miércoles, 17 de abril de 2013

LA SANGRE DE MARTIRES CRISTEROS.





LA SANGRE DE MARTIRES CRISTEROS.


SAN ANACLETO GONZÁLEZ FLORES
JEFE Y MÁRTIR DE LA GUERRA CRISTERA CONTRA LA REVOLUCIÓN, LA MASONERÍA Y EL PROTESTANTISMO.



1888-1927





LA SANGRE DE MARTIRES CRISTEROS.


Antecedentes:

Cien años antes de la Guerra Cristera, desde el año de 1824, el Partido Liberal había impuesto forzadamente al pueblo católico mexicano, la República de base protestante y masónica, al estilo de los Estados Unidos de Norteamérica, y desde entonces, este pueblo mexicano  ha sufrido una cadena de gobiernos liberales masónicos contrarios a la Religión Católica; Fe de la inmensa mayoría del pueblo del siglo XIX. Con esto, había provocado muchas guerras civiles, que destruyeron la riqueza moral y material de México e impidieron su progreso como estado civilizado.

Siendo el principal objetivo de esos gobiernos, atacar a la Iglesia fundada por Jesucristo Nuestro Señor, debilitando la religión católica, y dar entrada a las sectas protestantes yanquis, con lo cual nuestra sociedad se “asemejaría” a la república vecina del norte.

Toda esa cadena de gobiernos liberales, eran el resultado del llamado “Grito de Hidalgo” en el pueblo de Dolores, Guanajuato, el 16 de septiembre de 1810. Ese nefasto día no fue lo que se quiere festejar como inicio de la guerra de Independencia de Nueva España del Imperio Español, sino que en esa fecha se dio el GRITO DE LA REVOLUCIÓN anticatólica que, con la carga impía de sus antecesoras: la Revolución angloamericana de 1776 y la Revolución francesa de 1789, comenzó la destrucción del Orden Español Monárquico, aristocrático y católico, que España había construido  por 300 años, desde el 13 de agosto de 1521 fecha de la conquista de Hernán Cortés. Cuando las bases de la nueva nación mexicana comenzaron a construirse.

En el referido 16 de septiembre de 1810, fue impulsada la plebe para seguir a un sacerdote descarriado, apoyado por los agentes del gobierno yanqui protestante y masónico, estacionados en la ciudad de Nueva Orleans, quienes prometían la libertad, la igualdad y la fraternidad, en la misma forma que los revolucionarios franceses lo habían prometido a la plebe de Francia.
La independencia de la Nueva España se consumó el 27 de septiembre de 1821 por don Agustín Iturbide a quien el ejército, y luego el Congreso, ofrecieron la corona del Imperio Mexicano, como se llamaría el nuevo país que sería católico en todo.
Esto no gustó al gobierno masón de los Estados Unidos, quien maquinó sus resortes entre las logias mexicanas, compuestas por los individuos más ambiciosos e inmorales, adictos a su política de colonizar los países americanos que se iban separando del antiguo Imperio Español. 
El Imperio Mexicano solamente vivió diez meses del 19 de mayo de 1822 al 19 de marzo de 1823, cuando Iturbide tuvo que abdicar, ser expulsado del país, perseguido y finalmente asesinado el 19 de julio de 1824 por los liberales y masones mexicanos al servicio de las logias yanquis.  El 4 de octubre de 1824 fue jurada la Constitución de los Estados Unidos Mexicanos inspirada en la de los Estados Unidos de América. Convirtiendo con ello a nuestro país en República Liberal, apoyada por gobiernos extranjeros, y   con un gobierno masónico sobre un pueblo 99% católico.

De 1824 a 1846 la República Mexicana fue destrozada por innumerables asonadas, revueltas y peleas de partidos, que propiciaron la pérdida de Texas  y la invasión, que en realidad fue, salvo los pocos grupos patriotas que no estaban comprometidos con las logias masónicas, una simulación de guerra contra los Estados Unidos quienes tomaron posesión de la capital mexicana el 15 de septiembre de 1847, colocando su bandera de las barras y las estrellas sobre el Palacio Nacional hasta que se firmó un ignominioso tratado al año siguiente, el 2 de febrero de 1848 en la sacristía de la Colegiata de Guadalupe. Por el  que México “vendía” a un precio irrisorio más de dos millones y medio de kilómetros cuadrados de riquísimos territorios heredados de España en 1821.

