Cuando Cristóbal Colón comenzó el atrevido viaje ultramarino, con sus tres
pequeñas naves rumbo a lo desconocido,
Europa estaba en medio de la desintegración de sus valores cristiano
–medievales. En cambio, España acababa de integrar su territorio y su cultura
con la religión católica.
Por gracia de Dios, y con la enérgica determinación
del matrimonio real formado por Isabel de Castilla y Fernando de Aragón,
después de vencer al último reducto del Islam en su territorio, y unido su
Reino con la expulsión de los numerosos judíos enquistados por más de mil años
entre los cristianos; esta doble monarquía, había sido la única que había
escuchado con atención al visionario genovés Cristóbal Colón. Mientras las
otras monarquías europeas: la de Portugal, la de Francia y la inglesa habían
desechado, por impracticable, el proyecto de Colón de llegar a la India
viajando hacia el occidente.
La Providencia divina se había revelado aún, en el
propio nombre del gran marino que se
empeñaba en llegar a la India navegando hacia el mar tenebroso del oeste.
Cristóbal Colón significa: “La paloma que conduce a Cristo”.
No podemos negar la evidencia de que aquí nos
encontramos con el magno ejemplo de lo que es la “Historia Providencial”, pues los acontecimientos se fueron encadenando
perfectamente para que dieran por resultado el ansiado viaje de Colón.
El matrimonio secreto de Isabel con Fernando, la
coronación de Isabel como reina de
Castilla el 13 de diciembre de 1474, la
lucha contra Portugal para afirmarse en el trono por la derrota del rey
portugués, principales hechos, que se encadenaban a la toma de Granada el 2 de
enero de 1492. Toda Europa celebró con alegría ese feliz acontecimiento por
considerar que compensaba la pérdida de la Constantinopla cristiana a manos de
los turcos. Luego siguió la expulsión de los judíos porque habían atentado
contra la Cristiandad ayudando ocultamente a los moros, y conspiraban
secretamente contra el orden cristiano en Castilla y Aragón para devolver al
Islam su reino perdido.
El 31 de marzo de ese año de 1492, Isabel y Fernando
firmaron un documento que comenzaba así:
“Sabéis o debéis saber,
que desde que tuvimos noticia de que había en nuestros reinos algunos malos
cristianos que judaizaban, o apostataban de nuestra Santa Fe católica, a causa
de la gran comunicación que había entre judíos y cristianos (nuevos), ordenamos
a los dichos judíos, en Cortes que celebramos en la ciudad de Toledo en el
pasado año de 1480, vivir aislados en todas las ciudades y villas de nuestros
reinos…….Sin embargo, persiste y es notorio el daño que se sigue a los
cristianos de las conversaciones y comunicaciones que siguen con los judíos,
los cuales han demostrado que tratan siempre, por todos los medios de pervertir
y apartar a los cristianos fieles, de nuestra Fe católica….. Hemos decidido a
los hombres y mujeres judíos a abandonar nuestros reinos y no volver jamás so
pena de…….. a más tardar el 1 de julio……”
La reina Isabel
de Castilla veía como algo providencial que los tres acontecimientos más
importantes de su reinado contribuyeran a la gloria de España:
La conquista con que se
daba fin al temor del dominio musulmán.
La liberación de la
nueva nación, de todo peligro de explotación judía por parte de los enemigos
internos de la Fe.
La oportunidad de
cruzar los océanos, llevando el Evangelio de Cristo a millones de almas que no
lo conocían.
Los Reyes Católicos escribieron una curiosa carta al
Gran Khan de la India redactada en latín en 30 de abril de 1492, para que Colón
se la entregara si lo encontraba:
“Don Fernando y Doña
Isabel, por la gracia de Dios Rey y Reina de Castilla, de León, de Toledo, de
Galicia, de Aragón, de Valencia, etc., etc. “
Al Rey:
“Hemos sabido que
Vuestra Alteza y vuestros súbditos
guardan gran amor hacia nosotros y hacia España. Sabemos además que Vos y
vuestros súbditos desean mucho, tener noticias de España. Por ello os enviamos
a nuestro Almirante, Cristóbal Colón, que os informará que Nos hallamos en
buena salud y perfecta prosperidad.”
Yo el Rey, Yo la Reina.
Granada, 30 de abril de
1492.
