miércoles, 29 de enero de 2014

LA HISPANIDAD DE LOS SIGLOS XV, XVI Y XVII.




Resulta imprescindible considerar ante todo cuál era el estado político y religioso de la España que se aprestaba a encarar la empresa ciclópea de la conquista.

Situación espiritual de España:

El descubrimiento de América ocurre en un momento de verdadera encrucijada histórica. Comienza la Conquista al culminar el siglo XV y se desarrolla en el siglo XVI, es decir, cuando en el resto de Europa la edad media ya no era casi sino un recuerdo del pasado, en medio de una terrible crisis, en camino de una desintegración progresiva. El edificio de la cristiandad estaba profundamente conmovido. Las actividades humanas como el arte, la cultura, la economía etc., que antes se desarrollaban en jerarquía y gozosa subordinación a la teología, ahora buscaban "liberarse" en sus principios rectores.

Sobre este edificio ya averiado la Reforma cayó como un rayo.

España trato de preservar contra viento y marea, la fe de sus padres. Para ello debió sacudir el poder de la Media Luna. Recordemos que la conquista de Granada acaeció precisamente en 1492, tras siete siglos de incesante lucha. Asimismo decretaban la expulsión de los judíos no bautizados, medida dictada no por consideraciones racistas, sino por motivos religiosos exclusivamente para preservar la fe del pueblo español.
Doce años antes los Reyes Católicos habían solicitado del Papa la institución en España del Tribunal de la Santa Inquisición.

Con El Santo Oficio, España quedó exenta de la invasión herética protestante que conmovió el resto de Europa. O mejor, la supo enfrentar e incluso anticipar en su propio terreno, con una Reforma Católica.

En 1473, la decadencia espiritual del clero español había sufrido la influencia paganizante del Renacimiento imperante el la corte de los papas, sobre todo los pertenecientes a la familia Médici. Había ya en la Península un movimiento serio de reformar las órdenes religiosas para hacerlas volver al espíritu de la Edad Media.
Así que España mal podía buscar respaldo para su proyecto de autorreforma en la Santa Sede, demasiado atareada en preocupaciones mundanas y renacentistas.

Fueron pues los Reyes Católicos quienes, ayudados por eclesiásticos lúcidos, debieron asumir la responsabilidad de la reforma de las instituciones religiosas.
Lo hicieron con la ayuda del Cardenal Mendoza primero, y del gran Cardenal Cisneros después. Ante todo, lograron del Papa Alejandro VI, el nombramiento de un grupo de excelentes Obispos.
Cisneros se abocó principalmente a la restauración de los monasterios, realizando una reforma que habría de figurar entre las más impresionantes de la historia eclesiástica. Por otro lado, y gracias a la inspiración divina, también en aquellas décadas brotaron del suelo español nuevas congregaciones y ordenes religiosas, especialmente la militante compañía de Jesús, con cuya ayuda España se pondría a la cabeza del movimiento de la Contrareforma, llegando a ser el alma del posterior Concilio de Trento.

Si pasamos al siglo XVI, vemos que los hombres de entonces, no eran, muy distintos a los españoles de nuestro tiempo. Y por eso cabe preguntarse cómo una España menos poblada, menos rica, pudo conocer un siglo de oro tan esplendoroso, engendrando tantos sabios de renombre universal, tantos poetas, tantos héroes, tantos Santos.

 Los hombres eran como los de ahora, pero la sociedad estaba organizada de cara a Dios, siguiendo todos, un mismo fin: la Iglesia y el Estado, la Universidad, las leyes y las costumbres. La educación que se les proporcionaba los inducía a vivir y a morir para la mayor gloria de Dios.

Así España conservó en su seno todo el ímpetu de la Edad Media, ya en disolución en el resto de Europa, y se preservó de la corrupción protestante, cosa que nunca le sería perdonada, por los enemigos de Jesucristo y de España su adalid.
El estado realizó un renacimiento propio, de cuño español cuya concreción arquitectónica se plasmó en el Escorial; al tiempo que libraba a la jerarquía religiosa de la tentación mundana, tan en boga en la Sede papal; neutralizaba el influjo de los conciliadores al estilo de Erasmo, y propiciaba el cultivo de los estudios teológicos. De esta manera, providencialmente se preparó para afrontar la magna empresa de la Conquista.

La vocación imperial.

Si bien aún no se había proclamado el imperio, la España del descubrimiento y de la conquista estaba signada por la vocación imperial. Antes de que hubiese Emperador, para que aquella vocación se concretase, era menester que una sola mano reuniese la totalidad, era preciso que España se hiciese universal. La idea tradicional del imperio exigía que sus miembros constituyesen una sola familia, unidos por el culto a un mismo Dios, la misma cultura, la misma sangre, el mismo comercio, ya Antonio de Nebrija había aconsejado a doña Isabel. “Señora, el castellano es la lengua del imperio
El imperio Romano de los siglos de Augusto hasta Justiniano; después, aunque en un grado menor, el imperio Carolingio de los siglos IX y X, y luego, si bien más restringido todavía, el Sacro Imperio Romano-Germánico.

La España sojuzgada por el Islam durante ocho siglos, hizo surgir de sus entrañas liberadas el proyecto de un gran destino universal que, en lo político no necesitaba sino asumir las propias raíces romanas para transformarse en vocación imperial. La savia católica, por otra parte, ya había impregnado la sociedad con su espíritu de aventura, la tendencia a intentar lo imposible, el menosprecio de los bienes materiales, el sentido de la hidalguía, elementos constitutivos del espíritu caballeresco, un estilo tan propio de la Hispanidad.

Carlos, nieto de los Reyes Católicos, solo hablaba francés y flamenco, ignorando la lengua española, estaba rodeado por una camarilla de flamencos sin el menor sentido imperial. Eran éstos, comerciantes.
Sin embargo y a pesar de todo, no fue otro sino él quien tomó de España la antigua noción de Imperio, y sobre esta base, se dedico a construido. Cuando estaba a punto de salir de España para dirigirse a Alemania y ser allí coronado, hizo ya su primera declaración imperial. Fue en las Cortes, precisamente de la Coruña, localidad de donde siglos atrás había salido Adriano, el gran conductor español del Imperio Romano. Refiriéndose a dicha declaración, comento el P. Mota allí presente que Carlos no era un rey como los demás sino "rey de reyes ", pues su imperio constituía la continuación del Romano-Germánico, y así como ayer España había exportado emperadores a Roma, "ahora viene el imperio a buscar (otra vez) el emperador en España, y nuestro rey de España es hecho, por la gracia de Dios, rey de los romanos y emperador del mundo".

Menéndez y Pidal sintetizó así el discurso de Mota: "Este imperio no lo acepta Carlos para ganar nuevos reinos, pues le sobran los heredados que son más y mejores que los de ningún rey; aceptó el Imperio para cumplir las muy trabajosas obligaciones que implica, para desviar los grandes males que amenazan la religión cristiana y acometer la empresa contra los infieles enemigos de la Santa F e Católica, en la cual entiende, con la ayuda de Dios, emplear su real persona". España sería desde entonces, el corazón de dicho imperio, su fundamento, su tesoro, su espada.

Carlos se comportó con el gran estilo de un emperador. Incluso su enfrentamiento con Lutero no careció de ribetes imperiales. Al dia siguiente de la Dieta de Worms, Carlos V les dijo a los príncipes allí reunidos que les daría su opinión al respecto.
Fue su primera declaración en un trascendente asunto político, completamente suya, así relatada por el cronista:

"Como descendiente de los cristianísimos Emperadores de la noble nación alemana, de los Reyes Católicos de España, de los archiduques de Austria y de los duques de Borgoña, se declaró resuelto a administrar su cargo de defensor de la iglesia Católica, de la fe Católica, y de los sagrados usos ordenamiento s y costumbres, y a proceder contra Lutero por manifiesto hereje".

Ello significaba la pena para Lutero. Los príncipes le respondieron que acaso sería mejor tratar de convertirlo. Carlos accedió a discutir, lo cual no opto a que al mismo tiempo publicase el edicto de Worms, y se transformase en el paladín del concilio, buscando el medio de recuperar a los disidentes merced a auténticas reformas eclesiásticas. Al tiempo que luchaba en defensa de la ortodoxia, anhelaba que desapareciesen las manchas de la Iglesia, y que en todas las naciones se llevase a cabo la reforma que ya se había realizado en España.
El articulista argentino don Alfredo Sáenz, escribe:
Y así fue como a pesar de las reticencias de la curia de Roma, el Papa se resolvió a convocar el concilio. Trento es obra netamente española. Más allá de su contenido estrictamente religioso, fue una obra imperial española. Lo fue no solo en su aspecto espiritual, sino incluso en sus aspiraciones políticas de unir a todos los pueblos de Europa bajo el mismo signo imperial.

Esta es la España que descubre América. Bien ha escrito Caturelli que no se trató de un mero "hallazgo". Hallar es, simplemente, dar con algo, chocar o topar con una cosa. Por tanto hallar no significa, necesariamente, descubrir, aunque descubrir debe siempre suponer hallar. El mero hallar no descubre no desvela, quedando lo hallado encerrado en su ser que permanece velado. De ahí que si fuera comprobado alguna vez que los vikingos llegaron a Groenlandia hacia el 982 y alcanzaron la bahía de Hudson y El Labrador, lo único que se probaría es que solamente "hallaron", toparon con algo sin hacerse cargo de su ser y su sentido, manteniéndolo ignorado.

Cristianismo y Cristiandad.

La conquista como evangelización

No se puede volver a los ojos a los orígenes de América sin tropezar con el pergamino de las Bulas Pontificias promulgadas por Alejandro VI, por las que aquel Papa donaba las tierras descubiertas y por descubrir, al tiempo que las demarcaba con precisión. Es que tras la noticia del Descubrimiento, los Reyes Católicos se habían dirigido al Papa con el objeto de plantearle sus dudas morales acerca de sus derechos para ejercer soberanía sobre las tierras recién descubiertas. En carta al Papa le habían solicitado la concesión de dicha soberanía dándole un motivo esencial que el Papa haría suyo como razón principal de dicha donación, a saber: la tarea de la evangelización de los pueblos descubiertos y por descubrir.

En la Bula "Inter Caetera", del 4 de mayo de 1493, señala el Papa que los dos caracteres propios de la gran empresa son,: ante todo:

La continuidad natural con la cruzada de la Reconquista española concluida con la toma de Granada y de la cual Colón había sido testigo; además el carácter misional que asume la persona del Almirante.

Respecto de lo primero, dice el Papa: "no dudo en concederos. . . aquello con lo cual podáis, con ánimo cada día más fervoroso, proseguir tal propósito. . . para honra del mismo Dios y extensión del imperio Cristiano".

Respecto del Descubridor, “destinareis al caro hijo Cristóbal Colón varón por todos conceptos merecedor y el más recomendable y apto para tamaña empresa (para que) buscara cuidadosamente, por el mar donde hasta ahora no se había navegado, tierras firmes e islas remotas y desconocidas”.

Como se ve, tanto el espíritu de la reconquista de España para Cristo como la misión de Colón, conllevan el mandato de la evangelización, a la que los Reyes Católicos están obligados.

En cuanto católicos; les dice que "tratéis de proseguir y asumir, en todo y por todo, semejante empresa, con ánimo impulsado por la fe ortodoxa, como a que queráis y debáis conducir a los pueblos que habitan tales islas y tierras a recibir la religión cristiana".
En esto, se unen el impulso de la Reconquista, la extensión del imperio cristiano y la obligatoriedad de la evangelización.

Los Reyes Católicos se habían comprometido a la evangelización de los indios. Pero tenían plena conciencia de los obstáculos. Por eso, ocho años después de las instrucciones a Colón, y cuando éste ya habla sido despojado de todo poder de gobierno, las instrucciones al Gobernador Ovando (1501) recogen las experiencias, algunas muy amargas, y tratan de controlar el comportamiento de los españoles. Dada la necesidad de supervivencia, reconocen y permiten el trabajo obligatorio de los indios, pagándoles el salario justo; pero, ante todo, reafirma que:
"Nos deseamos que los indios se conviertan a nuestra Santa Fe Católica y sus ánimas se salven, porque este es el mayor bien que les podemos desear, para lo cual es menester que sean informados en las cosas de nuestra Fe, para que vengan a conocimiento de ella; tendréis mucho cuidado de procurar, sin les hacer fuerza alguna, cómo los religiosos que allá están los informen y amonesten para ello con mucho amor, de manera que lo más presto que se pueda se convertían”.