Después de la Invasión de 1846-1848, el gobierno yanqui intentó desmantelar la Iglesia Católica, y abrir nuestro país a las sectas protestantes. La prensa de USA  desde 1845 se llenaba de recomendaciones, como por ejemplo, en "The United States Magazine" el periodista John O`Sullivan escribió: "Nuestro Destino Manifiesto se esparcirá sobre el continente, para el libre desarrollo de nuestros bienes...." 
 
En 1848, mientras se consumaba la guerra de rapiña con la firma del Tratado de Guadalupe-Hidalgo. Despojo rapaz por parte de los yanquis y felonía por parte de los mexicanos firmantes. En Washington,  la capital de la nación triunfante, desbocados congresistas proponían tres elementos regeneradores para la nación vencida:
"Llevar maestros angloamericanos, implantar la libertad de prensa y enviar ministros del evangelio". Es decir: La cuña fatal de las sectas protestantes para descatolizar al pueblo mexicano. Gracias a Dios y a la Santísima Virgen, no pudieron aplicar, entonces, sus directivas. Pero el gobierno en turno de los Estados Unidos conseguiría la separación de la Iglesia del Estado, y el despojo de todos sus bienes, nueve años después con la desastrosa guerra civil entre el Partido Católico y el Partido Liberal masónico pro yanqui, con un presidente incondicional suyo: Benito Juárez, a quien le impusieron las Leyes de Reforma de 1857 y la consecuente Constitución masónica, siendo la primera Constitución política del mundo donde no se nombra a Dios.

Después de la Guerra Civil norteamericana; en 1866, el gobierno del Partido norteño vencedor de los sureños, pudo enviar a Juárez la ayuda necesaria en hombres y armas para vencer al Imperio de Maximiliano y sus generales católicos: Miguel Miramón y Tomás Mejía, tras la toma de Querétaro. Y fusilar a los tres, el 19 de junio de 1867; terminando con ello, cualquier intento del pueblo mexicano católico de contar con un gobierno acorde a sus creencias religiosas.
A continuación, Benito Juárez y su gobierno masónico aplicaron la más sangrienta dictadura al pueblo mexicano y a sus pastores. Acabando la obra de destrucción que habían iniciado diez años antes. También Juárez fue el primer presidente en regalar templos católicos a las sectas protestantes.

En 1877 ya se habían cumplido 61 años del inicio de la Revolución anticatólica en este suelo mexicano, desde el “Grito de Hidalgo”. El país en ese lapso de tiempo, había quedado moralmente abatido; destrozado en toda su estructura territorial, social, económica y religiosa. Por tanto, el pueblo mexicano en su conjunto vio como algo necesario al gobierno del general Porfirio Díaz,  gobierno fuerte, aunque moderadamente liberal. En sus 20 años como jefe político y militar, mantuvo el equilibrio de la enorme influencia yanqui con los tratados comerciales y amistosos de las potencias europeas. Ganando la paz social para México, así como el  prestigio internacional necesario para su estabilidad económica y social, nunca antes adquiridos. Pero el 20 de noviembre de 1910, se aplicó a México, la siguiente fase de la Revolución Internacional para destruir esa riqueza que el pueblo católico mexicano había construido con enormes sacrificios.

En la fecha referida estalló el detonante de esa segunda parte de la Revolución internacional, es decir; la anarquía previa al Nuevo Orden Mundial: el Socialismo, proyectado en los centros gubernamentales y financieros de los Estados Unidos, para aplicarlo en México de forma experimental, aún antes de que se aplicara en Rusia.

Cualquier revolución, para que triunfe, debe destruir previamente, el orden establecido antes. Y eso mismo se intentó a partir de noviembre de 1910, con el levantamiento de Francisco I. Madero y su “Plan de San Luis” protestando por la séptima reelección del llamado dictador Gral. Díaz quien a sus ochenta años de edad ya no tenía, efectivamente, fuerza suficiente para conducir al país.
Entre 1911 y 1920 los revolucionarios mexicanos se batieron entre sí de la forma más cruel como nunca se había visto, con armas robadas o proporcionadas por  los comerciantes yanquis,. Los conocidos cabecillas por nombrar solamente a los principales: Emiliano Zapata, Francisco Villa y Venustiano Carranza, (este último fungiendo como Presidente de la República de agosto de 1914 a mayo de 1920), causaron con sus huestes tal destrucción en todos los órdenes, que este país México,  había quedado en peor situación que la de 1874.

