viernes, 22 de marzo de 2013



EL VIRREINATO DE  NUEVA ESPAÑA
SIGLOS XVI, XVII Y XVIII



A MANERA DE PRÓLOGO Y ADVERTENCIA
Para entender la historia de nuestro país, México, y adquirir la Conciencia Histórica necesaria e indispensable en esta época de principios del tercer milenio, signada por la confusión  inducida, por mentes ajenas, en el pueblo mexicano con respecto a su origen, sus valores morales y su futuro como nación respetable, hemos de situarnos en el momento de su nacimiento: la Conquista de Hernán Cortés.
Es común encontrarnos con intelectuales que han leído a los cronistas antiguos y modernos de la Conquista del siglo XVI, que repiten sin embozo los errores de la historia oficial y de los historiadores a sueldo del Sistema.
La mayor parte de los historiadores extranjeros y sus corifeos nacionales, continúan dando alas a la LEYENDA NEGRA antiespañola que apareció en las provincias italianas del siglo XVI y continuó en los países que adoptaron el protestantismo luterano, anglicano y calvinista en ese mismo siglo. Ellos quitaban la intención evangelizadora en la Conquista del Nuevo Mundo y “aparecía el caso de un pueblo poderoso que se enfrenta a pueblos débiles, los vence, los explota lo más posible, y de este modo acrecienta su patrimonio”, es esta concepción, el aspecto religioso pasa a ser anecdótico o también, resultado del “atraso secular” de España. El pragmatismo económico de los pueblos nórdicos protestantes coloca en primer término de toda actividad humana a la ganancia monetaria sobre el ideal religioso.  No podían entender el espíritu todavía medieval de la Cristiandad española. A ellos se sumaron los escritos fantasiosos de Bartolomé de las Casas, un caso especial de distorsión de la Historia.
Por tanto, siguiendo la Verdad Histórica, nuestra conciencia nos obliga a adecuar nuestro ser contemporáneo al momento de la Conquista militar y espiritual de Nuevo Mundo; a las ideas y acciones que se tomaron desde las últimas décadas del siglo  XV y las primeras del XVI. Ser consciente de nuestra historia, es tratar de entender aquella gesta única, despojarnos de nuestros prejuicios más comunes hoy en día como son: el subjetivismo protestante, el romanticismo decimonónico, el pernicioso indigenismo, el materialismo dialéctico y el pragmatismo económico que ensombrecen la mente de casi todos los pensadores contemporáneos, principalmente, los que se refieren a la historia de la Conquista española.
Nuestra conciencia histórica nos revela, también, que a pesar del paso de los cinco siglos que nos separan de los actores de aquella epopeya, nos une con ellos, el hilo conductor de la misma religión y de la misma cultura.
Es por esto, que no nos es difícil encofrarnos en personajes como Hernán Cortés y sus capitanes; en Fray Toribio de Benavente Motolinía y los evangelizadores, en Bernal Díaz del castillo y los numerosos cronistas que dejaron sus memorias de aquel acontecimiento.
Como resultado de la Conquista y los tres siglos del Virreinato, los nativos americanos fueron arrancados de su oprobioso paganismo carente de toda caridad para con sus semejantes, de su aislamiento milenario y fueron puestos en la corriente de la civilización cristiana, a diferencia de lo que hicieron los colonizadores protestantes, quienes en las regiones donde se asentaron, eliminaron sin más a las poblaciones nativas.
Está claro que entre los conquistadores hubo actos heroicos, edificantes, caritativos y sombríos, características éstas, inherentes al ser humano. Que el choque que se produjo causó muchos perjuicios a los pueblos conquistados, de acuerdo, pero también España se despobló de sus mejores hijos, de los más valientes, de los más emprendedores, de los que se atrevieron a cruzar el océano tormentoso sin miedo a la muerte.
Con la Conquista española del siglo XVI comenzaron a nacer sociedades construidas sobre tierras y pueblos dispares; se ensanchó el mundo occidental poniendo los fundamentos de nuevas naciones afines a la gran cultura mediterránea greco-latina. Durante trescientos años, el Imperio español católico englobó a individuos de todas las razas humanas bajo una misma religión, un mismo idioma y una misma manera de ver la vida.
También, hay que recalcar que por trescientos años que duró el Imperio español en América, no se necesitaron ejércitos militares porque no hubo guerras. ¡Caso único en el mundo! Solamente las milicias situadas en diversos puntos del inmenso territorio mantuvieron el orden y los castillos fuertes de los principales puertos defendieron a la población de los ataques de los piratas ingleses, holandeses y franceses.
La gran mayoría de los españoles que participaron en la Conquista y poblamientos del siglo XVI se quedaron para siempre en los territorios americanos y mezclaron su sangre con los nativos formando razas nuevas. De los cientos de miles que se asentaron en el Continente, a lo largo de trescientos años, los hispanoamericanos contemporáneos somos sus descendientes.
Hay por tanto, una continuidad cultural y también genética entre los hispanoamericanos actuales y los habitantes de la España actual. La misma religión, iguales nombres y apellidos, el mismo idioma castellano, costumbres y afinidad mental, salidos todos de la cultura latina original.
En cambio, esa continuidad no la tenemos con los pueblos nativos anteriores a la Conquista, aunque en cierta medida la haya en lo genético. Para el mexicano e hispanoamericano actuales, las culturas prehispánicas son tan ajenas como para cualquier otro individuo contemporáneo.
La historia de esas culturas prehispánicas no es nuestra historia; la nuestra comienza en el siglo XVI. México no existía antes de la conquista de Hernán Cortés. Comienza a formarse en 1521 con la caída del poder culúa y la prisión de su último monarca Cuauhtémoc. 

