, imprevisión,
dejadez y egoísmo.
Para reflexionar sobre
el estado de postración en que quedó México en aquella época, y aprender la
lección. Debemos ver lo que pasa hoy en día con nuestra nación, demos verla con
la inteligencia, haciendo una crítica justa y constructiva, sin vanos
sentimentalismos.
Hemos de comenzar por
la realidad de nuestras familias, nuestros vecindarios, nuestros trabajos;
observar la clase de gente que habita en sus poblaciones y en sus campos. Meditar
sobre la ineducación y la incultura que padece, lo que podemos observar diariamente. También
consultar las publicaciones y las estadísticas más confiables.
Preguntarnos: ¿Qué
queremos de esta nación?; puesto que formamos parte de ella, ¿Queremos
entregarla a Cristo o seguir al
Anticristo? Ya que estamos en el momento de las definiciones. Hay que ver dónde
está el Mal y quienes lo representan, esa debe ser nuestra primera pregunta y
nuestra primera respuesta.
Podemos hacer largas
listas y sesudas respuestas: planes educacionales, económicos, industriales,
militares o sicológicos; sin embargo,
quienes seguimos la Tradición Católica
de la Iglesia tenemos a mano, la respuesta más efectiva en la Palabra de
Jesucristo Nuestro Señor, cuando hablando de la solicitud por lo temporal dice
a sus discípulos: “Buscad primero el Reino de Dios y Su Justicia, y todas estas cosas se
os darán por añadidura”, San
Mateo cap. 6- 33.
Si nuestras personas y
nuestras familias las adecuamos y encarrilamos con Fe ardorosa a la Santa Doctrina de Cristo, entonces
comenzaremos a hacer bien las cosas. Con la ayuda de Dios. Nuestras actividades
serán cada día más justas y perfectas.
Por medio de la
investigación y el estudio de la Religión y de la Historia llegaremos a
identificar a nuestros enemigos.
Cosa que nuestros antepasados del siglo XVIII no hicieron por falta de estudio
profundo en estas materias. Aún los Sumos Pontífices que estaban enterados de
todo, solamente emitieron dos encíclicas contra la Masonería en ese siglo:
Clemente XII, In Eminenti, 1738, y Benedicto XIV, Pro Vidas, 1751. Los demás responsables
de la instrucción religiosa se ocuparon prioritariamente de los negocios
temporales descuidando sus deberes de estado. La ignorancia o la indiferencia
los dejaron inermes, debilitados, ayunos de valentía y sabiduría para advertir
a la sociedad católica de su tiempo, del engrandecimiento de sus enemigos naturales: los judíos, los herejes protestantes y los masones liberales ateos.
Todos estos juntos, lograron organizar
una doctrina anticatólica de corte puritano en las colonias inglesas de América
del Norte. Aconsejados y dirigidos individuos, que con astuta
inteligencia, elaboraron planes para dar asiento territorial a la Sede del Anticristo. La derrotada
República Puritana de Olivero Cromwell del siglo XVII en Inglaterra, sería reconstruida
en el Nuevo Continente. Para lo cual había que enrolar a los colonos
descendientes de los puritanos perseguidos, por los monárquicos ingleses, e
independizarlos de Inglaterra.
La creación de la República de la Libertad, enarbolando
la doctrina de los “Derechos del Hombre”, contrapuesta al Reino de Dios, era el
mismo desafío de Luzbel en su rebelión primigenia.
Los rebeldes
angloamericanos protestantes y masónicos
fueron ayudados, en su guerra contra Inglaterra, por la Monarquía católica de España y la de Francia,
que no recapacitaron en un hecho
importantísimo: que cuando ayudaron a George Washington y sus
revolucionarios a independizarse de Inglaterra; estaban contribuyendo con
ellos, a levantar el asiento del Anticristo.
La ignorancia de los monarcas y la mala fe de sus ministros masones,
se conjuntó con la firma del Tratado de Versalles de 1783, tratado de paz y
cooperación entre dos potencias católicas: España
y Francia con la potencia protestante Inglesa, y con el estulto
reconocimiento de la República Democrática y Federativa de los Estados Unidos
de Norteamérica, asiento de todos los
valores antimonárquicos, de todos los credos religiosos anticatólicos y del
lema tomado por los revolucionarios franceses en 1789: Libertad, Igualdad y Fraternidad
para todos los hombres sin jerarquía.
La política de la Nueva República, madre de las República francesa y
de todas las repúblicas hispanoamericanas, comenzó por intrigar en Francia
contra el monarca, preparando la Revolución, desde la Embajada americana en
París por Thomas Jefferson.
Política seguida, con el Plan de expansión territorial a costa de los
dominios americanos de las tres potencias europeas. Entre estos territorios,
codiciados por los republicanos masones angloamericanos, estaban los
pertenecientes al Reino de la Nueva España, nación en formación y antítesis de
la Republica angloamericana.
Es curioso que un masón de alto rango y embajador
del rey Carlos III de España en París; el Conde de Aranda, haya escrito una
carta al Rey, advirtiendo del peligro
que corría la Nueva España por la firma del Tratado de Versalles.
Lo cierto es que ya en la última década del siglo XVIII, los espías
yanquis comenzaron a penetrar los territorios norteños del Imperio Español con
miras de ganar simpatizantes para la causa republicana, mientras los
descuidados novohispanos los acogían con interés no exento de ingenua
admiración. Para 1808 había en la ciudad de México varias logias masónicas
clandestinas donde se habían iniciado los precursores de la Independencia como
Hidalgo, Allende, Domínguez y otros.
Todos los cabecillas del movimiento revolucionario independentista se
habían asesorado de individuos al servicio de los gobiernos norteamericanos
quienes prometían ayudar a los ignaros novohispanos encandilados por las
promesas de los masones protestantes. Con esa actitud, consciente o inconscientemente,
traicionaron a su Religión Católica, a su Cultura hispana y a su pueblo, colocando las bases de la futura destrucción
del México del siglo XIX. La Historia oficial mexicana nos presenta como "héroes" del pueblo mexicano, precisamente a esos traidores e
inconscientes. POR LO TANTO, LA GESTA DE LOS CADETES DEL COLEGIO MILITAR DE 1847, REPRESENTA A LOS MEXICANOS QUE PELEARON EN FORMA DE GUERRILLAS DESORGANIZADS PERO SIEMPRE POR LOS INTERESES DE SU PATRIA, SIN COMPROMISOS DE PARTIDOS POLÍTICOS.
Son los Estados Unidos, en este siglo XXI, la nación más poderosa del mundo, que ha
impuesto a base de guerras genocidas alrededor del mundo, su sistema humanista
de materialismo, suficiencia y libetinaje anticristianos.
México vive a su costado
por desgracia y, solamente con la Fe ardorosa en Jesucristo y Su doctrina
podremos sobrevivir con dignidad.
LUIS OZDEN
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