Tal fue la respuesta del Papa a las dudas morales que los Reyes Católicos le habían planteado acerca de sus derechos.
El problema moral de "los justos títulos" siguió acuciando la delicada conciencia de los soberanos. El único título que los Reyes invocan una y otra vez ante el Papa, y el único que este acepta, es, el declarado propósito evangelizador.
Para quien desconoce las bases religiosas sobre las que descansaba la conciencia social de la Edad Media, aún vigente en España, la actitud de los Reyes resulta desconcertante, sino increíble.

Por supuesto que hubo también intenciones políticas, tanto en Fernando al pedir las Bulas, como en el Papa al concederlas, pero no se puede negar que Fernando puso lo mejor de su voluntad para cumplir el mandato evangelizador de la Conquista, y el papa Alejandro VI se apasionó sinceramente por la conquista espiritual del Nuevo Mundo.

Colón por su parte, fue consciente del sentido religioso de su empresa. En carta a los Reyes les dice:
"La sancta Trinidad movió a Vuestras Altezas a esta empresa de las Indias y por su infinita bondad hizo a mí
mensajero de ellos". Se sabia "Cristóforo", "el que lleva a Cristo". Desde el 12 de octubre siente Colón su descubrimiento como una ampliación del Occidente cristiano. Por eso a las tierras que descubre, dice,

"la primera que yo falle puse nombre Sant Salvador"; y a la segunda "puse Santa María de Concepción". Estaba convencido de que "toda la cristiandad debe tomar alegría" ya que tantos pueblos pueden ser incorporados" a nuestra sancta fe".

Los Reyes Católicos fueron fieles a su designio. "Nuestra principal intención - dejó dicho Isabel en su testamento- fue, al tiempo que le suplicamos al Papa Alejandro VI, de buena memoria, que nos hizo la dicha concesión, de procurar inducir y traer los pueblos de ellas, y los convertir a nuestra Santa Fe Católica, y enviar a las dichas Islas y tierras firmes, prelados y religiosos, clérigos y otras personas devotas y temerosas de Dios, para instruir los vecinos y moradores de ellas a la F e Católica y los adoctrinar y enseñar buenas costumbres.”. La Reina cierra ese magnífico documento con una súplica a sus sucesores "que así lo hagan y cumplan, y sea este su principal fin". No resulta, pues, extraño, que en las primeras instrucciones dadas a Colón, antes de su segundo viaje, se lea:

"Sus altezas, deseando que nuestra Santa Fe Católica sea aumentada y acrecentada, me dan y encargan al Almirante Cristóbal Colón que por todas las vías y maneras que pudiere procure e trabaje a trae a los moradores de las dichas islas y tierra firme a que se conviertan a nuestra Santa Fe Católica, y para ayuda a ello Sus Altezas envían allí el devoto padre Fray Builj juntamente con otros religioso que dicho Almirante consigo ha de llevar.”

Podemos así afirmar que fue el afán de conversión el que inspiró principalmente a la España idealista y heroica a la conquista de América, entrando en la empresa el misticismo como elemento histórico fundacional. Los Reyes que así hablaban se encuentran, para gloria nuestra, en las primeras páginas de la historia de América, suplicando a sus sucesores que cumplieran su intento como "principal fin" de la Conquista y población de nuestras tierras.
El Padre Alfredo Sáenz escribe:
Es cierto que en América encontraron cierto eco, desde el comienzo, como "semillas del Verbo". Cada cultura se mueve hacia Dios, en cierta manera. Y así hubo en algunos indígenas cierto conocimiento de Dios y de verdades naturales que podrían conducidos a la salvación, esbozos de la idea de un Dios uno, de la supervivencia allende la muerte, semillas de verdad. Pero al mismo tiempo, grandes obstáculos como la idolatría, el politeísmo, la magia, etc. Es preciso liberarlos de esos obstáculos mediante la evangelización. Los habitantes del Nuevo Mundo debían ser "nuevas criaturas", exorcizadas y bautizadas.

Pues bien, como ordenó Fernando en 1511: "Mandamos, y cuanto podemos encargamos a los de nuestro Consejo de Indias, que pospuesto todo otro respeto de aprovechamiento, e interese nuestro, tengan por principal cuidado las cosas de la Conversión y Doctrina... ". El principal cuidado del descubrimiento, la exploración y la conquista, que deja en segundo plano otros fines, perfectamente lícitos, siempre que no se transformen en absolutamente primeros y estén subordinados al fin principal, constituyó como el humus del cual surgieron dos tipos humanos en cierto modo irrepetibles: el conquistador y el misionero.
Entre los primeros Hernán Cortés, y Pizarro, don Pedro de Mendoza en Argentina, que recibió instrucciones de Carlos V en 1534 de llevar consigo a religiosos, y de que no haya de ejecutar acción alguna de trascendencia sin la previa aprobación de los mismos.
Don Alfredo Sáenz apunta eruditamente:
Así se pasó del logos sparmatikós (semillas del verbo) al logos pantós (la plenitud católica de la verdad).
Como resulta obvio, el propósito esencial de la Conquista no se hubiera alcanzado sin una verdadera compenetración de los dos poderes, el temporal y el espiritual, simbiosis que no conoce mejor ejemplo en la historia.
"El militar español en América tenía conciencia de que su función esencial e importante, era primera solamente en el orden del tiempo, pero que la acción fundamental era la del misionero que catequizaba a los indios. De otra parte, el misionero sabía que el soldado y el virrey y el oidor y el alto funcionario, no perseguían otros fines que los que el mismo buscaba". Ramiro de Maeztu

Esto diferencia sustancialmente la evangelización de América de otras evangelizaciones. Francisco Javier, por ejemplo, misionero sin duda santo, predicó incansablemente en la India, campanilla en mano, enseñando la doctrina y los mandamientos en los idiomas indígenas, trabajosamente aprendidos. Pero a su labor misionera le faltó el apoyo de un Gobierno como el español, el apoyo del poder temporal.
Resulta una constante histórica que solo en aquellas regiones donde la evangelización se realizó con la colaboración de los dos poderes, o mejor, del poder temporal y de la autoridad espiritual, sólo allí hubo cristiandades, es decir, pueblos cristianos, como en Filipinas, única nación del Oriente plenamente evangelizada. Escribe don Alfredo Sáenz.

En su magnífica obra "Política Indiana", su autor, Solórzano Pereira, comienza la parte que dedica a las cosas eclesiásticas y al Patronato con esta tajante afirmación: "La conservación y el aumento de la fe es el fundamento de la monarquía". El espectáculo de una Corona al servicio de una misión tan elevada, no dejó de entusiasmar al erudito escritor: "Si, según sentencia de Aristóteles solo al hablar o descubrir algún arte, ya liberal o mecánica, o alguna piedra, planta y otra cosa, que puede ser de uso y servicio a los hombres, les debe granjear alabanza, ¿de qué gloria no serán dignos los que han descubierto un mundo en que se hallan y encierran tan innumerables grandezas? Y no es menos, estimable el beneficio de este mismo descubrimiento habido respecto al propio mundo nuevo sino antes de mucho mayores, pues además de la luz de la Fe que dimos a sus habitantes, de que luego diré, les hemos puesto en vida sociable y política, desterrando su barbarismo, trocando en humanas sus costumbres luciferinas y comunicándoles tantas cosas tan provechosas y necesarias como se les han llevado de nuestro orbe, Y enseñándolos la verdadera cultura de la tierra, edificar casas, juntarse en pueblos, leer escribir y otras muchas artes de que antes totalmente estaban ajenos".

La España de la conquista fue un pueblo en misión. Toda España fue evangelizadora en el siglo XVI, lo mismo los reyes que los prelados y soldados, todos los Españoles del siglo XVI parecen misioneros.

La conquista como Cristiandad.

En segundo lugar España llevó a América la Cristiandad.

Las etapas de la Cristiandad

Gonzague de Reynold habla de cinco etapas de la Cristiandad.

Primero hubo una protocristiandad (SS. 1­111), Papas misioneros, catacumbas, Padres apostólicos.
Luego la primera etapa (preparación) con Constantino, Teodosio y Justiniano.
La segunda etapa (base) con Carlomagno.
La tercera etapa (SS. X­XI) con Oton 1.
La cuarta etapa (s. XII) con el sacro imperio.
La quinta etapa (S. XIII) con San Luis.
Para Cauterio habría también una sexta etapa de la cristiandad: El imperio medieval, apresado entre las garras del nominalismo filosófico, del voluntarismo teológico, del creciente naturalismo político, agoniza sin remedio.

Sin embargo, al mismo tiempo, en el extremo occidental de Europa, los cinco reinos ibéricos ("las Españas") se encaminan hacia su unidad al cabo de una guerra de ocho siglos. Tras los Reyes Católicos, Carlos V nos aparece como un discípulo de las ideas de su abuelo Fernando y como heredero de los profundos sentimientos de Universalidad cristiana que latían en el corazón de Isabel, escribe Menéndez Pidal, de Carlos hubo de aprender a su manera Felipe II, de quien cuenta Gracián que decía reverentemente ante el retablo de Fernando: A éste le debemos todo. En España cuaja la antigua noción romana del Imperio que consiste en considerar a todos los hombres como una gran familia. La cristiandad iberoamericana alcanzó su plenitud bajo el reinado de Felipe II.

Después de la ruptura de la Reforma protestante, la hispanidad de los Reyes Católicos, del Cardenal Cisneros y de los grandes Austrias, incluida Iberoamérica, constituía una cristiandad. Toda la sociedad hispanoamericana estaba impregnada del espíritu y la doctrina de la Iglesia y se expresaba en sus leyes, como puede verse por el admirable monumento de las Leyes de Indias, así como en sus instituciones tanto peninsulares como americanas, vividos por todas las capas de la sociedad.

Refiriéndose el descubrimiento de América y el propósito evangelizador, alguien ha dicho: "Era el prorrumpir vigoroso de la universalidad querida por Cristo, como se lee en S. Mateo, para su mensaje. Este, tras el concilio de Jerusalén, penetra en la Ecumene helenística del Imperio Romano, se confirma en la evangelización de los pueblos Germánicos y eslavos (ahí marcan su influjo Agustín, Benito, Cirilo y Metodio) y halla su nueva plenitud en el alumbramiento de la cristiandad, el Nuevo Mundo".

Cristiandad es pues: “la impregnación del entero orden temporal, la cultura, la política, la economía en la religión”.

La cultura

Desde el comienzo se advierte el anhelo de "crear cultura", inseparable de la evangelización. En 1544, el obispo Zumárraga, refiriéndose a la conveniencia de imprimir la doctrina, aludía al número de indios capaces de aprovecharse de la misma "pues hay tantos de ellos que saben leer", lo que demuestra se habla cumplido la Real Cédula de Fernando, de 1513, por la que se ordenaba que "todos los hijos de los caciques se entregaran a la edad de 13 años a los frailes franciscanos, los cuales les enseñaran a leer, escribir y la doctrina". Treinta años después haría necesaria la instalación de una imprenta, destinada a publicar libros para estos nuevos lectores. En 1552 un Concilio de Lima ordenaba a los clérigos tuvieran "por muy encomendadas las escuelas de los muchachos... y en ellas se enseñe a leer, y a escribir, y lo demás"

La labor de enseñar a leer y escribir a los indios fue verdaderamente ardua. Primero los misioneros debieron aprender la lengua de los naturales, para poder elaborar vocabularios y gramáticas que hicieran posible dicha docencia. Las Gramáticas, sermonarios y prácticas de confesionario que en los idiomas indígenas escribieron los religiosos son tan numerosos e importantes que bastan para constituir un monumento filológico sin par. La lingüística adquirió así una función netamente evangelizadora.

El lenguaje temporal expresaba el estadio propio de la conciencia indígena y en él habla de "encarnarse" el Verbo, "habitar" y hacerse indio. Solamente así había de desmitificar su mundo y, asumiéndolo, transfigurarlo en su nuevo ser cristiano. El misionero, que se expresaba en un lenguaje temporal alfabético desde hacía milenios, tenía ante sí un doble cometido: debía aprender el lenguaje pre alfabético del indio y, el mismo tiempo, con el propósito de fijar la doctrina, deba "encarnar",  traducir el mensaje en la propia lengua indígena.