ANTECEDENTES DEL IMPERIO Y DE  LA HISPANIDAD
EL IMPERIO ESPAÑOL

Muchos años antes de Carlos I de España y V de Alemania, durante la época visigótica en la Península Ibérica hubo uno de sus reyes que habiendo conquistado casi todo el territorio peninsular  le llamaron “emperador”; siglos más tarde, en 1256-57 al rey Alfonso X el Sabio, la ciudad de Pisa le ofreció el Sacro Imperio Germánico y al año siguiente fue elegido Emperador, pero sin llegar nunca a poseerlo.
La idea del Imperio surgió una vez más con la unión de los Reinos de Castilla y Aragón en las personas de los Reyes Católicos, Isabel y Fernando, tanto fue así que el gramático don Antonio de Nebrija al entregarle a la reina doña Isabel  su nueva  gramática castellana y el diccionario latino-castellano llegó a decirle: “Alteza, la Lengua es compañera del Imperio”
Con la expulsión de los judíos, la derrota de los musulmanes del Reino de Granada  y el Descubrimiento del continente americano por Cristóbal Colón, el imperio se concretaba, solamente faltaba la persona que fuese su cabeza.
En 1519 recayó la elección en Carlos de Habsburgo, nieto del emperador  Maximiliano  I de Alemania y María de Borgoña por parte paterna, y del rey Fernando de Aragón y de la reina Isabel de Castilla por parte materna.
Carlos V de Alemania fue emperador de todas las posesiones que le heredaron sus abuelos pero, siendo Rey Carlos I de España y habiendo abdicado el título de emperador en su hermano don Fernando, sus sucesores los reyes españoles nunca se nombraron emperadores de España; sin embargo, el conjunto de tierras y países gobernados por los reyes de España fueron designados como Imperio Español, y sus posesiones reinos y provincias de ultramar. El apogeo del Imperio Español estuvo entre los años de 1580 y 1640, por la inclusión en la persona del Rey don Felipe II, del llamado Imperio Portugués.
“La idea tradicional de Imperio exige que sus miembros constituyan una sola familia, unidos por el culto a un mismo Dios, la misma cultura, la misma economía”,  escribió don Alfredo Sáenz. Esa fue la idea de los Reyes Católicos al recibir del Papa Alejandro VI la misión de evangelizar a los naturales de las tierras recién descubiertas y de tratarlos como súbditos, en contestación a sus dudas morales sobre los derechos de soberanía, que  los monarcas españoles tendrían a partir del Descubrimiento.

Doña Isabel dejó consignado en su Testamento que: “Nuestra principal intención fue, de procurar inducir los vecinos y moradores de dichas islas  a nuestra santa fe Católica y enviar a dichas islas y tierras firmes, prelados y religiosos y otras personas  temerosas de Dios para los instruir, los adoctrinar y enseñar buenas costumbres….”  Y suplica a sus sucesores que ése sea el principal fin de la Conquista y población de las nuevas tierras.
La idea imperial estaba clara; era la compenetración de los dos poderes que durante la Edad Media habían gobernado a los pueblos de Europa dando por resultado la construcción de la Cristiandad. En el caso de la naciente España Imperial era la Cristiandad pero con sello español
La Cristiandad europea, entibiada por el Humanismo y el Renacimiento en los países europeos del siglo XV, se robustecía en los Reinos de Castilla, Aragón y Navarra libres ya del judío y del moro; verdaderos tumores extraños a la Fe y sentir de los españoles. Nacía un desconocido patriotismo imperial formado por: una sola familia poblacional, un mismo culto a Dios, igual cultura e iguales intereses económicos. A ese, antes desconocido patriotismo, hemos de llamarle HISPANIDAD.

LA HISPANIDAD
La Hispanidad va a aglutinar en un mismo ideal a los pueblos del Reino de Castilla y del Reino de Aragón tanto de la península como del Mediterráneo.  Ya se puede hablar de “las Españas” o más concretamente de una sola España.
Don Carlos I de España y V Emperador de Alemania en 1519, con su elección, va a abolir las Coronas de Castilla y Aragón para llamar a ambos simplemente España. Sus sucesores los reyes de la Casa de Austria; Felipe II, Felipe III, Felipe IV y Carlos II respetaron los fueros aragoneses hasta su derogación en 1707 por Felipe V primer rey de la Casa de Borbón.
Esta aclaración dinástica nos lleva entender el momento y la finalidad principal del país que se empeñó en la Conquista y Poblamiento de los territorios descubiertos a partir de 1492.
La monarquía, recién nombrada española, va a tener como principal motivo de las exploraciones y conquista de los territorios en el continente americano, la EVANGELIZACIÓN  de los naturales y la FUNDACIÓN  de pueblos y villas, a ellas, quedaron supeditadas todas las demás actividades humanas. Con este pensamiento aparecieron, providencialmente en 1519, Hernán Cortés y sus seguidores para conquistar y fundar un nuevo país: la Nueva España.


HERNÁN CORTÉS ES CONFUNDIDO CON QUETZALCÓATL

Según la fuente más antigua que se ha encontrado, “Anales históricos de la nación mexicana”  escrita  en náhuatl en 1528  por autores anónimos de Tlatelolco,  relata en su parte final los acontecimientos que se fueron sucediendo a partir del año 13-conejo (1518) la llegada de Cortés y sus capitanes: “entonces fueron vistos los españoles encima del agua”
Año 1-caña (1519), “Los españoles salieron por el rumbo de Tecpan Tlayácac,  luego apareció su Capitán, cuando ya estaban en Tecpan Tlayácac fue a darle la bienvenida el Cuetlaxteca, fue a entregarle dos soles de metal precioso, uno de metal amarillo, y otro blanco. También un espejo para colgarlo sobre su espalda, una gran bandeja de oro, un jarro de oro, abanicos, adornos de plumas de quetzal y escudos de concha de nácar”
“Delante del agua (en la playa) se hicieron sacrificios. Por esto mucho se irritó porque le daban sangre en un vaso del águila. Por esto hirió al que le daba la sangre; le dio golpes con su espada. En seguida se desbandaron en desorden los que habían ido a darle la bienvenida. Todo esto, habían llevado al Capitán por órdenes de Motecuhzoma. Había ido a cumplir este oficio el Cuetlaxteca”
En el libro XII de la Obra de Fray Bernardino de Sahagún basado en esas crónicas tlatelolcas cita varios relatos al respecto:
“Era como si pensara que el recién llegado era nuestro príncipe Quetzalcóatl…. Vendrá, tal vez, él para saber de su trono y su solio…. Moctecuhzoma envió cinco que lo fueran a encontrar, que le fueran a ofrecer sus dones, los guiaba un sacerdote. Dicen que otra vez ha salido a tierra el Señor nuestro. Id a su encuentro….. poned buena oreja a lo que él os diga. He aquí con lo que habéis de llegar al Señor nuestro, este es el  tesoro de Quetzalcóatl. Una máscara de serpiente, de hechura de turquesas. Un travesaño para el pecho hecho de plumas de quetzal. Un collar con un disco de oro en medio. Un escudo con travesaños de oro y concha de nácar”
“También la manta con que se cubre el dios con ribetes rojos, asimismo el cayado de Ehécatl, curvo por arriba con piedras preciosas blancas….”
“A los cinco enviados dio órdenes. Haced acatamientos al Señor nuestro el dios, decidle que os envía el que ocupa su lugar, Motecuhzoma: He aquí lo que te da en ofrenda al llegar a tu casa….”
Al decir de los informantes, el propio don Hernando dejó que los indios le pusieran todo aquello que lo convertía de hecho en una representación viviente de Quetzalcóatl, y a través de sus traductores Jerónimo de Aguilar y Malintzin pudo enterarse de la leyenda del dios que se había ido por el oriente y prometido regresar algún día. A Cortés con sus acompañantes los sahumaban con resinas quemadas, los creían dioses y a los hombres negros que  traían, les llamaron “dioses sucios” y trataban de limpiarlos.
Los enviados de la siguiente embajada de Moctezuma trataron de practicar en honor de Cortés el rito de los sacrificios humanos para que bebiera de la sangre recién obtenida de alguna víctima.
El texto de Tlatelolco describe con detalle la reacción de Cortés y sus compañeros: “Cuando los españoles vieron esto sintieron mucho asco, escupieron, se restregaron las pestañas, cerraban los ojos, agitaban las cabezas. La comida estaba manchada de sangre, algunos vomitaron…”
Bernardino de Sahagún en su obra citada asienta “Los que fueron conquistados supieron y dieron relación de muchas cosas que pasaron entre ellos durante la guerra, las cuales ignoraron los que conquistaron. Por cuales razones, me parece, que no ha sido trabajo superfluo el haber escrito los que eran vivos, y ellos dieron esta relación, y personas principales y de buen juicio, y tienen por cierto que dijeron toda verdad”

