Felipe de las Casas Martínez nace en la Ciudad de México el primero de mayo
de 1572, primogénito de once hijos del matrimonio español formado por honrados
inmigrantes españoles: don Alonso de las Casas y doña Antonia Martínez. Su pila
de Bautismo se conserva en la Catedral Primada Metropolitana, en la primera
capilla lateral a la izquierda.
En su niñez se caracterizó por su índole inquieta y traviesa. Se cuenta que
su aya, una buena negra cristiana, al comprobar las diarias travesuras de
Felipe, solía exclamar, con la mirada fija en una higuera seca que, en el fondo
del jardín, levantaba a las nubes sus áridas ramas:
"Antes la higuera seca reverdecerá, a que Felipillo llegue a ser
Santo"... El chico no tenía madera de Santo... Asistió al Colegio de San
Pedro y San Pablo de donde sería expulsado debido a su carácter incontrolado y
travieso.
Posteriormente es enviado al noviciado franciscano de Santa Bárbara en la
Ciudad de Puebla, del cual escapa para regresar a su casa.
Don Alonso decide entonces, ponerlo a trabajar en un taller de platería en
donde mostró habilidad para labrar la plata; sin embargo, su inconstancia y
falta de disposición para trabajar entre cuatro paredes, llevó al fracaso este
nuevo intento de forjarle un "porvenir" a Felipe.
Las cosas se habían puesto tensas en su casa y Felipe, de entonces 18 años,
decide embarcarse hacia las filipinas para actuar como agente de compras en
Manila para los negocios de su padre, corría el año de 1590. Manila, punto de
confluencia de razas, de comercio, de tentaciones... Felipe se deja atraer por
un tiempo por los juegos de azar, actividad muy popular entre los habitantes de
aquellas tierras.
El joven Felipe gozó por un tiempo de los deslumbrantes atractivos de
aquella ciudad; pero pronto se sintió angustiado: el vacío de Dios se dejó
sentir muy hondo, hasta las últimas fibras de su ser; en medio de aquel
doloroso vacío volvió a oír la llamada de Cristo: "Si quieres venir en pos
de Mí, renuncia a ti mismo, toma tu cruz y sígueme" (Mt.16, 24).
Para el apuesto y próspero Felipe llegaba el momento de la decisión y
escoge correctamente. Acude al convento franciscano de Santa María de los
Ángeles en Manila en donde se entrega con fervor a la disciplina conventual y
se prepara para la labor misionera que llevaba a cabo la orden y también, sin
saberlo, se prepara para el martirio.
Profesó el 22 de mayo de 1594 con el nombre de Felipe de Jesús. Aparece
así, el "hombre nuevo" de las cenizas del viejo; aparición que
implica morir en cierto sentido, morir al mundo, implica dolor, dolor de
"perder" nuestra vida cómoda.
Además de Felipe de Jesús, otros dos de los hijos de don Alonso y doña
Antonia optaron por la vida religiosa: Juan, mártir también en las Islas
Filipinas y Francisco, evangelizador agustino en México.
Y Felipe de Jesús volvió a tomar la cruz, y ahora si tomó muy en serio su
conversión... Oró mucho, estudió, cuidó amorosamente a los enfermos y
necesitados, y un buen día le anunciaron que ya podía ordenarse sacerdote, y
que, por gracia especial, esa ordenación tendría lugar precisamente en su
ciudad natal, en México, a la vista de sus Padres y amigos de la infancia...
En el siglo XVI, la aventura más espectacular era atravesar el inmenso
Océano Pacífico de Asia a México; el viaje más arriesgado y largo que se hacía
en el mundo era el de Manila al Puerto de Acapulco. Cada viaje iba acompañado
de enfermedades, hambre y sed, inquietudes y desvelos.
El viaje de Manila a cualquier punto de América era, casi, un viaje a la
Eternidad. Los navegantes sufrían por las tempestades que movían al galeón
horriblemente, golpeándolo en forma espantosa. Muchos morían a consecuencia de
los golpes, otros de miedo y algunos de mareo y debilidad.