Sobre todo este último propósito produjo un fenómeno extraordinario e irreversible sobre el cual no se ha llamado suficientemente la atención, como lo señala Caturelli: hizo ingresar casi de golpe la lengua indígena al estadio alfabético, dando origen así al fonetismo completo de las milenarias escrituras precolombinas. Un verdadero mestizaje cultural.
Los primeros encuentros fueron con gestos, mímica, ademanes, señas. Así se entendió Colón con algunos caciques. Pero el problema era insuperable mientras no se aprendiera la lengua, cuando lo que se quería transmitir era nada menos que las verdades elementales de la Revelación cristiana. Al principio, como los indígenas los veían gesticular así, tenían a los misioneros por enfermos o por locos. Ello demuestra la heroica urgencia por la evangelización de los primeros misioneros atacados por la "locura de Cristo". Sin embargo, era menester buscar medios más eficaces para la "encarnación" de la Palabra. Sí la fe entra el oído, y el oído debe escuchar la palabra de la predicación, era necesario aprender la lengua.

Entre nosotros es el P. Guillermo Furlong quien mejor ha estudiado la obra educadora de España en América, ampliamente diversificada. Había primero, dice, una instrucción hogareña, en las casas de las familias pudientes, de los encomenderos; luego una instrucción conventual, ya que casi todos los conventos tenían escuela aneja; instrucción parroquias; instrucción particular, en colegios especiales; instrucción misionera, como en las reducciones de indígenas.

En lo que respecta a la enseñanza superior, la Corona de España así dictaminaba: "Para servir a Dios nuestro Señor y bien público de nuestro Reinos, conviene que nuestros vasallos súbditos y naturales, tengan en ellos Universidades y estudios Generales donde sean instruidos y graduados en todas las ciencias y facultades, y por el mucho amor y voluntad que tenemos de honrar y favorecer a los de nuestras Indias, y desterrar de ellas las tinieblas de la ignorancia criamos, fundamos y constituimos en la ciudad de Lima de los Reinos del Perú y en la ciudad de Méjico de la Nueva España, Universidades, y estudios generales, y tenemos por bien y concedemos a todas las personas que en las dichas Universidades fueran graduadas, que gocen en nuestras Indias, Islas y Tierras Firmes del Océano, de las libertades y franquicias de que gozan en estos Reinos los que se gradúan en la Universidad y estudios de Salamanca" .

Ya en 1538, es decir, 46 años después del Descubrimiento, se fundaba la Universidad Real y Pontificia de Santo Domingo; en 1551 las de Lima y Méjico, a cuyo decreto de fundación acabamos de aludir; en 1573 la de Santa Fe en Bogotá, etc. . Y así, el siglo XVI, el primer siglo de la Presencia de España en América, veía la aparición de numerosas Universidades, alcanzando la vida intelectual un apogeo que luego nunca igualó. En 1613 se fundó la primera Universidad en territorio argentino, la de Córdoba.

El historiador argentino don Alfredo Sáenz afirma:

En nuestra tierra esa educación fue profunda. Sabemos que Santa Fe contaba con escuela desde 1581, Santiago del Estero desde 1585, Corrientes desde 1602 Córdoba y Buenos Aires desde mucho antes. Asimismo poco a poco se establecieron los estudios secundarios y finalmente los universitarios. Durante XVII y XVIII las escuelas es multiplicaron en la Argentina de manera asombrosa, al punto que el analfabetismo fue escaso o nulo. Las bibliotecas particulares que han podido ser reconstruidas, descubre que el grado de cultura de las clases superiores fue realmente de categoría. La decadencia comenzaría a partir de 1806, en coincidencia con el hecho de las Invasiones inglesas.

Ecos de esa cultura popular han llegado hasta nosotros gracias sobre todo al ímprobo esfuerzo de Juan Alfonso Carrizo, quien logró reunir en diversos volúmenes las viejas canciones de nuestra tierra. La poesía de nuestro pueblo fue un estupendo trasplante del cancionero español, un trasplante cultural. Los hombres de la Conquista trajeron en sus labios cantares de los siglos XVI y XVII, Y los volcaron acá. El natural los oyó y los canto, porque la religión y la común cultura habían realizado hacer de unos y otros un mismo pueblo. Carrizo recuerda que en 1931 oyó cantar en la Puna de Atacama, a cuatro mil metros de altura, a unos pastores que llevaban un ataúd en medio de la nieve: "i Señor San Ignacio, - alférez mayor, - llevas la bandera - delante de Dios!". Los centenares de poemas de elevada belleza teológica que Carrizo ha recopilado, digna de los Autos sacramentales., nos muestra el acervo cultural con que España supo impregnar a nuestro pueblo sencillo.

Se podría repetir también aquí aquello que dijera Chesterton tras visitar unos pueblitos de Castilla: "¡Dios mío, qué cultos estos analfabetos!" Las coplas son admirables: "El rico no piensa en Dios - por pensar en sus caudales; - pierde los bienes eternos - por los bienes temporales". Era la cultura evangelizada, o lo que ahora se ha dado en llamar "la evangelización de la cultura".

La política:

Asimismo el evangelio impregnó el campo de la política. La política se basa en la amistad. "En Cristo no hay Indio ni Griego, bárbaro ni es cita, sino solamente la nueva criatura que por el conocimiento de Dios se renueva conforme a la imagen de aquel que la crió" (San Pablo, Col 3, IC).

El caballero-conquistador fue, además, fundador, como ejecutor, más o menos fiel, de España fundadora. El acto de descubrimiento inicial y progresivo implicaba no solamente el fin principal de la evangelización, sino el de la fundación, también progresiva, de un nuevo Mundo. Por eso, desde el principio, en lo inmediato el conquistador, mediatamente España, ejercieron en diversos sentidos un acto fundacional.

Fundar viene de fundus, base. Fundar es poner la base, es asentar y también erigir, cimentar sólidamente. Mediante el mestizaje, la erección de ciudades, el establecimiento de las instituciones de gobierno, España funde la polis. Funda en fusión con el mundo precolombino. Fundación es también en este caso, nacimiento de algo nuevo, distinto, original, enraizado en la tradición greco-romana-ibérica y católica sobre lo originario. Por eso no puede negarse a España la maternidad histórica respecto de América.

Las autoridades políticas, existían allende y aquende el Océano. Dos fundamentales en España, la Casa de Contratación de Sevilla (erigida en 1503), que regulaba el despacho de navíos, y el Real Consejo de Indias (fundado en 1519), organismo referido tanto a lo civil como a lo religioso.

En Indias, los Virreyes; las Reales Audiencias para la justicia; los Gobernadores, que cuando cumplían a la vez funciones militares se llamaban Capitanes Generales, y cuando estas funciones les eran conferidas desde su designación, Adelantados.
Por fin los Cabildos, institución de fundamental importancia por su representatividad social. El mismo día de la fundación de una ciudad se creaba el Cabildo (con sus Alcaldes, no más de dos, y regidores, entre 6 y 12). Se trataba, en realidad, del antiguo municipio romano, persistente durante la reconquista de las ciudades españolas, y trasplantado a América con el mismo sentido de representatividad política que recuerde al carácter de la antigua poli s griega.
Pero con una diferencia propiamente "americana": incluía un distrito suburbano inmenso. A pesar de las, vicisitudes, que, a lo largo de la historia, hubieron de sufrir los Cabildos, ellos fueron, en el orden social y político, no sólo la base de las futuras provincias de las naciones iberoamericanas, sino el "lugar" físico, espiritual y moral de toda la vida política, y del "federalismo" americano, heredero del autonomismo de las ciudades de Castilla y Aragón.

El historiador sudamericano don Alfredo Sáenz asienta:
El proyecto religioso y cultural de España dejó sus huellas asimismo en el ámbito de la política, logrando entre nosotros una encarnación admirable en la figura de Remando Arias de Saavedra.

España no vaciló en mezclar su sangre con la sangre ardiente del nativo, dando así origen al hombre de la tierra. Por ejemplo, el Adelantado Domínguez Martínez de Irala, el primero en desposar a la india, haciendo respetar la descendencia habida de ella -casó sus hijas con los capitanes más distinguidos de la conquista-, fue seguido ampliamente por sus compañeros. Y así aparecieron las familias criollas y mestizas, una nueva aristocracia brotada de la tierra, a cuyos miembros Felipe 11 no reusó en conceder el título de hidalgos. El nacido de la tierra virgen, heredero de la tradicional caballerosidad española, en constante batallar con la selva y el indio, aprendió a dominar diestramente el caballo, el lazo y las boleadoras; fue ese tipo de hombre sufrido menospreciador de lar cosas materiales, ajeno a la Epidemia del oro. Don Quijote, afirma R. de Maeztu, encontró su Prolongación en Martín Fierro y Don Secundo Sombra. Hernando Arias es el representante genuino de este nuevo tipo de hombre. Paraguay fue quizás el. primer lugar de América donde el nacido de la tierra alcanzó a tomar el poder en la persona de Hernando Arias. Nació en Asunción, en el año 1560, de dos familias de la nobleza hispánica; su padre, Suarez de Toledo, pertenecía a la raza de los conquistados; su madre, de Sanabria y Calderón, era una mujer de temple indomable; su hermanastro, don Hernando de Trejo, el primer obispo criollo del Tucumán propulsor de la Universidad de Córdoba.

Elegido reiteradamente como Gobernador del Paraguay, tuvo, Hernando Arias, el temple de un auténtico conquistador, victorioso en innumerables batallas, con lo que hizo posible la navegación sin sobresaltos desde Asunción hasta el Río de la Plata. Enfrentó así mismo con notable clarividencia y arrojo la Penetración portuguesa en Buenos Aires y el Paraguay. Pero fue al mismo tiempo un juez ejemplar. Según la vieja tradición hispánica, la justicia no se reducía como ahora a la aplicación casi automática de determinado artículo de cierta ley a cierto caso concreto, sino que en cada alegato, en cada sentencia los jueces se remontaban a las fuentes mismas de la moral y el derecho. Cada administrador de la justicia se sentía en alguna forma revestido "de la dignidad del legislador, porque en cada dictamen apelaba de la letra de la ley al espíritu y propósito que la inspiraron. Habían aprendido de S. Tomás que la ley había de ser justa, y la ley que no es justa no es ley, sino iniquidad. Hernando Arias fue un juez de ese estilo, velando por la aplicación de la justicia en todos los campos y particularmente en el ámbito de las encomiendas. Solórzano ha explicado bien lo que realmente fueron las encomiendas, destruyendo la leyenda que quiso contraponer la bondad y abnegación de los misioneros a la codicia y crueldad de los encomenderos. Las encomiendas fueron nuestro modo de feudalismo, es decir, una escuela de vida y de honor, al mismo tiempo que el brazo secular para el adoctrinamiento de los indios. Hernando Arias salió al paso de los excesos de algunos encomenderos legislando al respecto admirablemente.

Propulso así mismo la cultura y en este sentido fue un verdadero educador. No sólo fundó numerosos colegios sino que sobre todo trató de elevar al Indio a la vez que contribuyó a su evangelización, colaborando para ello estrechamente con Martín Ignacio de Loyola, sobrino de S. Ignacio y obispo de Asunción, y más aún con el franciscano Fray Luis Bolaños, su amigo predilecto, con quien inició la instalación de los primeros pueblos de indios, labor para la que luego llamó también a los jesuitas, quienes llevarían a cabo esa obra de arte de la pastoral que fueron las reducciones guaraníticas. Gracias a Hernando Arias se fundaron numerosas poblaciones, desde S. Ignacio Guazú, en la actual Paraguay, hasta Baradero, en la actual provincia de Buenos Aires. Rara era la carta que no insistiera ente el monarca -nada menos que Felipe 11, en ocasiones-, para que enviara más religiosos en pro de tan ardua labor. Numerosos testimonios certifican que regalaban de su propio peculio campanas retablos etc. Y al mejor estilo de los señores medievales consideró un timbre de gloria edificar templos para la honra de Dios y la santificación de las almas.