HERNÁN CORTÉS CREADOR DE LA NUEVA ESPAÑA

En su segunda Carta de Relación, fechada el 30 de octubre de1520, en Segura de la Frontera en esta Nueva España. Cortés pide al Emperador que estas tierras se llamen NUEVA ESPAÑA.
El mismo Cortés, padre y fundador, la bautizó con el nombre más apropiado no solo a sus características físicas y climatológicas, sino a la fisonomía espiritual y a la misión histórica que le estaba reservada:
“Por lo que he visto y comprendido de la similitud que toda esta tierra tiene a España, así en la fertilidad como en la grandeza y fríos que en ella hace, así como en muchas otras cosas que la equiparan a ella, me pareció que el más conveniente nombre para esta dicha tierra era llamarse La Nueva España del Mar Océano; y así, en nombre de vuestra majestad se le puso aqueste nombre. Humildemente suplico a vuestra Alteza lo tenga por bien y mande que se nombre así”

A partir de la caída del poder colúa el 13 de agosto de 1521, Hernán Cortés   pone manos a la obra de organizar un nuevo país que está desarrollándose con las continuas pacificaciones, exploraciones y conquistas de más y más pueblos tierras y señoríos indígenas. Para todos los rumbos parten expediciones integradas por los capitanes antiguos y los nuevos aventureros principalmente de las islas antillanas y de España misma. El talento organizador de Cortés, quien había recibido del Emperador el nombramiento de Gobernador,  Adelantado y Capitán General, se extiende en todos los órdenes necesarios de la civilización cristiana para nutrir con las instituciones seculares españolas a la nueva criatura: LA NUEVA ESPAÑA DEL MAR OCÉANO.
Se consolida y extiende la Conquista, Se hacen los primeros mapas de la tierra y se inician las investigaciones geográficas y geológicas del territorio.
Se encuentra oro, hierro, cobre, estaño y azufre. Se fabrican pólvora, barcos, cañones, herrajes y armas. Se crea un parque de artillería. Se organizan fuerzas de a pie y de a caballo y se garantiza el orden, la defensa y posesión del país emprendiendo la conquista de los otros señoríos. Se fundan nuevos pueblos y se exploran las costas y los ríos.
 Grandes extensiones de tierras se abrieron a los nuevos cultivos, como la caña de azúcar y el trigo, árboles frutales y nuevas plantas, así como toda clase de ganado menor y mayor fueron llegando en los años de gobierno de Cortés. Todo lo abarcaba el genio y la Fe de Cortés. En beneficio directo de los indios, gestionó la venida de los primeros misioneros para que los evangelizaran, civilizaran, cultivaran y los protegieran. Son famosos los 12 franciscanos que llegaron encabezados por Fray Martín de Valencia,  del grupo sobresale Fray Toribio de Benavente alias Motolinía. Entre los colegios que fundaron destaca el de Santa Cruz Tlatelolco, para hijos de los caciques indígenas.
En 1524 Hernán Cortés emprende la exploración a las Hibueras, para “conocer el secreto de la tierra” y para castigar a Cristóbal de Olid por su infidelidad. Lamentablemente la expedición resultó un desastre en la que se perdieron muchas vidas y el propio Cortés estuvo a punto de morir. Fueron dos años desperdiciados. Cuando regresó, a la recién construida capital del Reino, volvió a tomar el gobierno pero se le abre Juicio de residencia. En 1526 tiene que entregar la “Vara de mando” al Lic. Luis Ponce de León. A la muerte de Ponce de León, el gobierno quedó en manos sucesivas  de Marcos de Aguilar, Gonzalo de Sandoval y Alonso de Estrada.
 Cortés es desterrado de la ciudad de México y se marcha hacia Tehuantepec para construir un astillero y varias naves que auxilien a la Armada que García de Loaisa conduce a las islas Molucas. Esas naves  sirvieron para que su primo Álvaro de Saavedra Cerón lograra llegar a las islas Molucas (Nueva Guinea) en 1527.
Hay que recalcar que a 6 años de la caída del poder colúa se construyeron barcos que saliendo de las costas del Pacífico atravesaron ese inmenso  océano. Ahora, en el siglo XXI, México no tiene astilleros para construir ni  un pesquero de regular tamaño.
En 1528 el Emperador don Carlos V, envió instrucciones a Cortés para que viajara a España. Éste salió de Veracruz a mediados de abril cumpliendo con el mandato del monarca. También, a fines de ese mismo año llegó a Nueva España, para gobernarla,  la primera Audiencia nombrada por la Corona  presidida por Nuño de Guzmán, de ingrata memoria, por tantas quejas e injusticias que  cometió contra toda la población, incluidos a los parientes y amigos de Cortés a quienes Guzmán arrebató todas sus propiedades y cargos que tenían desde los días de la Conquista.
Cuando Hernán Cortés regresó a Nueva España en 1530 se detuvo en el convento de Texcoco para evitar enfrentamientos con esa 1ª Audiencia, pero los oidores lo pusieron preso junto a los más de cuatrocientos acompañantes que lo habían seguido desde España. Entre agosto de 1530 y enero de 1531 murieron de hambre y enfermedades más de doscientos de ellos entre los cuales estuvieron su hijo Luis y su madre doña Catalina.
El 9 de enero de 1531 entró a la ciudad de México la 2ª. Audiencia, llegó con ellos como oidor Don Vasco de Quiroga, y de inmediato libertaron a  Cortés y sus sobrevivientes.
 El 12 de diciembre de 1531,  es el año de las apariciones de la Virgen María en el cerro del Tepeyac, hecho que marcaría para siempre a los habitantes de la Nueva España.
 Cortés se instaló con su mujer doña Juana Ramírez de Arellano y su familia en Cuernavaca y se aprestó a cumplir las capitulaciones firmadas con la Emperatriz Isabel referentes a las exploraciones marítimas al océano Pacífico llamado, en aquel tiempo, Mar del Sur.
Mientras la 2ª. Audiencia gobernaba sabia y pacíficamente, Hernán Cortés desplegó una actividad civilizadora y empresarial increíble: La Audiencia le da posesión de Cuernavaca, Tehuantepec y Tuxtla, y las facilidades para sus exploraciones en la Costa del Sur desde 1531 a 1539.
En ocho años organizó  seis expediciones marítimas, cuatro de ellas para explorar el litoral del Pacífico norte, descubriendo las islas Revillagigedo y la Península de California hasta la desembocadura del río Colorado, atravesando él mismo en persona dos veces el justamente llamado Mar de Cortés. Sus marinos reconocieron los dos litorales del golfo y la parte exterior de la Península, tomando posesión de todas esas tierras e islas en nombre del Emperador.
Las otras dos expediciones marítimas fueron: una al Perú para auxiliar a su primo Francisco Pizarro en la Conquista de esas tierras y la segunda para comerciar con Panamá.
Los astilleros de Tehuantepec trabajaban febrilmente construyendo toda clase de navíos, cuando en agosto de 1539, el primer virrey Antonio de Mendoza tomó el control de ellos y suprimió su actividad.
A principios del año de 1540 Hernán Cortés viajó a España con su hijo Martín el 2º, para responder a su Juicio de Residencia, llegando allá se entera de que no puede volver a Nueva España hasta que el juicio se resolviese. ¡Y nunca se resolvió!
No pudo regresar a la tierra de su conquista y murió el 2 de diciembre de 1547 con todos los auxilios espirituales, en Castilleja de la Cuesta, cerca de Sevilla, cuando intentaba embarcarse para reunirse con su mujer la Marquesa y sus hijas que habían quedado en Cuernavaca.
Su cadáver fue enterrado en el Monasterio de San Isidoro del Campo, Sevilla y trasladado a Nueva España en 1566 por su hijo el 2º Marqués.
Otro de los aspectos que se debe a su  espíritu, y que dejó bien asentado, fue el de las instituciones de Caridad o Beneficencia. Como ejemplo, está el Hospital de la Limpia Concepción o de Jesús en la ciudad de México.  En la capilla aneja al Hospital se conservan sus restos mortales. Este Hospital fue fundado por él en 1524 y desde entonces, es el único en todo el Continente Americano que no ha dejado de prestar servicios ni un solo día en 487 años.