Por su parte, el historiador inglés William Th. Walsh
escribe en su famoso libro “Isabel de España”
“Cristóbal Colón no
salió de España buscando rutas nuevas para el comercio, sino como un misionero
explorador. Y así sus últimos actos reflejaron el noble fin de su empresa. La
tarde del 2 de agosto de 1492 él y sus hombres se confesaron, al día siguiente
a las seis de la mañana recibieron la Santa Comunión de parte del Padre Juan
Pérez en la pequeña iglesia de la Rábida. Éste bendijo las naves y en los
mástiles se amarraron los estandartes de los Reyes Católicos y de la Santa Cruz, y a las ocho en punto zarpó
en nombre de la Santísima Trinidad”.
El costo de la empresa sumaba 1,167, 542 maravedíes;
los Reyes Católicos aportaron un millón, Colón y los hermanos Pinzón el resto.
Un maravedí equivaldría a 2 centavos de dólar de 1929, según el historiador M. McCarthy en su obra:
“Colón y sus predecesores”.
Tras dos meses de
vientos favorables las tres carabelas: la Pinta, la Niña y la Santa María,
avistaron, el 12 de octubre de 1492, el Nuevo Mundo, con esto, se había
cumplido la profecía del escritor hispano latino Marco Séneca escrita mil
quinientos años antes. “Llegará un día en
que el océano romperá sus cadenas, y aparecerá al oeste un nuevo continente, y
Thule no será la última de las tierras”
Cristóbal Colón regresó a España el 14 de marzo de
1493. Para encontrar a los reyes que estaban en Barcelona, hizo el recorrido
desde Palos, en medio del júbilo de los habitantes; tras un mes de marcha
triunfal con los indios semidesnudos caminando adelante del convoy, el
Almirante llegó montado en un caballo blanco atrás del grupo de marinos que
regresaba de tierras ignotas.
Con la posesión del inesperado como enorme hallazgo de
la América; comenzó la formación del Imperio Español de 300 años de duración,
naciendo con ello, la Hispanidad.
El Descubrimiento y Conquista de las nuevas tierras
significó un gran trabajo y sacrificio para España, que conservaba aún, el
espíritu de cruzada por la Fe, ya débil o perdido en el resto de Europa. Los
Reyes Católicos convocaron a los más aptos de sus súbditos para elaborar el
estupendo compendio llamado Leyes de
Indias, para evangelizar y civilizar, de acuerdo a la Doctrina de Cristo, a las multitudes de
paganos conquistados o pacificados por los exploradores y los eclesiásticos,
durante los trescientos años del Imperio Español en América.
Hemos dicho sacrificio anteriormente, porque España se
despobló de sus mejores hijos para evangelizar, poblar y dominar, tanto a los
hombres, como a la naturaleza de las tierras descubiertas. En trescientos años
se formaron nuevos pueblos, villas y
ciudades e inéditas razas, como ninguna otra nación hubiese podido construir.
El Imperio Español se convirtió en la Cristiandad
americana, es decir: la Hispanidad
Lamentablemente, las ideas liberales de la Ilustración
del siglo XVIII diluyeron la Fe y el carácter religioso con el cual se había
edificado el Imperio. Sus enemigos: Inglaterra, Holanda, la Francia napoleónica
y la República norteamericana; se dieron cuenta de esa debilidad, y con odio
reconcentrado a todo lo católico y español difundieron entre los habitantes
hispanoamericanos la antigua y corrosiva “Leyenda
Negra lascasiana” inventada por los protestantes. Los intelectuales
hispanoamericanos del siglo XVIII con
desordenada admiración por los sistemas políticos y sociales angloamericanos
protestantes, dividieron el pensamiento de los habitantes del Imperio desatando
por medio de la masonería, las revoluciones de independencia de principios del
siglo XIX destruyendo irremediablemente, lo que antes había estado unido.
España perdió su Imperio pero, gracias a Dios, la unidad cultural de los
hispanoamericanos de todas las razas y sus mezclas, continúa hasta hoy. Por lo
tanto son 20 las naciones que hoy en día participan, junto a España, de la
misma cultura, y dan forma y fuerza a la
Hispanidad.
Luis G. Pérez de León Rivero.
12 de octubre de 2012.
OBRAS CONSULTADAS:
“Viajes de
Colón”, Martín Fernández de Navarrete,
Ed. Porrúa, 1987.
“Cristóbal
Colón”, Salvador de Madariaga, Ed. Sudamericana, 1973.
“Isabel de
España”, Willian T. Walsh, Ed. Palabra, Madrid
EDITÓ: Luis
Ozden
luisozden@yahoo.com
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