El día en que se adecente nuestra galería de Próceres, Hemando Arias figurará allí como uno de los más nobles. Cuarenta años de guerra, en un campo que tuvo por escenario la selva paraguaya y la extensa pampa argentina, recorrida sin descanso, conociendo toda la gema de los sufrimientos físicos, desde las heridas en el combate, hasta la fiebre del pantano que le desfiguró el rostro y le quitó el sentido de la audición, así como de los sufrimientos morales, desde la crítica de conventillo hasta la calumnia de gran nivel. Protector de ciudades, colaboró activamente en la fundación de Buenos Aires -no olvidemos que estaba casado con la hija de Juan de Garay -, Concepción del Bermejo y Vera, de las Siete Corrientes.
Defensor celoso de las fronteras frente al agresor portugués, sólo desenvainó su espada para defender las buenas causas; en los Paréntesis de sus luchas no tenía reparos en tomar las herramientas del albañil para colaborar en la construcción de una iglesia, un hospital o una escuela. Ningún personaje de la Conquista reúne con Hernando Arias las admirables dotes de la virtud heroica en más alto grado, juntamente con las cualidades distintivas del estadista, Y. todo ello en admirable equilibrio. Fue caudillo, soldado, Gobernador y juez, tan amado que, según se decía en una carta firmada en 1610 por los capitulares de Asunción, "no hay viejo ni mozo que no lo tenga representado en el alma, padre verdadero de la tierra". Un auténtico caballero, encarnación misma de la Hispanidad en el campo político.

La economía:

A continuación voy a reproducir las ideas del analista de la historia don Alfredo Sáenz, porque su cuadro comparativo de la economía vista y efectuada por los dos polos opuestos de Occidente es perfectamente clara.

“Si se quita la intención evangelizadora, la conquista de América aparece -y así se la querido reiteradamente mostrar- como el caso de un pueblo poderoso que se enfrenta con pueblos débiles, los vence, los explota lo más posible, y de este modo acrecienta el patrimonio de la Corona y las posibilidades mercantilistas de la Metrópoli. En una concepción semejante, los aspectos religiosos pasan a ser anecdóticos, o también expresión del "atraso secular" de España”.

La visión protestante y angloamericana de la historia, así como la Leyenda Negra antiespañola, ven la Conquista desde este punto de vista parcial y malévolo.

La especificidad de la Conquista española resplandece cuando se la compara con la colonización británica. Vicente Sierra lo ha señalado con claridad. Resumamos lo principal de su desarrollo.

He aquí un cuadro comparativo de las respectivas conquistas entre España e Inglaterra.
Entre un estado católico y un estado hereje protestante.

La historia nos muestra cómo España incorporó Provincias, Inglaterra instauró colonias. Esto cobra evidencia en algo bien concreto y hasta sintomático:

La colonización inglesa fue siempre costera, instalando factorías junto al mar, la española es preferentemente mediterránea. Basta ver el mapa de nuestra América y la ubicación de sus ciudades antiguas, y comparado con el mapa político de la India, por ejemplo.
Sólo España se transfundió de veras, penetró las selvas, atravesó las montañas; a todos buscó para anunciar la buena nueva. La colonización inglesa no se dirigió al hombre para elevarlo sino en vista de posibles negocios.

Ello explica por qué Inglaterra, cuando necesito salir de la metrópoli e iniciar su política colonial, no intentó transmitir a sus nuevos súbditos las líneas esenciales de su espíritu y de su cultura, y mucho menos difundir sus ideas religiosas, por eso durante largo tiempo no llevó misioneros consigo.

Inglaterra condujo adelante su tarea con ausencia de controles religioso o éticos, lo que permitió la eclosión de la mentalidad capitalista: en vez del "justo precio", noción anclada en la visión tomista y católica, la búsqueda de gananciales cuanto más mejor, sobre la base de un nuevo tipo de ascetismo de carácter laico, basado en el hedonismo.
Cuando Montesquieu, apóstol del liberalismo, sobre el cual tanto influyeron las ideas británicas, se refiere a la significación de la actividad colonial, enseña: " El objeto de colonias es hacer el comercio en mejores condiciones que con los pueblos vecinos, con los cuales todas las ventajas son recíprocas" Hay en todo esto un claro influjo de las ideas calvinistas, con su exaltación del trabajo y del consiguiente beneficio.
La obtención de riquezas comienza a ser un fin, e incluso un signo de predilección divina, idea básica judaica, mientras que la pobreza es considerada como un signo de fracaso, hasta de castigo divino.

Por eso no hay que extrañarse que el desarrollo económico haya sido mayor en los países protestantes que en los católicos. El espíritu del capitalismo liberal habría sido imposible con una iglesia Católica fuerte porque ella nunca consideró la economía como un menester ajeno a la moral.
La influencia de la Reforma, especialmente en su versión calvinista, sobre las ideas políticas abrió paso el liberalismo económico, y este rompió el equilibrio de la Cristiandad en pro de la obtención de ganancias. En adelante el fin primario sería crear y acumular riquezas.

España, signada por la Contrarreforma, está en las antípodas de Inglaterra.

La Contrarreforma no fue sólo una reacción negativa contra la herejía, sino la decisión de superar las tendencias paganizantes del Renacimiento que condicionaban a vastos sectores eclesiásticos, para restaurar el primado religioso, una vez liberada la Iglesia de los dos grandes peligros del momento, la herejía del modernismo; enfrentar el desafío de los tiempos nuevos.

Inglaterra y España, son dos universos antitéticos.

Cuando Inglaterra canta el comercio de esclavos "que eleva hasta la pasión el espíritu de empresa comercial, forma excelentes marinos, y produce enormemente dinero", España goza con los Autos sacramentales.

Son dos mundos distintos, quizás con la diferencia que media entre cosmovisión del mundo moderno y la de Cristiandad. Por eso mientras Inglaterra disminuye al máximo los días de fiestas religiosas, en aras de la productividad, España castiga severamente a los encomenderos que los violan. Este diverso concepto de las festividades muestra gráficamente la diferente manera con que la Reforma y la Contrarreforma encaran la existencia.
Frente a una Inglaterra que en ocasiones entregó directamente a compañías Comerciales la soberanía política de las zonas de colonización, España insistió una y otra vez sobre el justo precio, tratando de poner en contacto directo al productor y al consumidor.
La teoría del justo precio no es sino la aplicación del carácter evangelizador de la Conquista al área economía.

No es que España se desinteresase completamente de la economía. Porque podría parecer que el hecho de servir un ideal absoluto, implicase el desprecio por los ideales relativos de riquezas o placeres con que otros se satisfacen. No fue así, ya que un absolutismo que excluyese de sus miras lo relativo y lo cotidiano, sería menos absoluto que el que logra incluidos.
Sólo que la visión hispánica consideraba relativo a lo relativo y absoluto a lo absoluto.

La expresión de Franklin “time is money”, no debe ser tomada a la ligera porque en esa concepción del mundo y de la vida, el tiempo donde el hombre cumple su esfuerzo y ruge el león de la competencia, debe conducir al "oro" del poder terreno.
Este espíritu es la antítesis de la España tradicional y lo contradictorio del espíritu iberoamericano.

La futura declaración de la Independencia (1776) y la imponente expansión territorial posterior, en buena parte a costa de Méjico (1846-1848), pone las bases del hijo predilecto de aquella Inglaterra: Su “Destino Manifiesto”. Si se piensa que de los 65 firmantes de la declaración de la Independencia, 53 eran Masones, se comprende porque el mito “iluminista” del progreso indefinido con cierto sentido de soteriología terrena, ha sido y es la médula misma de los Estados Unidos.

LA DEMOCRACIA DE LOS ESTADOS UNIDOS DE AMÉRICA ESTÁ RADICADA EN LA CONCEPCIÓN PROTESTANTE DEL HOMBRE Y DEL MUNDO.

Es evidente que de la España de la Reconquista, de la Contrarreforma, de los Autos Sacramentales, del Concilio de Trento, de la Compañía de Jesús, de Vitoria, no podía surgir una mera colonización económica sino una misión; así como de la Inglaterra Puritana, de los saqueos a los bienes de la Iglesia, de los piratas y corsarios, de la "economía política", no podía salir una misión sino una colonización.

Por cierto que tanto Fernando como sus sucesores se preocuparon también por importar oro de sus Provincias de ultramar, ya que, como ordenaba el primero, "que ningún oro esté allá holgando en ningún tiempo". Los necesitaban para sus necesidades internas, así como para costear la misma evangelización y promoción de las nuevas tierras.
Para ello Fernando fundó la Casa de Contratación, pero en modo alguno la concibió como totalmente independiente de la realidad espiritual de la España de entonces, de la España de las Bulas misionales. Cuando en 1511 reunió a los miembros del Consejo de Indias para referirse a ese tema, se expresó en los siguientes términos:
 "Siendo la obligación y cargo, con que somos Señor de las Indias, ninguna cosa deseamos más que la publicación y ampliación de la Ley Evangélica, y la conversión de los Indios a nuestra Santa Fe Católica. Y porque a esto, como al principal intento que tenemos, aderezamos nuestros pensamientos y cuidados: Mandamos, y cuanto podemos, encargamos a los de nuestro Consejo de las Indias, que pospuesto todo otro respeto de aprovechamiento, e interesse nuestro, tengan por Principal cuidado las cosas de la Conversión y Doctrina, y sobre todo se desvelen y ocupen con todas sus fuerzas y entendimiento en proveer ministros suficientes para ello. . . De manera que cumpliendo Nos en esta parte, que tanto nos obliga, y a que tanto deseamos satisfacer, los de dicho Consejo descargarán sus conciencias, pues con ellos descargamos Nos la nuestra". La posición es clara: hay que ocuparse, como resulta obvio, de los problemas económicos, pero ante la labor misional es preciso posponer "todo otro respeto de aprovechamiento e interesse nuestro", pues el principal y final deseo e intento es la conversión y adoctrinamiento de los indios”.


Un caso concreto tipifica dicha tesitura sin equívoco posible. Cuando en cierta ocasión los cortesanos le dijeron a Felipe II que la conquista de las Filipinas costaba mucho dinero sin rendir nada en cambio, el adusto rey repuso:
"Si no bastaren las rentas de Nueva España a mantener una ermita, si más no hubiere, que conservara el nombre y veneración de Jesucristo, enviaría las de España con que prorrogar el Evangelio. . . No se ponga ningún motivo que toque interesse, sino los más universales". ¿A qué "universales" se refiere? Lo había dicho poco antes: "la concesión pontificia de aquellas tierras para evangelizar" .

Naturalmente que no todo fue trigo limpio. Hubo bandidos, estafadores, mercaderes inescrupulosos, explotadores. Pero, como escribe Ramiro de Maeztu, "aunque es muy cierto que la Historia nos descubre dos Hispanidades diversas, que Herriot recientemente ha querido distinguir, diciendo que era la una la del Greco, con su misticismo, su ensoñación y su intelectualismo, y la otra de Goya, con su realismo y su afición a la 'canalla', y que pudieran llamarse también la España de Don Quijote y la de Sancho, la del espíritu y la de la materia, la verdad es que las dos no sin sino una, y toda la cuestión se reduce a determinar quién debe gobernar si los suspiros o los eructos".

Nuestro desgaje de España:

¿Cómo puede ser entendido nuestro desgaje del tronco hispánico, nuestra separación política de España? Es que la España del S. XIX ya no era la de los Reyes Católicos, ni la de Carlos V o Felipe 11. Como bien dice de Maeztu, "de las incertidumbres hispanoamericanas del S. XIX tiene la culpa el escepticismo español del S. XVIII".

La España a de aquel siglo conoció una gran decadencia. Ante todo en la monarquía. Y a desde la introducción de la casa de Borbón, a comienzos del S. XVIII, comenzó un Proceso de ablandamiento que se ahondaría trágicamente en el siglo siguiente.