EL VIRREINATO DE LA NUEVA ESPAÑA
Nuestro propósito de esta exposición referente al Virreinato de la Nueva España es mostrar de manera general y escueta, la importancia invaluable que para el conocimiento del pueblo mexicano tiene estudiar e investigar los tres siglos del Virreinato, cuyos valores han sido los fundamentos de nuestra historia.
No vamos a detallar la vida virreinal, porque ya se han escrito y publicado miles de libros al respecto, simplemente haremos un esbozo del ambiente en que se movieron nuestros ancestros.
El obispo Fray Juan de Zumárraga en sus gestiones ante la Corona recomienda a la persona ideal que debía gobernar el nuevo país: “Debe ser un hombre que por la nobleza de su alcurnia, natural prudencia y experiencia, mejor semejase a la del monarca que representaba, y pudiese poner orden, concierto y buen gobierno….” , en el año de 1535 el Rey Carlos I  nombró a don Antonio de Mendoza, de una de las familias más aristocráticas de España, como primer Virrey de Nueva España (El otro Yo del Rey) como alguien acertadamente dijo. Y este fue el sistema de gobierno definitivo por casi trescientos años hasta la Independencia.
La Nueva España no era una colonia, sino uno de los Reinos que formaban el Imperio Español, independiente y al mismo nivel de los otros Reinos, solo vinculado a ellos por la Religión, el idioma y el gobierno de la Monarquía.
Ya hemos visto que el Reino de la Nueva España era gobernado por el Virrey, nombrado directamente por el Rey de España. El Virreinato de Nueva España era el de mayor extensión territorial y el más antiguo de los cuatro que se crearían con los años en el Continente americano. A éste, le seguirían el del Perú, y muy tardíamente el de Nueva Granada y el de la Plata.
Para todo el Imperio Español y en particular para Nueva España su gobernante supremo era el Rey de España. Durante los dos primeros siglos  fueron cinco Reyes de la Casa de Austria: Carlos I, Felipe II, Felipe III, Felipe IV y Carlos II. Y los virreyes fueron 32, desde 1535 a 1701.
En el siglo XVIII y principio del XIX seis Reyes de la Casa francesa de Borbón: Felipe V, Luis I, Fernando VI, Carlos III, Carlos IV y Fernando VII. Y los virreyes fueron 29, desde 1702 al 28 de septiembre de 1821.
En total 61 gobernantes locales; buenos, regulares y algunos malos, pero el Gobierno Civil se ejerció de acuerdo con el Gobierno Eclesiástico, como ya no se hacía en Europa desde el siglo XVI.
Esta sabia combinación de poderes, sin demasiadas fricciones y enfrentamientos  pudo conformar una Cristiandad española  semejante a la Cristiandad medieval que había creado la civilización  europea,  dando buenos frutos  tanto materiales como espirituales; fomentando la construcción de pueblos y ciudades donde antes había barbarie, explotando las minas y las inmensas tierras incultas,  llenando nuestro territorio con obras hidráulicas admirables como los acueductos, algunos de éstos tan increíbles como el acueducto del Padre Francisco Tembleque en Otumba de más de cuarenta kilómetros de largo; aún hoy día en pié, con varios de sus arcos de los de mayor altura en el mundo.
Hay que mencionar, la construcción de caminos de la Capital hacia los litorales y hacia el interior y norte del territorio  a medida que se engrandecía el país con nuevas Provincias. Muchos de estos caminos eran modelo aún para los países europeos,  por su trazado y mantenimiento. La explotación de las minas de plata creo una riqueza sin precedente fomentando la fundación de grandes ciudades y acuñando las monedas que circulaban por todo el Imperio y fuera de él. Floreció el Comercio con las otras provincias continentales, con España y con el Asia hasta donde llegaban las naves construidas en Nueva España; desde aquí se preparó la Conquista de las islas Filipinas y por medio de las naos hubo comunicación con ellas hasta 1815.
 El Virreinato permitió y promovió la evangelización y civilización de los naturales trashumantes  con las Misiones y los Presidios para proteger los nuevos asentamientos, de los indios bárbaros. Se fundaron todas las ciudades  principales de lo que ahora es México.
Desde la ciudad de México se administraban territorios tan lejanos como las Floridas, oriental y occidental, el Nuevo México, la Alta California, toda Centroamérica y las numerosas islas filipinas.
El Virreinato novohispano, con los defectos inherentes a toda obra humana, mantuvo  a los pueblos en paz, sin ejércitos porque no hubo guerras, solamente las guardias del Virrey y las Milicias eran necesarias para mantener el orden y sofocar alguna esporádica rebelión.
No obstante las calumnias de los extranjeros, la Iglesia y la Monarquía, desde los primeros años del Descubrimiento y Conquista del continente, se preocuparon constantemente no en proclamar o reivindicar derechos de los súbditos, sino en exigir la observancia y cumplimiento de los deberes de los descubridores, conquistadores y pobladores en sus relaciones con los naturales, plasmándolos en sabias y prudentes leyes y vigilando escrupulosamente su cumplimiento, lo cual lograron con las excepciones inevitables por la caída naturaleza humana. Las ideas fundamentales que los Reyes Católicos y su Consejo tuvieron para el trato con los indios se condensaron en el código llamado “Leyes de Indias” que rigió la vida de los nativos americanos en los dos primeros siglos virreinales.