La travesía duraba cuatro meses y a veces cinco meses. Felipe de Jesús
empezó su viaje desde el Puerto de Cavite rumbo a su patria el 12 de julio de
1596, en un navío que tenía un nombre anticipatorio: el "San Felipe".
Dos fueron los tifones que golpearon al "San Felipe" de madera.
Cuando el mar se serenó un poco se dieron a la tarea de reconstruir el
"San Felipe", a curar las heridas y sepultar entre las bramantes olas
a los muertos que la catástrofe había causado.
Siete días llevaban con tiempo sereno y mar en bonanza, cuando Fray Juan
Pobre sugirió que se hiciese una arribada al Japón, lo que aceptó el General
Matías Landecho, y cuando iban tomando rumbo hacia la costa les asaltó otro
temporal más furioso que los anteriores, que duró 36 horas.
Era el 5 de octubre cuando ya el Galeón "San Felipe" se
encontraba sin palo sano de Proa a Popa; y sin embargo, caminaba lentamente
hacia el Japón.
Se dirigían al Gran Imperio del poderoso Taico Sama, la tierra de las
ilusiones misioneras de Felipe de Jesús; él era el único que iba jubiloso,
olvidado de todo, sólo pensaba en misionar. El cristianismo había entrado en
Japón desde 1549, de la mano de San Francisco Javier S.J.
Felipe de Jesús se soñaba entre paganos alumbrándolos con la antorcha de la
Fe y lavándolos con el agua regeneradora.
Soñaba que en Japón recibiría las Sagradas Ordenes de manos de un Obispo
Misionero, y se quedaría en el fabuloso Japón, en el maravilloso Imperio del
Sol Naciente, quemando su existencia en aras de un ideal sublime que llenaría
toda su vida.
El Galeón "San Felipe" avanzaba sin cosa que para la navegación
valiese y sin embargo, enfilaba derechamente al Japón. Todos palpaban que la
navegación era milagrosa; hasta que por fin descubrieron tierra del Japón a la
altura de Meaco, capital del Imperio.
Al intentar hacer tierra todavía correrían un último riesgo, temían chocar
con alguna roca y destrozarse, pues el galeón no llevaba mando. Afortunadamente
salieron del peligro y llegaron frente a las costas de Shikoku.
Todos los náufragos del "San Felipe", no se cansaban de dar
gracias a Dios por aquel milagro y arrodillados en tierra japonesa entonaron el
"TE DEUM LAUDAMUS". Felipe de Jesús besaba la tierra una y otra vez;
tocaba ya no en sueños, sino despierto, la tierra de los mil atractivos y
peligros.
El régimen político de Japón en la época de nuestro mártir se caracteriza
por ser un gobierno militar presidido por un "Shogun", que de hecho
controlaba y dirigía los destinos del país a espaldas del emperador, recluido
en su palacio de Kyoto como figura decorativa.
Cinco ciudades del Imperio eran "shogunales", bajo el control
directo del "generalísimo". Estas eran Kyoto, Tokyo, Osaka, Sakai y
Nagasaki.
Oda Nobunaga fue el gran Shogun que comenzó el comercio con las potencias
extranjeras; por ello favoreció el crecimiento del cristianismo. Toyotomi
Hideyoshi cambió de actitud, y en 1587 publicó el "Edicto de expulsión de
los misioneros". Taiko Sama dejó dormir su decreto pero seguía atentamente
los movimientos de los misioneros por medio de espías.
Una delegación de los náufragos, incluyendo a Felipe de Jesús, decide
viajar a la ciudad de Kyoto para encontrarse con otros franciscanos que
predicaban ahí y solicitarle al embajador del gobernador de Filipinas, Fray
Pedro Bautista, su intercesión ante el Shogun Taiko Sama para reparar la nave
que había sido confiscada por el Shogun.