Decadencia asimismo en la aristocracia. “El hidalgo de los siglos XVI y XVII recibía una educación severa y disciplinada de modo que el pueblo recibía de buena gana su superioridad, pero cuando dicha educación se hizo notoriamente muelle, Y al espíritu de servicio sucedió el de privilegio como dice de Maeztu, los caballeros se convirtieron señores primeros, y en señoritos después, no es extraño que el pueblo les perdiera el respeto. En la segunda mitad del S. XVIII gobernaron aristócratas masones, cuyo propósito último era dejar a España sin religión. Por supuesto que la impiedad no entró en España blandiendo ostensiblemente sus principios, sino en secreto. Durante muchas décadas los nobles siguieron rezando su rosario. Pero empezaron por envidiar el fasto y la pujanza de las naciones extranjeras, principalmente si eran protestantes: de la flota y el comercio de Holanda e Inglaterra, de los encajes y lujos de Versalles. Después se asomaron en actitud acoquinada a los autores extranjeros, comenzando por el antihispanista Montesquieu, hasta llegar a experimentar vergüenza por la gesta evangelizadora de los Habsburgos”. Ramiro de Maeztu

España siempre se había caracterizado por exaltar el auténtico humanismo.

“Cuando en 1509, Alonso de Ojeda desembarcó en las Antillas, no les dijo a los indios que los hidalgos leoneses eran de una raza superior, sino esto: "Dios nuestro Señor, que es único y eterno, creó el cielo la tierra un hombre y, una mujer, de los cueles vosotros, yo y todos los hombres que han sido y serán en el mundo, descendemos". A los ojos del español antiguo, todo hombre, cualquiera que fuese su posición social, su carácter o nación, era siempre un hombre. Este humanismo clásico era de origen religioso, es la doctrina del hombre que enseña la Iglesia pero penetró tan profundamente en las conciencias de los españoles, que todos lo aceptaron como alto obvio. En cambio ahora se iba introduciendo el nuevo humanismo, el del Renacimiento que resucitaba el viejo criterio de Protágoras según el cual el hombre es la medida de todos las cosas. Bueno es lo que al hombre la perece bueno, lo que le es verdadero, lo que cree verdadero, lo que le satisface. La verdad y el bien perdieron su condición de trascendentales para troncarse en relatividades, solo existentes en relación al hombre. Y el español es siempre tajante: o cree en valores absolutos o deja de creer totalmente, como si para él hubiese sido hecho el lema de Dostoiewski: o el valor absoluto o la nada absoluta. Cortose así la tradición ibérica, en pro del inmanentismo iluminista del Siglo XVIIII, que corrompió el alma de España, disolviéndose la visión de la temporalidad histórica cristiana en la del temporalismo secularizante propia del liberalismo iluminista. Al absolutizar los Valores seculares, la nación misionera acabó por negarse a sí misma, el Imperio se trocó en metrópoli de colonias”.

“Quizás uno de los hechos más trágicos grávidos de consecuencias del siglo XVIII fue la expulsión de la Compañía de Jesús de todas las naciones de Europa. Intereses bastardos, como la avaricia del marqués de Pombal, que quería explotar, en sociedad con los Ingleses, las misiones Guaraníticas de la orilla izquierda del río Uruguay, y al amor propio de la marquesa de Pompadur, que no podía perdonar a los Jesuitas se negasen a reconocerle en la corte una posición oficial, cual querida de Luis XV, fueron los métodos que utilizaron los jansenistas y los "filósofos" para atacar a la Compañía. El conde de Aranda los ayudó desde España. "Hay que empezar por los jesuitas como los más valientes", escribía D'Alembert a Chatolai. y Voltaire a Helvecio, en 1761 "Destruidos los jesuitas, venceremos a la infame".

La infame, para él, era la Iglesia. El hecho es que la expulsión de los jesuitas de todas las tierras dependientes de la corona Española produjo en numerosas familias criollas un sentimiento de profunda aversión para con la Madre Patria.

Por su parte, se avergonzaba más y más de sí misma. Si en el siglo pasado Castelar pudo escribir:" No hay nada más espantoso, ni más abominable, que aquel gran imperio español que era un sudario que se extendía sobre el planeta", hemos de pensar que ya en el siglo XVIII los propios funcionarios españoles, contagiados por las pasiones, de la Enciclopedia, empezaron a propagar, tales ideas deprimentes. Y así Ramiro de Maeztu pudo llegar a afirmar taxativamente que fue de España de donde salió la separación de América. La crisis de la Hispanidad se originó en España. En los camarotes de los barcos españoles viajaban ahora los libros de la Enciclopedia francesa. La Casa borbónica propiciaba un nuevo proyecto basado en los negocios y la explotación de los recursos. “Las Indias dejaron de ser así el escenario donde se realizaba un gran intento evangélico para convertirse en codiciable patrimonio”.

Un erudito ingles Cecil Jane, desarrolla no hace mucho la tesis de que la separación de América se debió a la extrañeza que a los criollos produjeron las novedades introducidas en el gobierno de nuestros países por los virreyes y gobernadores del siglo XVIII, destruyendo el fundamento mismo de la lealtad americana. "Desde ese momento ganó terreno la idea de disolver la unión con España, no porque fuese I odiado el Gobierno español, sino porque parecía que el Gobierno había dejado de ser español, en todo, salvo el nombre". Algo semejante afirmó entre nosotros Juan Manuel de Rosas y su ministro Anchorena.

La mayor responsabilidad recae pues sobre la España Gobernante en general, que al renegar de sí misma, con la esperanza de agradar a las naciones enemigas y sobre todo a Francia. Sintomático es en este sentido lo que el conde de Aranda escribía a al de Florida Blanca, ambos grandes maestres masones del Gran Oriente francés, en 1776:
"Rousseau me dice que, continuando España así, dará la ley a todas las naciones, y aunque no es ningún doctor de la Iglesia, debe tenerse por conocedor del corazón humano, y yo estimo mucho su juicio".

Generaciones sucesivas de españoles se fueron educando en la vergüenza de ser español, en la envidia a la Francia revolucionaria, y en la más supina ignorancia del sentido de la gesta americana. Según el estudioso inglés Cecil Jane, antes citado, en las guerras de la independencia los hispanoamericanos combatieron en buena parte por los principios españoles de los siglos XVI y XVII contra las ideas de explotación económica que llevaron a América los virreyes y funcionarios de Fernando VI y Carlos III.

La situación queda caracterizada en un hecho que no deja de ser llamativo: Morillo, el general de Fernando VII, era volteriano y Bolívar, en cambio, aunque iniciado en la masonería cuando joven, proclamaba en Colombia en 1827: "La unión del incensario con la espada de la leyes la verdadera arca de la alianza". Por cierto que los primeros revolucionarios de hispano América, educados en el espíritu de la Revolución Francesa, hubieran podido hacer suya aquella frase de un francés de aquel tiempo: "Vosotros no sois hijos de España; sino que sois los hijos de la revolución francesa" Pero también hubiesen podido repetida numerosos españoles, que gozaban oyendo la Marsellesa, el primer himno que no nombra a Dios.

El destino de Iberoamérica

Hace poco se han celebrado los 500 años del Descubrimiento de América, muchos trataron de darle a la gesta una interpretación torva y siniestra, mediante la exhumación de los vacuos prejuicios empleados por la "Leyenda Negra".
Interesante resulta recordar a este respecto que fue el español Julián Juderias quien publicó, en 1914, la primera edición de "La Leyenda Negra", paradójicamente inspirado en un sentimiento patriótico. Había llegado a la conclusión de que los prejuicios Protestantes, primero, y revolucionarios después, crearon y mantuvieron la leyenda de una "España inquisitorial ignorante, fanática, incapaz de figurar entre los pueblos cultos", lo mismo ahora que antes; y como esas ideas ofendían su patriotismo escribió su obra con el propósito de mostrar que los españoles sólo habían sido intolerantes y fanáticos cuando los demás pueblos de Europa también hayan sido tales, y que se debía estudiar a España sin fobias y prevenciones.

Frente a ello, hay que salir por los fueros de la verdad conculcada, evocando a la reconstrucción de lo destruido. Es preciso rehacer la Hispanidad. Como bien dijo Ramiro de Maeztu, "la obra de España, lejos de ser ruinas y polvo, es una fábrica a medio hacer, como la Sagrada Familia de Barcelona, o la Almudena, de Madrid, o si se quiere, una flecha caída a mitad de camino, que espera el brazo que la recoja y lance al blanco, o una sinfonía interrumpida, que está pidiendo los músicos que sepan continuarla”.

Se va haciendo cada vez más apremiante volver a descubrir a América, es decir, quitarle sus maquillajes, sus disfraces y máscaras falaces, para poder reencontrar su verdadera esencia. Afirma de Maeztu que, por desgracia, la mayor parte de los países de Hispanoamérica parecen tener ahora dos patrias ideales, aparte de la suya. La una es Rusia soviética; la otra, los Estados Unidos. Son los dos grandes señuelos actuales.
Para las masas, los obreros, los universitarios de izquierda, la revolución bolchevique; para los políticos y los economistas, los empréstitos norteamericanos. O el culto de la revolución o la adoración del bienestar. Dividida su alma por estos ideales antagónicos, ambos exóticos, extranjeros a su alma, los pueblos hispánicos no hallaran sosiego sino cuando se reencuentren con su vocación inicial, cuando retornen a su centro de gravedad, que es la hispanidad. "Noli foras ire - decía Ganivet, parafraseando S. Agustín-; in interiore Hispanae habitas veritas".

¿Porque los pueblos hispánicos estamos tan exangües y deslucidos, pesando tan poco en el concierto universal de las naciones? Porque hemos dado la espalda a las fuentes. Buscando ser originales, acabamos por perder nuestra originalidad. Porque lo original ¿no es acaso lo originario?

Habría, que actualizar lo de Maeztu. Desaparecida Unión Soviética, solo parece quedar el NOM (Nuevo Orden Mundial). Frente a él nuestro bloque. No Panamericanismo, ni Latinoamericanismo, ni Indoamericanismo.

Los argentinos hemos de ser más argentinos; los colombianos más colombianos, los mexicanos más mexicanos. Y no lo lograremos sino somos a la vez más hispánicos, pues la Argentina, México y Colombia son, es cierto, nuestras respectivas tierras, pero la Hispanidad es nuestra común raíz espiritual, el mismo que la condición de nuestra presencia peculiar en el mundo. Debemos retomar la antorcha de nuestra misión, una misión interrumpida por el espíritu de la Revolución moderna, de la Revolución anticristiana, retomar las esencias de los siglos XVI y XVII: su mística, su religión, su moral, su derecho, su política, su arte, su función civilizadora, Para Proyectamos a la construcción de un futuro mejor. Se trata de una obra a medio hacer, de una misión inacabada.

De Maeztu propiciaba la reaparición de "los caballeros de la Hispanidad", también de los poetas, ya que no hay nación sin poesía: "Si la plenitud de la vida de los españoles y de los hispánicos está en la Hispanidad, y de la Hispanidad en el recobro de su conciencia histórica tendrán que surgir los poetas que nos orienten con sus palabras mágicas ¿Acaso no fue un poeta quien asoció por vez primera las tres palabras de Dios, Patria y Rey? . . Nuestros guerreros de la Edad media crearon otra que fue talismán de la victoria: i Santiago, y cierra España! En el siglo XVI pudo crearse, como lema del esfuerzo hispánica, la de: "La Fe y las obras. . . "Los caballeros de la Hispanidad tendrán que forjarse su propia divisa. Para ello pido el auxilio de los poetas.

Iberoamérica está en estado de vigilia ante el amanecer que llega y que en cierto modo lleva consigo. Así parecían haberlo instituido lo compañeros de Colón, cuando ya visible el alba, cada noche, hasta el amanecer del 12 de octubre, rezaban presididos por el Almirante.