ORGANIZACIÓN DE UNA NUEVA SOCIEDAD
Hernán Cortés había fundado el primer Cabildo o Ayuntamiento de lo que sería la Nueva España entre el 15 y 25 de mayo de 1519 y con los títulos de Capitán y Justicia mayor gobernó los años cruciales de la Conquista fundando Veracruz, Medellín, Segura de la Frontera (Tepeaca), Coyoacán y la nueva ciudad de México, dotándolas de cabildos para su gobierno y defensa, muy importante fue ésta, por la precaria seguridad de las continuas conquistas y descubrimientos que los capitanes hacían, por mandato de Cortés, hacia todos los rumbos de los nuevos territorios.
El historiador  don Carlos Martínez Marín escribe en su investigación sobre el tema escribe: “El gobierno de Cortés que duró hasta el 22 de diciembre de 1524, se ocupó de la expansión de la Conquista y su consolidación, el repartimiento de la riqueza mueble e inmueble, de las encomiendas y mercedes de tierras y de la introducción a Nueva España de semillas, frutos, cultivos, herramientas y nuevas técnicas de construcción. Además, reglamentó todos los aspectos de la vida política, con ordenanzas para los Consejos, para los moradores y para la milicia”
Después vinieron cinco años de malos gobernantes incluida la 1ª. Audiencia, a continuación la 2ª.Audiencia con cuatro años de buena administración.
A partir de 1535, con la llegada del primer Virrey don  Antonio de Mendoza  y los siguientes virreyes, se completó y ajustó lo que se había conquistado en tiempos de Cortés. Se introdujeron en los pueblos de indios los cabildos tal cual ya funcionaban en las villas de españoles y se fue centralizando el poder del Monarca en los territorios americanos. A pesar de la lejanía, este sistema fue lo suficientemente eficiente durante los tres siglos del Virreinato.
“El Virrey era el astro mayor en el gobierno de Nueva España. Su jurisdicción abarcó un inmenso territorio que desbordaba los límites del Reino: desde la Florida en el noreste y Nuevo México en el noroeste hasta la península de Yucatán y la capitanía general de Guatemala, que limitaba con Panamá en el sur. Sus atribuciones eran amplias, todas las que el Rey había delegado como su representante personal: gobernador; presidente en los acuerdos con los otros Cuerpos, capitán general en lo militar y vice patrono de la Iglesia. Pero observando las condiciones en que el Virrey tenía que desenvolverse encontramos los límites de su autoridad”
“Esas amplias facultades de gobierno le permitían atraerse a débiles y poderosos, pues podía otorgar mercedes de tierras como recompensa a servicios personales, conceder pensiones a las viudas e hijos de los conquistadores, nombrar autoridades locales etc.. Al mismo tiempo sus actos eran vigilados por otras autoridades locales y por particulares celosos o resentidos, que siempre estaban en contra de lo que ordenaba y se quejaban ante la Real Audiencia o el Consejo de Indias.  De acuerdo con el Virrey, y en ocasiones en contra, permaneció la Real Audiencia como otro cuerpo jurídico que equilibraba el poder virreinal.
Había, por tanto una pugna entre el Virrey y la Audiencia, una especie de balanceo pero que excepcionalmente llegó a romperse. Sin embargo, había un tercer cuerpo de gobierno que ni el Virrey ni la Real Audiencia podían ignorar, ni mucho menos contraponerse a él. Este era el poder espiritual que representaba la Iglesia Católica. Muy a pesar del Patronato Real que representaba el Virrey, con el cuál podía y debía ejercer su autoridad sobre el clero secular y las Órdenes religiosas.
 En la realidad nunca pudieron los virreyes ejercer esta facultad, ya que los hombres de la Iglesia eran celosos en extremo y sorteaban su autoridad llevando sus quejas directamente al Rey o al Consejo de Indias.
El sistema virreinal de gobierno, con los defectos de toda obra humana,  funcionó exitosamente por tres siglos para el bien general de sus gobernados; impidiendo que alguna persona o cuerpo moral abusara de su autoridad. Algo que en los casi doscientos años que llevamos de gobiernos mexicanos, supuestamente independientes, no se ha logrado.
El historiador don Pedro Sánchez Ruiz escribe en su Historia del Reino de la Nueva España:
“Los principios que garantizaban los derechos humanos fundamentales, fueron constante y escrupulosamente observados por la católica Monarquía española en todos los Reinos que constituían el Imperio, y aplicados a todos los súbditos sin distinción de razas o clases sociales, alcanzando, a pesar  de las naturales deficiencias humanas, un grado de perfección superior a todas las otras naciones extranjeras. Firmemente establecida la autoridad que aseguraba el orden, la estabilidad, el progreso y el bien común del Imperio con sus diversos Reinos, estaba sin embargo, el derecho divino y natural, por las leyes sancionadas por la costumbre y por la certidumbre de cumplir su misión de velar por la salvación de las almas”
La esclavitud fue formalmente prohibida en 1530 y posteriormente por el Real Decreto de 1542 se reafirmó la prohibición bajo cualquier pretexto. El virrey don Luis de Velasco aplicó íntegramente las leyes de libertad de los indios.

LA REAL AUDIENCIA
Era el máximo tribunal de Nueva España, controlaba los actos de las autoridades de todo distrito, a veces de acuerdo con el Virrey y más frecuentemente de manera independiente. Su jurisdicción abarcaba todos los actos de los súbditos del Virreinato; débiles y poderosos. Deshaciendo agravios por vía de apelación, llegó a privar los efectos decisivos de las autoridades temporales y eclesiásticas. La Audiencia concedía a los vasallos del Rey provisiones para librarlos de las sanciones que les imponían los obispos. Los oidores recopilaron las disposiciones más importantes para el gobierno y administración de justicia en el llamado “El Cedulario de Puga”, proporcionando así el repertorio legislativo que se aplicaba en Nueva España. Después de las decisiones de la Real Audiencia sólo se podía apelar ante el Consejo de Indias.