Pero el Shogun no quiso recibirlos; por el contrario, la mañana del 8 de
diciembre de 1596 ordena la aprensión de los frailes del Convento de Santa
María de los Ángeles en Kyoto "por haber desobedecido la orden para no
predicar abiertamente". Aunque la verdadera razón de esta orden era el
temor de los Shogun a ser dominados por las potencias extranjeras a través de
la religión en un momento en que se estaba consolidando la unidad del país.
Felipe de Jesús pudo haberse sustraído al decreto de muerte: no había
tenido tiempo de predicar y ni siquiera había elegido ir al Japón; era un
náufrago, y como tal habría podido seguir su camino, como los otros náufragos
lo hicieron, una vez reparado el barco.
Pero la puerta del Santo no es la puerta fácil... Siguió, pues, hasta el
último suplicio a Fray Pedro Bautista y demás misioneros franciscanos que desde
hacía años evangelizaban el Japón.
El 30 de diciembre, Taiko Sama decide trasladarlos a Nagasaki ubicada a 900
kilómetros, con el objeto de sacrificarlos en la única ciudad del Japón que
había nacido cristiana.
Este recorrido tan largo, pensaba Taiko, serviría para erradicar la fe de
aquellos japoneses que estuvieran tentados a acogerla por lo que durante todo
el camino sometió a los prisioneros a innumerables afrentas.
El primero de enero se unen a los presos de Kyoto otros catequistas
capturados en Osaka; más tarde se les unirían otros dos cristianos para
completar el grupo de 26 prisioneros.
El 3 de enero se les mutila el lóbulo inferior de la oreja izquierda como
forma de "marcar" a los que iban a morir. Este último hecho lleva a
Felipe de Jesús a exclamar:
"Ya dimos la primera sangre; ya nadie nos quitará el gozo de darla
toda por la fe".
26 cruces fueron dispuestas en la Colina de Nagasaki aquel 5 de febrero de
1597. Sus captores los crucificaron en una loma, la del Tateyama, que también
era un trigal.
La cruz de Felipe de Jesús fue la del centro, la trece, como queriendo
otorgarle a este extranjero que no hablaba japonés y con sólo unos meses en el
Japón, el lugar más importante no sólo del Tateyama sino del comienzo de la
evangelización del Japón.
Felipe de Jesús no podía hacer mucho por no tener las Sagradas Ordenes, ni
dominar del todo la lengua. Lo que más hacía era orar, orar con fe pidiendo
fortaleza para sí y para sus compañeros. Le parecía que no había hecho nada
grande para merecer el martirio. 26 prisioneros sacrificados:
-Seis Misioneros Franciscanos: había cuatro españoles, fray Pedro Bautista
Blásquez, fray Martín de la Ascensión, fray Francisco Blanco, y fray Francisco
de Miguel. Y con ellos, fray Gonzalo García,
portugués, y fray Felipe de Jesús, novohispano.
-Tres Jesuitas: Pablo Miki, un japonés de familia de la alta clase social, hijo de un capitán del
ejército y muy buen predicador; Juan de Goto y Santiago Kisai, (dos hermanos
coadjutores jesuitas).
-16 Cristianos Japoneses que eran catequistas y se habían hecho terciarios
franciscanos. Entre ellos: un soldado: Cayo Francisco; un médico: Francisco (de
Miako); Buenaventura y Matías (de Miako); Tomás Danki (de Ize); un enfermero:
Juan Kisaka o Kinoia; Cosme y Máximo Takeya (padre e hijo); Joaquín Sakakibara,
Pablo Suzuki, y tres muchachos de trece años que ayudaban a misa a los
sacerdotes: Luis Ibarki, Antonio Deyman (de Nagazaki) y Tomás Kasaky, cuyo
padre fue también martirizado.
-Un Coreano: León Karasuma.
Felipillo, Felipe de las Casas Martínez, se abrazó a la cruz de la cual fue
colgado, suspendido mediante cinco argollas, pero las de sus tobillos estaban
mal ajustadas, y sus pies resbalaron repentinamente del pedal de la cruz,
quedando su garganta oprimida por el aro de acero puesto en su cuello.