Nota:
Entre los escritos que he recibido ha llegado este hermoso y completo texto sobre la Hispanidad sin el nombre de su autor. Merece la pena publicarlo en este Blog, aunque sin firma.
Editó LUIS OZDEN
luisozden@gmail.com

lunes, 23 de diciembre de 2013

EL CURA JOSÉ MARÍA MORELOS Y PAVÓN







LA REVOLUCIÓN DE 1811 A 1819
Mi intención al relatar estos datos sobre la revolución de Independencia es  hacer un esbozo de los personajes que el Partido Liberal Mexicano  presenta como héroes nacionales.
Después del ajusticiamiento del cura Miguel Hidalgo, Ignacio Allende, Juan Aldama  y José Mariano Jiménez en la ciudad de Chihuahua, entre junio y julio de 1811, siguieron sus relevos en la Revolución liberal que buscaba la independencia del antiguo Virreinato de la Nueva España, separándolo por medios violentos de la Corona Española.  Dos jefes revolucionarios fueron los principales relevos; el cura José Ma. Morelos y Pavón, y Francisco Javier Mina.
El también sacerdote (cura) José Ma. Morelos y Pavón, nacido en la ciudad de Valladolid, Michoacán el 30 de septiembre de 1765, de padres buenos católicos, ingresó en 1790 al Colegio de San Nicolás del que era  rector el cura Hidalgo, permaneciendo allí cinco años para merecer su nombramiento de bachiller en la ciudad de México; en 1797 era ya presbítero. Como muchos otros curas del Virreinato se entusiasmó por las ideas liberales que circulaban entre los criollos ignorantes del fondo y origen que contenían. Así que en 1810 resolvió buscar a Hidalgo quien ya iniciaba su obra de destrucción del Orden Cristiano. El hecho es que en el pueblo michoacano de Charo, después de una larga entrevista, a fines de octubre de ese año, Hidalgo le extendió un nombramiento que registra la Historia:
“Por la presente comisiono en toda forma a mi lugarteniente el Br. José María Morelos, cura de Carácuaro, para que en la costa del sur levante tropas, procediendo con arreglo a  las instrucciones que le he comunicado”. (1)
Pero Hidalgo había concedido igual jefatura a otros tres individuos: Ignacio López Rayón y su hermano José Ma. Para hacerse cargo de las tropas que aquel había dejado en Saltillo, un segundo grupo a los hermanos Villagrán, arrieros ignorantes y crueles, para operar en el Bajio y comarcas aledañas del centro del país, y el tercero, a Javier Osorno ladrón de caminos, comisionado en  la región del norte de Veracruz, quienes se repartirían los territorios de Nueva España para revolucionarlos.
José Ma. Morelos era otro de los cientos de sacerdotes del Virreinato, cuya vocación religiosa era superficial y equívoca, porque en el fondo había rebeldía a toda disciplina, especialmente para imitar a Jesucristo, guiando espiritualmente a las ovejas del Maestro. Las ideas de la Ilustración habían llenado su mente poco profunda, del deseo romántico de Libertad, Igualdad y Fraternidad  universales,  si bien en cura Morelos era de inteligencia viva, su cultura general era menos que mediocre; debiendo valerse de otros para suplir esa deficiencia.  Sin embargo, tenía las cualidades humanas de la actividad física y la estrategia en el combate, las que le darían ventajas militares en poco tiempo.
Primera campaña:
Antes de finalizar el año de 1810, el cura Morelos, ya contaba con más de tres mil seguidores entre ellos, los hermanos Hermenegildo, José Antonio y Juan José Galeana, así como sus sobrinos Pablo y Luis Galeana. Junto con éstos, estaba un oscuro peón que con el tiempo llegaría hasta la presidencia de la república; Vicente Guerrero Saldaña. También se unió  a Morelos otro cura como él; Mariano Matamoros y Orive, de la ciudad de México, ordenado sacerdote en 1796 a sus 26 años de edad, quien por sus ideas revolucionarias era perseguido, así que formando parte de las tropas de Morelos, salvaría momentáneamente su vida. Además, el cura Matamoros tenía dotes para el combate por lo que recibió el grado de coronel quedando custodio del pueblo de Izucar. (2)
En un solo combate, Morelos cumpliría su primera campaña revolucionaria, es decir; de pillaje, de destrucción del orden y la riqueza establecidos en la parte sur de la provincia de México. ¿Conservaría algún resto de mansedumbre sacerdotal y vería minorar toda inútil efusión de sangre y destrucción de la Riqueza pública? (3)
El historiador don Lucas Alamán en su “Historia de México” escribe refiriéndose al cura Morelos: “Por desgracia, entre las cualidades de Morelos, no se contaba la generosidad para con los vencidos. Su rostro torvo y ceñudo era la expresión de aquella crueldad calculada con que fríamente volvió sangre por sangre, y cobró a sus enemigos, centuplicados, los males que de ellos recibió”. (4)
Para finales del año 1811, Morelos había derrotado a tres jefes realistas y ocupado casi todo el territorio del actual estado de Guerrero, con ayuda los  hermanos  Nicolás y Miguel  Bravo.
Entonces se acercaron a él los intelectuales de la Revolución, el cura volteriano Dr. José Ma. Cos Pérez y el impío Lic. Carlos Ma. Bustamante, para escribir a Morelos, sus discursos y redactar las actas del Congreso itinerante. Se acercaron, también, otros asesores yanquis que nunca le faltaron, para enardecer su anti españolismo,  todos estos eran los agentes de aquellos que la dirigían la Revolución  y que  obedecían los lineamientos de la Logia de Charleston, al fin y al cabo la directora de la revolución en Nueva España. 
Segunda campaña:
Si su antecesor  Miguel Hidalgo, había mandado asesinar a los españoles que no eran masones y destruir cuanta riqueza se  le atravesaba; Morelos  lo superó en toda clase de crímenes.
El historiador don Antonio Gibaja y Patrón escribe lo siguiente:
 “Me refiero a la penuria y  a las calamidades que pesaron sobre los mexicanos sitiados y sitiadores y a la población, que sufrieron horriblemente en Cuautla”:
“Morelos se aproximó de victoria en victoria a la villa de Cuautla en donde fue sitiado por las fuerzas del general Félix Ma. Calleja del Rey, fue un sitio de 60 días que sitiados y sitiadores no descansaron ni un solo momento. ¿Para qué? Estos dos ejércitos en guerra por más de cien años, ambos de mexicanos, la contemplaremos muchas veces en la historia de México. Todo para humillar a esta nación, porque el judaísmo y los gobiernos de los Estados Unidos la han uncido a infame jugo para esclavizar a sus hijos, para hacerles arrostrar la fama más degradada con que esos gobiernos y su pueblo llaman a los mexicanos; ladrones y bandidos”
Varios soldados de Morelos abandonaron sus filas y se presentaron en el campamento realista, informando a Calleja del miserable estado que guardaban los sitiados.  Morelos declinó acogerse al indulto que le ofrecía el Virrey, mientras Hermenegildo Galeana, a las dos de la madrugada, rompía el sitio por el lado norte en el cauce del río para proteger la huida del comandante Morelos, quien por fin salió, pero a costa de dejar más de ochocientos muertos de sus soldados que lo protegieron.
El primero en entrar fue el coronel Etchegaray quien envió al Comandante Calleja del Rey un parte con la descripción más cruda de lo que vio. “El pueblo presentaba la vista más horrorosa con cientos de muertos tirados en la calles y los quejidos de los enfermos y heridos salían de las casas abiertas, la peste había hecho presa de todos que estaban vivos….”
El general Calleja ordenó al cura de Yautepec José Mariano Rus Calado para que organizara el abastecimiento de víveres y agua para los sobrevivientes, mientras el sargento Juan Gamboa hacía que los indios rebeldes prisioneros cavaran las tumbas y enterraran a los muertos….
Etchegaray escribió a Calleja: “Aquellas mismas gentes que solo esperaban ser pasadas a cuchillo por el ejército realista vencedor, según se lo anunciaron los cabecillas del ejército de Morelos, al observar que poníamos en sus manos el alimento que tanto necesitaban…….levantaban las manos para dar gracias a Dios, y ver su gusto y alegría, arrancó de nuestros ojos el llanto que tanto satisface a las almas que nunca se olvidan de sus semejantes, a quienes, por un precepto de su Fe deben amar como así mismos”
El sitio de Cuautla ha sido cantado por los liberales oficiales como un hecho glorioso para el cura José Ma. Morelos, más, siguiendo los lineamientos de sus asesores nunca se mostró clemente y patriota con los mexicanos, él fue la causa de tanto sufrimiento y mortandad de personas inocentes y engañadas.
Tercera campaña de Morelos:
Después de la pérdida de Cuautla, Morelos se estacionó en Oaxaca no sin antes vencer  y fusilar a los jefes españoles Régules, Bonavía y Aristi. Desde ahí, dirigió varias operaciones comendadas por Matamoros y los hermanos  Bravo.
Su siguiente objetivo sería apoderarse del puerto de Acapulco. Salió de Oaxaca el 7 de febrero y después de varias acciones de pillaje y destrucción por el camino, llegó al Puerto el 6 de abril con muy pocas armas y unos 1500 revolucionarios. Tomó los cerros circundantes, bombardeando por seis días la población, cuyas principales familias se refugiaron en el fuerte de San Diego. Morelos mandó tomar la isla Roqueta, rodear el Castillo y tomarlo el 20 de agosto asesinando a los refugiados con el comandante Pedro Vélez. (5)
Estando Morelos en Acapulco llegó uno de los buques de la flota que venía desde Manila, capital de las Islas Filipinas ni tardo ni perezoso se hizo con su cargamento, e interrumpiendo con esto, el tráfico de más de doscientos años de relación comerciales entre Nueva España y Asia.
Después de la toma de Acapulco, José Ma. Morelos se presentó en Chilpancingo para el establecimiento y la jura del primer Congreso revolucionario que llamó: “El Supremo Congreso de la América Septentrional Mexicana”, otros nombres: “Congreso Nacional Constituyente”, “Congreso de Anáhuac”, etc. todo fue aprobado, aunque se opuso Ignacio López Rayón. Fue formado en el Palacio de Chilpancingo a seis de noviembre de 1813. El presidente naturalmente era Morelos, el Vicepresidente Andrés Quintana Roo, Los diputados: Rayón, Herrera, Bustamante, Verduzco, Liceaga y  Ortiz de Zárate.
Su proclama: “El pueblo declara su Independencia de cualquiera otra nación”. Una enorme falsedad porque toda esa farsa era obra del Pbro. Don José María Morelos  y Pavón, con sus diputados nombrados por él mismo.
El historiador don Antonio Gibaja escribe muy acertadamente que:
“La Revolución no era una guerra justa, sino una rebelión al orden establecido, y en cuanto al  caso de la Independencia, no fue hecha por la sociedad mexicana, fueron algunos mexicanos afiliados a un partido cosmopolita, como lo es el Partido Liberal; la tal guerra fue una rebelión contra la autoridad….. o el Congreso contra la autoridad de las leyes de la guerra o de la ordenanza militar” (5A)
 Este Congreso dio a su creador el título de: “Alteza Serenísima”, esta era la segunda Alteza pues Hidalgo, en Guadalajara, había sido el primero en recibir este título, México habría de padecer a una tercera Alteza Serenísima por muchos años; Antonio López de Santana.
Morelos tuvo un rasgo de humildad, declinando el título  de Alteza y cambiándolo por el de “Siervo de la Nación”, que algunos presidentes de México del siglo XX adoptaron también por “humildad”…..
 