EL CONSEJO DE INDIAS
Nació el 1519 como parte del Consejo de Castilla; pero en 1524 se constituyó una especie de consejo autónomo, encabezado por un presidente, bajo el cual estaban los consejeros, los fiscales, los abogados y otros oficiales, como un cosmógrafo y un cronista, encargados de reunir la información geográfica e histórica que se juzgaba indispensable para la buena administración de los reinos y provincias de ultramar.

LOS ALCALDES MAYORES
Los Alcaldes Mayores se introdujeron en Nueva España para que se hicieran cargo de la administración de justicia, lo cual era de su especial incumbencia en la Península Ibérica. Sus decisiones eran apelables  ante la Real Audiencia, y en lo relativo al gobierno quedaban bajo la autoridad del Virrey, aunque los nombramientos eran dados por el propio Rey. “Los Alcaldes Mayores, aparte de lo jurisdiccional, sus facultades administradoras se extendían a todos los aspectos de la vida: recolectaban el tributo de los indios, vigilaban a los encomenderos, disponían sobre caminos y transportes, cuidaban de la moral pública y de la religión e intervenían como representantes de las autoridades centrales, en el gobierno local de las ciudades y villas de españoles y de los pueblos de indios” Con los Alcaldes Mayores trabajaron de común acuerdo Los Corregidores.
Los Corregidores se introdujeron para atender la administración de los pueblos de indios que no estaban encomendados, es decir, que tributaban directamente a la Corona. 

LOS VISITADORES
Para controlar a los funcionarios públicos, desde la persona del Rey y su Consejo Real hubo dos medios principales: uno de fiscalización y otro de enjuiciamiento.
“La visita se encargaba a un  funcionario especial, que se trasladaba a los diferentes Reinos de ultramar y recorría la tierra recabando información y quejas existentes sobre la actuación del Virrey, de la Real Audiencia y de todos los magistrados, de lo que el visitador debía dar cuentas al Consejo de Indias.”

EL JUICIO DE RESIDENCIA
Al concluir el desempeño del cargo, los virreyes y los oidores tenían que rendir cuentas, a esta acción se le llamaba “Juicio de Residencia” .
La persona en cuestión así se tratara del Virrey, Arzobispo, Obispo, Oidor y quien hubiese ocupado algún cargo público, debía salir de la ciudad de México donde se ventilaban los juicios y pagar una fianza determinada.
En el caso específico del gobernante de Nueva España, Virrey o del presidente de la Audiencia, una persona era especialmente designada y con el conjunto de los oidores se encargaban del Juicio. A continuación se abría un período de acusación o proceso a todo aquel que hubiese gobernado, y se pregonaba por todo el reino, y para quienes tenían quejas del Virrey  o del Oidor procesado acudieran a informar.
Concluido el período de información el Juez sentenciaba. Era la Residencia un verdadero juicio de responsabilidad para los más altos funcionarios, que también se seguía para las autoridades distritales cuando eran suspendidas en sus cargos. Estos medios de fiscalización y enjuiciamiento sirvieron para atenuar y muchas veces para sancionar con rigor la arbitrariedad de las autoridades tanto altas como inferiores.
“Es necesario conocer estos procedimientos judiciales, pues por muchos que fueran los males y sus persistencias, hay que tenerlos en cuenta  para juzgar en nuestros días, el período virreinal”
“Precisamente porque estuvo abierta la posibilidad de informar y de quejarse a autoridades superiores empeñadas en lograr el buen gobierno de Nueva España; medios de queja efectivos, que regímenes posteriores se han encargado de eliminar o de hacer inoperantes” Escribe don Andrés Lira.
“Hubo siempre el propósito de recoger y sistematizar las experiencias del gobierno, no solo de Nueva España, sino de todos los dominios españoles del Nuevo Mundo. Las mayores obras en este sentido son: en materia jurídica, LA POLÍTICA INDIANA de Juan de Solórzano Pereira, publicada en 1647. En legislación, LA RECOPILACIÓN DE LEYES DE LOS REINOS DE INDIAS, publicada en 1680, estas obras son un repertorio vivo de la vida social y política del Imperio Español, frutos del enjuiciamiento y del afán de idear medios óptimos para el buen gobierno de pueblos y lugares tan diversos.”

LA IGLESIA  CATÓLICA DE NUEVA ESPAÑA
El Regio Patronato Indiano consistía en diversos privilegios que la Santa Sede había concedido a los Reyes Católicos, Isabel y Fernando y a sus sucesores, en relación a los descubrimientos americanos. El papa Alejandro VI en sus bulas “Inter caetera” en 1493 y otra en 1501 así como la del papa Julio II en 1508, por la donación que hicieron a los monarcas españoles de las islas y Tierra firme, para que evangelizaran a sus habitantes y a erigir iglesias. Al rey de España se le consideró patrono y al virrey de Nueva España vice patrono. La obligación de los reyes era evangelizar a los indígenas, autorizar y organizar misiones, costear los gastos, proponer a las personas de la jerarquía  desde obispos y canónigos hasta capellanes, y percibir los diezmos reteniendo una parte de ellos. Construir desde una catedral hasta la más humilde capilla. Las sentencias de los tribunales eclesiásticos podían ser revisadas por funcionarios de la Corona, también podía fiscalizar las bulas y breves papales.  Por su parte la Santa Sede se limitaba a confirmar y aprobar lo que decidía la Corona. Todo esto era por el hecho de ser el Imperio Español la espada del catolicismo en su lucha contra los protestantes. El Concilio de Trento fue de hecho un “concilio español”.
La Iglesia Católica en Nueva España fue uno de los dos pilares creadores y civilizadores del nuevo país. Para la formación de México fue indispensable y sus frutos fueron los mayores por la conversión de los paganos a la Doctrina de Cristo. En los trescientos años del Virreinato moldeo la mente del pueblo en el temor de Dios el Creador, instituyo la caridad para con los semejantes motivando la construcción de innumerables, Casas de Beneficencia, Hospitales, Monasterios y Conventos y Casas de Instrucción, Templos y Catedrales que se llenaron de obras de arte invaluables, demostrando con ello el nivel de civilización y cultura alcanzado por las clases altas y medianas de la sociedad.
Después de doscientos años de revoluciones del México independiente, y robos, expolios y destrucción  en los siglos XIX y XX, del rico patrimonio virreinal, se pueden ver aún muestras de tal riqueza. Sería labor de cientos de libros de Arte, recopilar imágenes de lo que todavía se puede encontrar a lo largo y ancho de nuestro país.
La Iglesia Católica en Nueva España comenzó con los clérigos que llevó Cortés consigo en su Conquista; Fray Bartolomé de Olmedo y el padre Juan Díaz; luego fueron llegando muchos a medida que se iba consolidando ésta.
Las primeras Diócesis fueron: la Carolense en 1528 con el obispo Fray Julián Garcés, la de México con el obispo Juan de Zumárraga, la de  Michoacán con el obispo Vasco de Quiroga y la de Chiapas con Fray Bartolomé de las Casas.
Atendiendo a repetidas instancias de los colonos y pobladores de Nueva España, el Rey don Felipe II creó el Tribunal del Santo Oficio en Nueva España y otro en el Perú, por real cédula del 25 de enero de 1569 y comprendía todo el Virreinato de Nueva España e incluía a  las Islas Filipinas, Guatemala y el obispado de Nicaragua, el Tribunal de la Inquisición se asentaba en las mismas bases del de España. Según el historiador don Alfonso Junco, cita solamente 43 ajusticiados en los tres siglos de la Nueva España, de los cuales en su mayoría fueron en efigie.
En los tres siglos del Virreinato y de los territorios del continente se sucedieron miles de clérigos de todas las jerarquías dejando la Iglesia perfectamente asentada y preparada para afrontar los ataques de los revolucionaros angloamericanos y franceses que queriendo destruirla solamente la hirieron aunque no de muerte.