Ahogándose, moviendo desesperadamente la cabeza, sólo pudo decir sus
últimas palabras: "Jesús, Jesús, Jesús". A sus gritos corrieron los
soldados y mirándole en agonía rematan al mártir clavando sus lanzas: dos lanzas
atravesaron sus costados, una el costado derecho y otra en el corazón, y
cruzándose en el pecho, salieron por sus hombros. Felipe de Jesús fue el
primero en morir en medio de todos aquellos gloriosos mártires.
Era el 5 de febrero de 1597; muere el primer Santo Mexicano, San Felipe de
Jesús, primer mártir del Japón, Mexicano Universal.
Cuenta la leyenda que ese mismo día la higuera seca de la casa paterna
reverdeció de pronto y dio fruto. "¡Felipillo es santo, Felipillo es
santo!", gritaba incrédula su nana en México al ver reverdecer la higuera
muerta desde hace tiempo, mientras Felipe de Jesús cumplía con una misión, una
misión grandiosa y que sin embargo pocos entendían en el lugar donde la llevaba
a cabo.
"En la colina santa de Nagasaki había una selva de cruces y una turba
de invictos mártires. Los cristianos se precipitaron a recoger sus vestidos
para tenerlos consigo como reliquias y la sangre para humedecer paños llevados
con esta finalidad. Entre tanto Dios glorificaba a sus mártires con ruidosos
prodigios. Los cuerpos de los mártires difundían un delicioso perfume. Durante
dos meses duraron colgados de las cruces sin dar signos de putrefacción. Las
aves de rapiña que solían alimentarse de los cuerpos de los condenados en aquel
lugar, dieron muchas vueltas alrededor de los cuerpos de los mártires sin
tocarlos".
Felipe de Jesús fue beatificado, juntamente con sus compañeros Mártires de
Nagasaki, el 14 de septiembre de 1627, por el Papa Urbano VIII. El Beato Felipe
de Jesús fue canonizado el 8 de junio de 1862 por el hoy Beato Papa Pío IX, junto con sus 25 Compañeros Mártires de Nagasaki, Japón.
Sobre el frontispicio del Vaticano, junto al emblema del Pontífice
reinante, lució el escudo mexicano y la imagen del Primer Santo Mexicano dentro
de la imponente Basílica ante la regocijada y piadosa presencia, en Roma, de
varios obispos mexicanos, entre ellos el de Guadalajara, don Pedro Espinoza y
Dávalos. La Nación Mexicana declaró a San Felipe de Jesús su segundo Patrono,
precedido, obviamente, por Santa María de Guadalupe. Y decretó el 5 de febrero
como Fiesta Nacional. Sólo que el Congreso Constituyente en 1917, en esa fecha
y en Querétaro, la hizo festividad en honor a la Carta Magna. San Felipe de
Jesús, el joven que supo convertirse hasta dar la vida por Cristo, ha sido
declarado también Patrono de la Ciudad de México y de su Arzobispado. Don
Francisco Orozco y Jiménez, quinto Arzobispo de Guadalajara, promovió, con el
Obispo de Nagasaki, la construcción de una iglesia en el lugar del martirio de
"San Felipito" (como él cariñosamente le llamaba), y en 1926 escogió
el lugar en que habría de dedicarse un templo en el Sector Libertad tapatío.
También escribió y difundió una obra sobre el Santo Protomártir, editada en
español y en japonés.
(Lic. Juan Manuel Robles Gil en oremosjuntos.com)
EDITÓ: LUIS OZDEN
Nota:
En el año de 1945, el presidente de los Estados Unidos de América Harry
Truman mandó arrojar la segunda bomba atómica sobre la ciudad de Nagasaki,
única ciudad japonesa fundada católica en el siglo XVI, arrasando la ciudad y
muriendo brutalmente la comunidad católica más numerosa del Japón. Su Parroquia
y monumento a los primeros mártires cristianos con sus reliquias fueron
destruidos también. Con su reconstrucción, se erigió una nueva iglesia y un
nuevo monumento. Luis Ozden.
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