Cuarta campaña:
Ante tan exitosas campañas, Morelos se dirigió nada menos que a su ciudad natal Valladolid para uncir, ésta, a los revolucionarios. Creyendo que con los seis mil seguidores podría tomarla. Llevaba tres divisiones al mando de Mariano Matamoros, Nicolás Bravo y  Hermenegildo Galeana, junto con las partidas de Muñiz, Arias, Ortiz, Vargas y el Padre Navarrete.
La ciudad estaba al mando del mayor general José Calderón y entre los jefes oficiales se encontraba el coronel Agustín Iturbide; entre todos había menos de dos mil efectivos. Morelos dirigió al comandante Landázuri una carta escrita por su secretario Rosains llena de soberbia y fanfarronería que comenzaba así:
“Aquellas armas a cuyo estruendo se rinden las ciudades y abaten las fortalezas……… No quedará cabeza sobre los hombros, las calles y las plazas serán regadas con negra sangre de cuantos temerarios se opongan a su impulso. Esta hermosa ciudad será teatro del horror…………  Dios guarde V. muchos años. Campo de Valladolid, diciembre 23 de 1813 a la una del día. José Ma. Morelos, Señor comandante de las armas de Valladolid.”
Al día siguiente 24 de diciembre de 1813, Morelos ordenó el ataque a la ciudad, pero Galeana y Bravo fracasaron replegándose al campamento. Ya en horas de la noche Iturbide al mando de 190 hombres de a caballo con infantes a la drupa atacó el campamento. La oscuridad y la confusión hicieron que las tropas revolucionarios se atacaran entre sí. Los sobrevivientes desobedecieron a sus jefes y huyeron. Morelos reunió algunas tropas y se refugió en la hacienda de Santa Lucía, dejando el mando a Matamoros. El 5 de enero de 1814 los insurgentes fueron nuevamente derrotados y Matamoros aprehendido. (6)
La estrella del “Servidor de la Nación” comenzaba a declinar con la derrota que sufrieron sus tropas y el ajusticiamiento de Mariano Matamoros, brazo derecho de Morelos, éste, huyó a Acapulco por la sierra, pero fue seguido por el comandante Gabriel de Armijo a tan corta distancia, que si no hubiera sido por la muerte heroica de Ramírez, uno de los coroneles del Cura Morelos, ahí hubiera caído preso. Dejando en la Hacienda de las Animas donde se habían ocultado, todo su equipaje, documentos y sellos de su Congreso itinerante y hasta un retrato al óleo de Morelos con banda de generalísimo, que fueron remitidos a España bajo inventario.
Entre el botín que traían los revolucionarios estaba el pectoral del Obispo de Puebla,  vasos de oro y plata del tesoro de la catedral poblana. Muchas alhajas y monedas de oro por un total de 12 481 pesos y 14 reales todo inventariado, después por el virrey Calleja, y repartido entre los oficiales según el reglamento. (7) 
Ya en Acapulco,  que seguía bajo el poder de los revolucionarios, estaban presos dentro del Castillo de San Diego 200 españoles que se habían refugiado ante el acoso de los revolucionarios, Morelos propuso el canje de ellos por Matamoros al Virrey quien no recibió su propuesta a tiempo, sin embargo los 200 españoles fueron degollados  un mes después de muerto Matamoros. (8)
Estando Morelos en el puerto de Acapulco supo que el coronel realista José Gabriel de Armijo con más tropas iba ganado las poblaciones una a una con la firme determinación de reconquistar el puerto. La toma de Chilpancingo, anterior sede del Congreso Americano, por las tropas de Armijo, determinó a Morelos salir por el sur para internarse en la sierra dominada por Vicente Guerreo. Pero antes de salir mandó quemar todas las casas de puerto utilizando paquetes de cacao traído desde Guayaquil, sacados de los enormes almacenes de la familia De Icaza.
 Orden al coronel insurgente Montes de Oca:
“Despache dos que ballan á atisar solo las casas de Acapulco, pero que no se entretengan en pepenar nada, sino que atisen bien, que no quede nada que no quemen, pues que todo ade quedar redusido a cenizas. Que los que ballan sean de empeño. Pie de la Cuesta Abril 9 1814”. - Morelos – Sr. Teniente coronel Don Isidoro Montes de Oca. (9)
Cuando el cura Morelos escribía por sí solo, sin ayuda de sus asesores, revelaba su ignorancia del idioma castellano y su pobre educación, a pesar de los años de Seminario.
Las órdenes del impío Cura Morelos no se concretaron a quemar, sino a asesinar sin misericordia a los ricos del puerto y a los oficiales realistas prisioneros. Cuando el coronel Armijo recorrió la costa encontró en el sitio de la Quebrada los cadáveres todavía sangrando de 21 prisioneros de los batallones de Asturias y Fernando VII, y 34 más en una barranca inmediata.
Entre los manglares de Coyuca encontró a varios religiosos y familias que ahí se habían refugiado para salvar sus vidas, entre ellos el Padre Francisco Patiño. (10)
Morelos siguió su huida hacia Zacatula continuando sus asesinatos con una saña increíble en alguien que era cura, sobre todo con sus hermanos en Cristo, matando por medio de uno de los Galeana, a todo aquel que no quisiera abrazar la Revolución. 
Muerte de Hermenegildo Galeana:
Sin embargo hay que hacer notar, que cuando los realistas iban persiguiendo a Morelos, en uno de los pueblos de la costa se acercaron al coronel Armijo; Fermín y Juana Galeana hermanos de Hermenegildo para donar setecientos pesos  y  Fray José Terán mil pesos a la causa realista.
Armijo siguió a Galeana por la Costa Grande, pero se retiró a Tixtla para reorganizar sus fuerzas, dejando al capitán Avilés para seguir a Galeana que se escabullía, pero cuando lo perseguía el capitán Juan de Olivar muy de cerca, éste vio como Hermenegildo se golpeaba la cabeza con la rama de un árbol, cayendo a tierra, Galeana logró subirse de nueva cuenta a su caballo para seguir la huida, entonces el soldado de escuadrón Joaquín de León le dio un tiro matándolo. Los realistas entraron triunfantes a Coyuca con la cabeza de  Hermenegildo Galeana, donde el comandante Avilés mandó colgarla de arco del atrio de la iglesia con un letrero que decía “Esta es la cabeza de un valiente”, quien traía tras de sí, cientos de asesinatos a mansalva. Era el 27 de junio de 1814. Cuando el cura Morelos se enteró, dicen que levantó las manos diciendo: “Acabaron mis dos brazos ahora ya no soy nada”  Lucas Alamán tomo IV, capítulo II.
Poco antes de la muerte de Hermenegildo Galeana, le había llegado la noticia  a Ignacio López Rayón, de que el 19 de junio, en Nautla, había desembarcado un tal Mr. Humbert, enviado del gobierno de los Estados Unidos a los revolucionarios, con un importante refuerzo de armas y los “importantísimos pliegos de confederación con unas provincias que son la envidia de las naciones”· “nuestros generosos vecinos del Norte, altamente convencidos de la justicia de nuestra lucha… no quieren paz con la Europa hasta alcanzar la independencia de nuestro dilatado continente…” (6B)
Así celebraba López Rayón en una carta dirigida a Rosains, su “Capitán general de los Ejércitos Nacionales y Ministro de las Cuatro Causas”
Después se comprobó que solamente había sido un intento de algunos yanquis para enterarse directamente de la situación. Entonces Rayón por medio de su segundo Rosains ordenó que el llamado mariscal Juan Anaya fuera a los Estados Unidos a entrevistarse con el presidente Madison para pedirle ayuda, así como lo habían hecho Pascasio  Ortiz de Letona y Bernardo Gutiérrez de Lara enviados por Hidalgo con el mismo fin. (6C)
 Anaya en compañía del Padre Pedroza llegó a Nueva Orleans para organizar una expedición de aventureros yanquis, Con esto se demuestra que cada jefe revolucionario pretendía establecer relaciones con el Presidente de los Estados Unidos, porque había, sin duda algún motivo para esa fraternidad.
Sin embargo esta falta de patriotismo de los revolucionarios los ha llevado a una falsa creencia; ellos creían, como muchos aún lo siguen creyendo actualmente, “que el gobierno de los Estados Unidos hace compromisos directos con los revolucionarios. Esto es un error, porque no conocen el juego que sigue aquel gobierno. Al contrario, los llama bárbaros, ladrones y bandidos. Esto es a la faz del mundo, y ocultamente por medio de las sociedades secretas”.  Antonio Gibaja, “Revoluciones Sociales de México”
Mientras tanto, Morelos se había hecho fuerte en una región michoacana elevada, de buen clima alejada de los batallones realistas. Lugar ya conocido por él, donde existían minas abandonadas, socavones usados como cárceles  para los eclesiásticos españoles o que habían resistido a la Revolución. El capellán de Morelos, Padre José Morales encontró a tres sacerdotes en tales condiciones, que quedó horrorizado. Eran los infelices,  el Padre agustino Ramírez capellán de Acapulco, el Padre Alegre y el Padre franciscano Gotor. Esto se supo por relación del P. Morales en la causa a Morelos. (6D)
Durante los primeros seis meses de 1814 las tropas del virrey Calleja, había recuperado toda la Costa del Sur con su centro el importante puerto de Acapulco. Los insurgentes perdieron lo que habían ganado en los primeros años de las campañas del Cura Morelos, mientras éste, quedo escondido en las montañas, el turno a ser perseguido era Ignacio López Rayón presidente de la Junta Revolucionaria, quien estaba en Tehuacán. Ante el acoso de los realistas, Rayón subió hacia Zacatlán donde se estableció una pequeña corte alrededor de su persona.
En septiembre de 1814 las tropas realistas desde varios puntos habían rodeado a Zacatlán y casi prenden a Rayón durante la noche del 24, pero un tiempo húmedo con densa niebla impidió el asedio del pueblo. Al medio día el coronel realista Llorente atacó la casa de Rayón, aunque este se escapó abandonando todos sus documentos y haberes. El historiador don Lucas Alamán relata en el cap. V del tomo IV de su obra, que esos papeles de Rayón y remitidos a la secretaría del Virreinato le fueron de mucha utilidad para escribir su historia de la Revolución. Con Rayón se fugaron Carlos Bustamante y su esposa. Quedaron prisioneros, el Presbítero diputado Crespo y Francisco Antonio Peredo que había ido en calidad de enviado a los Estados Unidos, a más de otros muchos oficiales. La pérdida de los revolucionarios quedó en 200 muertos y 50 prisioneros.
Rayón y Bustamante se separaron para que éste se embarcara en Nautla rumbo a los Estados Unidos, con  un tejo de oro de 14 marcos y dinero en monedas. Bustamante y su esposa en compañía del Padre Alarcón y algunos criados de éste cayeron en manos de insurgentes quienes le quitaron el tejo y el oro, a poco llegaron los del Dr. Couto quien a su vez se quedó con el tejo y el dinero. (Lucas Alamán, Tomo IV, cap. V)
Mientras tanto el Cura Morelos se reunió con varios jefes del Congreso en la villa de Uruapan donde los diputados le dieron el mando militar y la misión de llevarlo hasta Tehuacán.  Don Lucas Alamán apunta en su libro VII capítulo I, “La salida se efectuó el 29 de septiembre de 1814, los individuos del Congreso recibieron 600 pesos cada uno para los gastos del viaje, los equipajes de tantas personas, los archivos y papeles de las oficinas, los víveres y municiones formaban un convoy considerable. Todos en la marcha estaban sujetos a la disciplina militar, los diputados recibían igual ración que los soldados; caminaban en formación rigurosa, desde las siete de la mañana hasta la tarde, que acampaban al raso”
Para capturar a Morelos y su Congreso, el virrey Calleja nombró al coronel Manuel de la Concha y todas las divisiones del centro del país se fueron concentrando en forma de pinza sobre los insurgentes. Mientras el Cura dispuso que los integrantes de Congreso se adelantasen, él quedaría protegiendo la retaguardia, pero, Morelos y sus revolucionarios ya no tenían salida, todo se reducía al ataque de los realistas y a defenderse los rebeldes.
Los realistas al mando del coronel de la Concha dieron alcance a las tropas de Morelos  atacándolas por tres frentes. La desbandada de éstos fue general y el teniente Matías Carranco dio alcance al Generalísimo; cuando se vieron frente a frente, éste reconoció a su antiguo subalterno diciéndole: “Sr. Carranco, parece que nos conocemos”. Era el 5 de noviembre de 1815.
En el alcance se hicieron muchos prisioneros entre ellos el capellán del Congreso, Padre José Ma. Morales, sin embargo los diputados y demás integrantes pudieron alejarse, porque nadie los siguió.
El botín que llevaba Morelos se partió conforme al reglamento militar, solo se separaron cinco barras de plata para el gobierno virreinal. El Cura Morelos y el capellán quedaron bajo la custodia del capellán realista  Padre Salazar.
Prisión, Proceso y Muerte del Cura José Ma. Morelos y Pavón