LOS COLEGIOS Y LA EDUCACIÓN
Fray Pedro de Gante, tío del emperador Carlos V, ha sido considerado sin discusión como el más antiguo educador de la niñez indígena.
También Fray Pedro de Gante y Fray Juan de Tecto fundaron en Texcoco la primera escuela hacia fines de 1523. No solamente la Doctrina, sino a leer y escribir en latín, tañer instrumentos musicales y labores manuales. Y el 1526 fundaron el Colegio de San José de los Naturales que llegó a tener cientos de alumnos siendo una verdadera Academia de artes y oficios.
El  Imperial Colegio de Santa Cruz de Tlatelolco fue fundado en 1536 por las mayores autoridades de recién creado Virreinato;  don Antonio de Mendoza, Fray Sebastián Ramírez de Fuenleal presidente de la Real Audiencia y Fray Juan de Zumárraga el primer Obispo de la ciudad. Y sirvió a la educación superior de los jóvenes que 15 años antes habían nacido en el paganismo.
Pronto la ciudad de México y otras poblaciones importantes como Guadalajara, Puebla, Pátzcuaro, Valladolid, Oaxaca y Tepotzotlán contaron con muchos monasterios y colegios para todas las clases de la población. Llegaron a Nueva España las otras Órdenes religiosas, los agustinos, dominicos y jesuitas. Los Jesuitas a poco de su llegada fundaron el Colegio de San Ildefonso. Lo que sería Real y Pontificia Universidad de México que  se fundó en 1551 casi al mismo tiempo que la Universidad de Lima, Perú.
Para ejemplo de lo que debía ser un maestro de cátedra.
 Cuando éste obtenía una Cátedra por cuatro años; debía pagar derechos, hacía el juramento de desempeñar bien su cargo, prometiendo observar una conducta retraída, NO ASISTIR  a bailes, teatros, vítores ni a otros espectáculos, como manifestaciones públicas ni corridas de toros.
Hacia fines del siglo XVI el Virreinato de Nueva España presentaba el aspecto de un Reino cuya civilización y cultura iban en aumento y en expansión. ¿Qué otra nación europea podía presentar ante el mundo tales logros con sus posesiones ultramarinas?

INSTITUCIONES DE CARIDAD Y HOSPITALES
Ya mencionamos antes que el primer Hospital de la América continental lo había fundado Hernán Cortés en 1524 y que hasta la fecha, principios del siglo XXI sigue funcionando. A partir de entonces se irían fundando muchos más en las ciudades y villas de todo el Imperio Español de América. Se necesitaría todo un extenso tratado referir la creación y funcionamiento de las Instituciones de Caridad y Beneficencia solamente en Nueva España.

LA AGRICULTURA, GANADERÍA Y LAS MINAS
Otro aspecto en el que Nueva España llegó a ser una potencia fue la explotación del suelo, superficialmente por la agricultura y la ganadería mayor y menor, e interiormente por toda suerte de metales que el extenso territorio guardaba en sus entrañas.  Principalmente las minas de plata dieron fama de riqueza a Nueva España propiciando la fundación de las ciudades de Zacatecas, Taxco, San Luis, Guanajuato, Chihuahua y muchas otras menores.

LA ARQUITECTURA, LAS ARTES, LAS LETRAS Y LA CIENCIA
Varios tratados nos llevarían a escribir, sólo mencionando,  cada una de estas materias. Para las personas interesadas en estos rubros vamos a citar una lista bibliográfica de los más importantes.
Para la Arquitectura: “El arte colonial  en México”: Manuel Toussaint.  Para las Artes: “El arte en México durante el Virreinato”: Manuel Romero de Terreros. Para las Letras: “Letras de Nueva España”: Alfonso Reyes. Para la Música: “Música y músicos de la época virreinal”: J. Estrada. Para la Ciencia: “La Ciencia en México”: J. Bravo Ugarte.  y  Enrico Martínez, cosmógrafo e impresor en Nueva España”: Francisco de la Maza

EL SIGLO XVIII, LA NUEVA DINASTÍA Y LAS NUEVAS IDEAS
Los siglos XVI y XVII habían sido el tiempo de la Conquista,  nacimiento y consolidación del nuevo país, llamado por Hernán Cortés, Nueva España, doscientos años de implantar a pueblos paganos una Cristiandad al estilo español, la Fe en Cristo, llevada a un punto tan alto, como la alcanzada por la Europa de la Alta Edad Media por  santos evangelizadores que habían recorrido lejanos territorios fertilizándolos con su trabajo, sangre y muchas vidas, trocando en civilización cristiana la oscura barbarie.
El siglo XVIII del Virreinato de la Nueva España requiere una exposición muy extensa para tratarla en esta conferencia. Solamente hay que recalcarla como una época de grandes contrastes sociales, políticos y económicos.
La evangelización y civilización de los indios bárbaros se comenzó pero no se terminó, continuaron las exploraciones sin conquista, convertidas en exploraciones “científicas” que tomaron notas de lo recorrido en el litoral del Pacífico y en el interior del continente, pero sin establecerse. Tres exploraciones tocaron el litoral de Alaska hasta el grado 61 dejando constancia de dos lugares: Córdoba y Valdés, anotando que los rusos se habían establecido ya. Entonces se levantaron los mejores mapas de que dispusieron los científicos posteriores.
La Medicina alcanzó los niveles de Europa y el rey Carlos IV mandó la vacuna contra la malaria en 1804 con el Dr. Fco. Javier Balmis. Todos los adelantos de la Ciencia europea llegaron a tener su representación en el Virreinato. De igual manera, las corrientes artísticas de Europa llegaron con maestros tan completos como Manuel Tolsá. Las principales ciudades se pusieron al día con palacios,  edificios civiles y templos del Neoclásico, estilo en boga. Se construyeron nuevos caminos y reforzaron los antiguos. Sin embargo se descuidó, en esa época, la educación del pueblo llano que  no tuvo acceso a lo más elemental.

LA DINASTÍA FRANCESA DE LOS BORBONES
Al finalizar el siglo XVII el último Rey de la Casa de Austria, don Carlos II, débil, enfermo su cuerpo y sin haber tenido descendencia, pero con la mente lúcida, se da cuenta de que estaba por finalizar con él la dinastía de su estirpe. No había ya, ningún heredero o heredera a quien dejar la Corona ceñida por los Reyes Católicos, Carlos I y los tres Felipes anteriores. El pariente más cercano era su primo Luis XIV rey de Francia con su descendencia. En su testamento otorgó el Imperio Español a Luis de Anjou segundo nieto de Luis XIV. Por esta decisión, a la muerte del último rey de la Casa de Austria, los eternos enemigos de España; Inglaterra y los Países Bajos apoyaron a Carlos de Austria como pretendiente a la Corona. Una sangrienta guerra que duró 15 años contrapuso al Imperio Español y Francia contra Inglaterra, Holanda, Austria y el Reino de Aragón. A su término España había perdido Gibraltar, todo el Imperio se había conmovido y Nueva España había visto destruida su flota en el Golfo a manos de los ingleses.

LAS NUEVAS IDEAS
Con la nueva dinastía francesa al mando del Imperio comenzaron a llegar las nuevas ideas,  un progresivo afrancesamiento fue tomando posiciones entre la aristocracia criolla. A lo largo de siglo XVIII y con mayor intensidad durante el largo reinado de Carlos III  (1759-1788), la Nueva España recibió la influencia de los filósofos enciclopedistas e ilustrados que Francia había recibido, a su vez, de la Inglaterra protestante. Con los diversos virreyes, entre sus acompañantes fueron llegando los exponentes del Arte, la Ciencia,  las Letras y la Filosofía, pero también las costumbres mundanas y licenciosas de las cortes europeas. Así como los libros prohibidos por el Santo Oficio. Clandestinamente, llegaban las obras de los precursores de los revolucionarios liberales y  de la Masonería.
Dos hechos aparentemente desconectados, pero en su origen, bien unidos, marcaron la mentalidad de la clase novohispana pensante de la segunda mitad de ese siglo: La expulsión de la Compañía de Jesús en 1767 y la independencia de los rebeldes angloamericanos entre 1775 y 1783, provocaron entre la clase criolla del Imperio Español dos sentimientos diferentes  que desembocarían en su separación de mismo.
La expulsión por la fuerza de sus queridos padres jesuitas causó gran resentimiento contra la Corona y el decaimiento de la educación que la Compañía de Jesús hacía entre todos los habitantes del Imperio. Fue un golpe del que no se recuperaría la población.
La independencia de los angloamericanos de la Monarquía inglesa se vio entre la clase criolla de todo el Imperio como  el ejemplo práctico de un pueblo empeñado a seguir su propia senda. Pero sin recapacitar que los revolucionarios yanquis llevaban el Plan de Destruir al Imperio Español de América fraccionándolo en muchos países, para después colonizarlo. Era ese el  Plan de Benjamín Franklin  llamado el “Destino Manifiesto de los angloamericanos”, éstos, estaban apoyados por la unión de todos los  enemigos de la Religión Católica y de la cultura novohispanas.
Es preciso recordar la reflexión que hizo el conde de Aranda, ministro del rey Carlos III, aludiendo a la ayuda de la Corona española a George Washington y sus tropas. Ayuda que salió de Nueva España en tropas, dinero y ganado en pié.
El conde Aranda escribió en 1783 su carta al Rey Carlos III en estos términos:
“He firmado en París por la orden V.M. un tratado de paz con Inglaterra….
La independencia de las Colonias inglesas ha sido reconocida, y esto mismo es para mí un motivo de dolor y de temor….por los peligros que nos amenazan de parte de la nueva potencia que acabamos de reconocer, en un continente donde no existe ninguna otra en estado de contener sus progresos. Esta república federal ha nacido pigmea, por decirlo así, y ha tenido necesidad de apoyo y de las fuerzas de dos potencias tan poderosas como   la España y la Francia para conseguir su independencia. Vendrá un día que será un gigante, un coloso temible en esas comarcas, olvidará nuestra ayuda. Y no pensará más que en su engrandecimiento….aspirará a la conquista de la Nueva España ese hermoso y rico país…. ¿Cómo podremos, entonces, defenderla estando él en el mismo continente y a más de eso limítrofe?
A pocos años del reconocimiento de la Monarquía española a los angloamericanos,  se desencadenó la Revolución en Francia, y la cabeza del rey Luis XVI, sobrino de Carlos IV, rodó en la guillotina. Éste ordenó cerrar el Imperio Español a las ideas revolucionarias sin conseguirlo, muy al contrario, fueron llegando sus agentes para ganarse a todos los ilustrados del Reino incluidos numerosos eclesiásticos.
Hacia fin del siglo XVIII  y principios de XIX, el Virreinato de Nueva España experimentó un aumento sensible de la  riqueza por el libre comercio con Europa y el interés por las Ciencias y las Artes. Todo parecía florecer, pero la Fe religiosa que se debilitaba y las costumbres se corrompían. Las nuevas ideas liberales habían minado la conciencia de los habitantes con el falso espejismo de la Libertad, propiciando que los ilustrados se afiliaran a la masonería y a las sociedades secretas sin saber de donde procedían, y ni quienes movían los hilos. Para 1808, en todas las ciudades españolas del Continente se conspiraba contra el dominio español. En Nueva España, el grito de los revolucionarios de 1810 marcó el principio del final, del Virreinato,  que se concretaría,  el 27 de septiembre de 1821 después de una guerra civil desastrosa y sangrienta,  derrumbando los valores sobre los que se había creado la Nueva España.
Esta vez, era el antiguo pigmeo  convertido en poderoso, que junto con Inglaterra y Francia habían auspiciado y ayudado a los súbditos del Imperio a rebelarse, formando nuevos Estados todavía débiles, a los que poco tiempo después los dominarían y los colonizarían efectivamente.
Luis Ozden.
Febrero de 2011.
                               
BIBLIOGRAFÍA

HISTORIA DE MÉXICO; Alamán Escalada Lucas
HISTORIA DE LAS INDIAS DE NUEVA ESPAÑA; Benavente (Motolinía) Fray Toribio
LA CENCIA EN MÉXICO; Bravo Ugarte José
CARTAS DE RELACIÓN; Cortés Hernán
HISTORIA DE LAS REVOLUCIONES EN MÉXICO; Gibaja y Patrón Antonio
HISTORIA DE MÉXICO; Salvat Mexicana de Ediciones S.A. de C.V.
NACIMIENTO, GRANDEZA, DECADENCIA Y RUINA DE LA  NACIÓN MEXICANA; Sánchez Ruiz Pedro

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