Desde su captura el 5 de noviembre hasta su proceso en la ciudad de México pasaron diez y seis días. El coronel de la Concha y su tropa, captor de Morelos llegaron con los prisioneros a San Agustín de las Cuevas distante 4 leguas de la Capital del Reino, el 21 de noviembre. El virrey Calleja no quiso presentar al preso en público, por lo que dictaminó que lo llevaran durante la noche a las cárceles secretas de la Inquisición, lo que así se hizo. Y que se procediera a su causa inmediatamente, informando a Morelos que nombrase al defensor que quisiese; quedando terminada la confesión de cargos esa misma tarde.
El Cura Morelos, lejos de atribuir a otros la parte que había tenido en la Revolución, descargando sobre ellos lo más odioso de sus actos, como lo habían hecho Hidalgo y Allende, contestó con dignidad y firmeza a todos los cargos que se le hicieron, que fueron 23.
El principal cargo que le hizo el jurado fue de traición, faltando a la fidelidad al Rey, promoviendo la Independencia y haciendo que esta  se declarase por un Congreso reunido en Chilpancingo.
Respondió: “Que no habiendo Rey en España cuando se decidió por la independencia de estas provincias trabajando cuanto pudo por establecerla, no había contra quien se pudiese cometer ese delito, y que hallándose después, comprometido con la Revolución, concurrió con su voto a la declaración que se hizo en el Congreso de que nunca debía reconocerse al Sr. Don Fernando VII, ya porque no era de esperar que volviese, o porque si volvía había de ser contaminado.”
“Pero que antes de votarlo, consultó con las personas más instruidas de ese partido y por varias razones le dijeron que era justo, la una, porque era culpa de S.M. haberse puesto en manos de Napoleón y entregándole la España como un rebaño de ovejas, y que aunque tuvo conocimiento de su regreso de Francia, nunca le dio crédito o juzgó que habría vuelto napoleónico”
El último de los cargos que le hicieron fue por los cientos de asesinatos que se habían cometido en su campaña, destrucción de fortunas, ruina de familias y desolación del país, dijo:
“Que estos eran los efectos necesarios a todas las revoluciones, pero que cuando entró en ella no pensó que se causasen, y que desengañado de que no era posible conseguir la independencia, así por la diversidad de dictámenes que no permitía tomar providencias acertadas, así como la falta de recursos y de tino; había pensado pasarse a la Nueva Orleans, a Caracas, o presentarse a la antigua España, para presentarse ante el Rey a pedirle perdón……¨
Terminado el proceso civil, vino a continuación el proceso eclesiástico, del que presentaré algunas preguntas siguiendo  la Historia de México de don Lucas Alamán:
Una interesante pregunta, ¿si en el tiempo que había permanecido en la Revolución había celebrado Misa?, contestó:
“Que se había abstenido de hacerlo, considerándose  irregular, desde que en el territorio a su mando comenzó a haber derramamiento de sangre”
Otras peguntas:
¿Si había recibido la Sagrada Comunión estando excomulgado?
“Que consideraba inválidas las excomuniones.”
¿Si había rezado el Oficio Divino?
“Que en el calabozo no había suficiente luz para hacerlo.”
¿Si su conducta había sido relajada?
“Que si su conducta había sido relajada, que  había procurado, por lo menos, que no fuese escandalosa, y que los hijos que tenía,  no se sabía en el público que lo fuesen”.  Sin embargo, era público y sabido entre los que le seguían, que Juan Nepomuceno Almonte era su hijo, el mismo que lo acompañó en la toma de Cuautla y el que mandó a Nueva Orleans para educarse.
En fin que el Tribunal falló con lo pedido por el fiscal:
“El presbítero D. José María Morelos es hereje formal negativo, fautor de herejes, perseguidor y perturbador de la jerarquía eclesiástica, profanador de los santos sacramentos, traidor a Dios, al Rey y al Papa. Irregular para siempre, depuesto de todo oficio y beneficio.”
Fue condenado a asistir a su Auto en traje de penitente, con sotanilla corta y vela verde, a hacer confesión general y los Ejercicios de San Ignacio. Y para el caso inesperado y remotísimo de que se le perdonara la vida; a una reclusión para todo el resto de ella en África.
Don Lucas Alamán relata detalladamente esta ceremonia de degradación de un sacerdote como antes, las habían tenido Hidalgo y Matamoros:
“Luego de que se terminó la lectura de la Causa, inquisidor decano hizo que el reo abjurase sus errores e hiciese la protesta de Fe, procediendo a la Reconciliación con todo el ceremonial de la Iglesia, recibiendo  de rodillas los azotes con varas. En seguida continuó la Misa rezada con asistencia del mismo reo”.
“Acabada esta, se siguió con la ceremonia de Degradación que estuvo a cargo del obispo de Oaxaca revestido de pontifical. En la sala del Tribunal se apretaban más de trescientas personas principales de la Capital. Morelos con los ojos bajos, aspecto decoroso y paso mesurado, se dirigió al altar: allí, después de leída la sentencia de la junta conciliar, se le revistió de todos los ornamentos de sacerdote y puesto de rodillas delante de Obispo, ejecutó este, la degradación por todos los órdenes según el ceremonial de la Iglesia. Todos los presentes estaban conmovidos, solamente Morelos no se inmutó.” 
Terminada la ceremonia se entregó al reo al brazo secular, entonces el coronel Manuel de la Concha se hizo cargo de Morelos conduciéndolo a la cárcel de la Ciudadela. Donde el coronel de la Concha, el 21 de diciembre intimó la sentencia al reo quien de rodillas según el uso de los Tribunales la escuchó.
El coronel le hizo saber que en un lapso de tres días sería ejecutada la sentencia, fueron llamados el cura Guerra y otros sacerdotes para prepararlo a bien morir. El día 22 a las seis de la mañana de la Concha lo hizo subir a un coche con el Padre Salazar y un oficial; Concha y su división llevaron al reo hasta el santuario de Guadalupe. Morelos iba rezando diversas oraciones entre ellas el Misesere y De profundis aunque confiaba en la misericordia de Dios que sus pecados habían sido perdonados. En Guadalupe tomó un pequeño desayuno continuando hasta el llamado Palacio de San Cristóbal Ecatepec, ocupado por un destacamento militar.
Se reconcilió con la Iglesia por medio del Padre Salazar y él mismo se vendó los ojos, los soldados le indicaron donde se debía poner de rodillas, el Padre Salazar le dijo: haga cuenta de que aquí murió Nuestro Salvador; se dio la voz de fuego, y  el hombre más controvertido que había producido la Revolución en Nueva España, cayó atravesado por la espalda con cuatro balas, pero moviéndose todavía y quejándose lo remataron de otras cuatro. El Padre Salazar hizo vestir el cadáver y mandarlo enterrar a las cuatro de la tarde del 22 de diciembre de 1815 en la Parroquia del pueblo de Ecatepec, vivió exactamente 50 años. Sus restos se perdieron y nadie los ha encontrado hasta hoy.
 Morelos, había nacido el 30 de septiembre de 1765 como: José María Teclo Morelos y Pabon. Está a discusión de si el impío cura tuvo tres o cuatro hijos, pero es seguro que el Mariscal del Impero de Maximiliano, Don Juan Nepomuceno Almonte, hijo de Brígida Almonte era uno de ellos. 
 REFLEXIONES
Para que el  lector tenga una base a su propia investigación.
El movimiento revolucionario que  intentó destruir el antiguo orden monárquico, aristocrático y católico del Virreinato de Nueva España, para sustituirlo por el sistema republicano,  plebeyo, librepensador y masónico, propio de los Estados Unidos de Norteamérica, estaba dirigido por el recién fundado Partido Liberal Mexicano, que a su vez seguía las órdenes de la Gran Logia establecida desde 1802 en la ciudad de Charleston, Carolina del Sur, Estados unidos de América. Los jefes de la Masonería buscaban individuos ya corrompidos o proclives a ser corrompidos dentro del clero bajo de Nueva España, porque decían: “Estos arrastran al pueblo y nos sirven para la causa que necesitamos”, entre los más idóneos encontraron al cura José Ma. Morelos. Como habían encontrado al cura Miguel Hidalgo, al cura Mariano Matamoros, al cura Manuel Iturriaga, al cura José Ma. Cos,  y tantos otros que participaron en la Revolución.
La Causa que la Masonería de principios del siglo XIX necesitaba, era la entrega del Imperio Español a los Estados Unidos, a través de Inglaterra y la Francia napoleónica.  Para sentar las bases de una potencia mundial que destruiría el Orden Católico.
Ninguno de los principales jefes revolucionarios que hemos mencionado pudo ver consumada la independencia por la que luchaban, a pesar de la ayuda intelectual y logística proporcionada por la República Yanqui. Estos fracasos retrasaron los planes de la política angloamericana para apoderarse de la Nueva España, por lo que en 1816 comenzaron a preparar en Londres, Inglaterra, una expedición de aventureros para apoderarse por la fuerza del Virreinato.
Después del ajusticiamiento del cura Morelos, vendría la fugaz  revolución de Francisco Javier Mina preparada desde 1816 en los Estados Unidos. Mina, con su tropa de extranjeros entró al país el 15 de abril de 1817 pero el 27 de octubre de ese año  Mina cayó ajusticiado.
Entre ese año y la actuación de Agustín de Iturbide vendrían unos años de relativa paz para los habitantes de la Nueva España. Solamente habían quedado algunos grupos guerrilleros en las montañas del sur del país, el grupo más notorio fue el de Vicente Guerrero. Pues la mayoría de los revolucionarios se habían indultado.
Los habitantes de la Nueva España y de todos los territorios del Imperio Español, acendrados católicos, no se doblegaban ante la Revolución armada; entonces él ataque de la Masonería Internacional sería por vía de las Leyes.
Los liberales de la propia España levantaron de nueva cuenta en 1820, la Constitución masónica de 1812, conocida como la Constitución de Cádiz, que el rey Fernando VII había desconocido en 1814. Volvieron a la carga y obligaron al Rey a firmarla para que fuera proclamada en todo el Imperio. Esto provocó la deseada efervescencia social: la Jerarquía de la Iglesia y el pueblo católico no la querían porque destruía la estructura de la Iglesia y la Fe del pueblo católico; las autoridades, por obediencia debían proclamarla.  En México, la capital del Virreinato, el virrey  Juan Ruiz de Apodaca quien gobernaba desde el 20 de septiembre de 1816, tuvo que jurar la Constitución masónica para evitar los tumultos semejantes a los de Madrid en España. Con esto, las clases elevadas de Nueva España idearon un Plan para separar el Virreinato, del Imperio Español, pero manteniendo la figura del Rey como autoridad política.
Es entonces, cuando se forman las Juntas de la Profesa y entra a la palestra Agustín de Iturbide, LA CONSUMACIÓN DE LA INDEPENDENCIA DE MÉXICO con su Plan de las Tres Garantías, la unión de todos los habitantes de la Nueva España en un Imperio Católico Mexicano, independiente de cualquier otra nación. Lo cual se realizó entre el 19 de mayo de 1822 al 19 de marzo de 1823. Pero una nación vecina, independiente y fuerte no convenía  a los intereses imperialistas de los Estados Unidos. Éstos maquinaron para que en 1823 cayera en único gobierno mexicano realmente independiente, utilizando para ello, al Partido Liberal Mexicano aliado suyo hasta hoy en día, año 2013. 
LUIS  OZDEN
Diciembre de 2013.
NOTAS Y BIBLIOGRAFÍA:
(1)     “Enciclopedia de México”, S.E.P. 1988, Ficha Morelos.
(2)     Ibid, Obra mencionada.
(3)     Historia de la Iglesia en México”, Padre Mariano Cuevas S.J
(4)     “Historia de México”. Lucas Alamán Escalada.
(5)      “Revoluciones Sociales de México” Antonio Gibaja, Tomo II cap, 9, Ed Tradición 1973.
(6)     “Enciclopedia de México” S.E.P. 1988 Ficha Morelos, pag. 5625. (6A) “Revoluciones Sociales de México”, Tomo II, cap. IX,  Antonio Gibaja y Patrón, Ed. Tradición 1973. (6C)  Ver letras O y G. “Enciclopedia de México”, Secretaría de Educación Pública, México, 1988.  
(7)     “Historia de México” Tomo IV, cap. I, Lucas Alamán Escalada, Ed. Fasc., Instituto Helénico.
(8)     “Revoluciones Sociales de México”, Tomo II, cap. IX, Antonio Gibaja, Obra citada.
(9)     El cura Mariano Matamoros fue conducido a Valladolid y procesado. Después que  Morelos había huido hasta Acapulco donde tenía 203 prisioneros españoles. Morelos propuso al virrey Calleja el canje de ellos por Matamoros. Pero el virrey recibió la propuesta cuando ya había sido fusilado el cura Matamoros. A saber esto, el cura Morelos mandó degollar a los 203 españoles en el fuerte de San Diego de Acapulco. “Revoluciones sociales de México”, Tomo II cap. 9, obra de don Antonio Gibaja y Patrón.  Ed. Tradición 1973.
(10) Lucas Alamán Escalada. Obra citada
(11) Lucas Alamán Escalada. Obra citada, Lucas Alamán Escalada. Obra citada.

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