Sin embargo, en el lapso de  17 meses, desde febrero de 1913 hasta agosto de 1914, la Divina Providencia quiso que rigiera a México un presidente católico no comprometido con la Revolución: el Gral. Victoriano Huerta, quien con su apoyo, el pueblo católico mexicano con la Jerarquía de la Iglesia y la aprobación personal de S.S. Pío X, último Papa canonizado; pudieron consagrar el país entero a Cristo Rey y a su Sagrado Corazón en 11 de enero de 1914. Hasta 1963, solamente cuatro naciones  se habían consagrado a Cristo Rey: Ecuador, Argentina, México y España.

Acorde con lo anterior; creemos que la Consagración de México a Cristo Rey consiguió de Nuestro Señor Jesucristo, con la sangre de los mártires Cristeros, la Gracia de la defensa del pueblo católico mexicano contra el poder de las tinieblas, representado perfectamente, por los siguientes presidentes masones sostenidos por los gobiernos yanquis: Álvaro Obregón y Elías Calles entre 1920 y 1928.  

Para 1920 la anarquía había destruido toda la riqueza material que el pueblo había acumulado, y no solamente eso, sino lo más importante; la disminución dramática de sus habitantes.
En 1910 el censo de población  asentó: 15 160 369 habitantes y el ceso de 1921 asentó: 14  334 780, con lo que podemos ver claramente la disminución de 825 589 habitantes entre los dos censos, que con los nacimientos habidos en 11 años compensando los faltantes; pudieron haber costado a México, más de dos millones de personas entre muertos y emigrados. En el decenio de los años veinte se escenificaron cuatro guerras intestinas en las que participaron unos 36 generales revolucionarios emanados de las ínfimas capas del pueblo. Estas guerras volvieron a destruir la riqueza acumulada con el trabajo de los ciudadanos y debilitaron aún más a la nación mexicana provocando la emigración de muchos de sus habitantes a los Estados Unidos.

De diciembre de 1920 a noviembre de 1924 ocupó la presidencia de la República Álvaro Obregón, que de simple agricultor y maestro rural en su natal Sonora, se elevó a general de cualquier precio. Ya desde 1912, por su falta de moral, se había introducido al tropel revolucionario, con grande odio a la religión del pueblo mexicano. Al inicio de su gestión, Obregón concertó con los gobiernos norteamericanos, el reconocimiento de su presidencia, a cambio de que México pagara una onerosa deuda a los inversionistas de ese país afectados por todos los años de revoluciones mexicanas, a más de concertar algunos tratados “secretos” con los Estados Unidos en detrimento de la soberanía del pueblo mexicano.

Pero al final de su gestión vendría lo peor; el sistema liberal masónico eligió para presidente del país a Plutarco Elías Calles de infeliz memoria, este, había sido secretario de gobernación y paisano del anterior; Calles, después de haber realizado un extenso viaje, como presidente electo (no por el pueblo mexicano), por varios países europeos y por los Estados Unidos, tomó el mando el 1º de diciembre de 1924.
En los primeros meses de su gobierno  atacó a la Iglesia Católica Apostólica y Romana, estimulando la creación de una sedicente Iglesia Católica Mexicana para provocar un cisma, además de apoyar a los obreros socialistas para utilizarlos como fuerzas de choque en el plan programado durante su viaje internacional.
Con renovado impulso a la constitución de 1917, volvió a aplicar, a la Iglesia Católica, los artículos 3, 5, 24, 29 y 130, ya de antemano condenados por la jerarquía católica que se había protegido, creando organizaciones para defenderse de las leyes liberales masónicas.

Como la Jerarquía de la Iglesia se opusiera firmemente a la provocación, el democrático presidente Elías Calles promulgó su famosa “Ley Calles” que obligaba a todos los ciudadanos católicos a obedecer sin chistar la Constitución anticatólica de 1917.
En enero de 1926, el arzobispo de México José Mora y del Río expidió una carta pastoral contra la “Ley Calles”, el gobierno callista contraatacó; la guerra entre un gobierno espurio y su pueblo católico se había declarado.

Entre los años 1926 y 1929, la tierra mexicana fue escenario de múltiples actos heroicos que los católicos de verdadera cepa escenificaron defendiendo nuestra Fe. Resultado de la resistencia de todo el pueblo católico a los ataques satánicos de la Revolución Mundial, que al final del presente texto mostraremos algunos ejemplos de heroísmo que han quedado en la memoria del pueblo.

Después de 1928, se aplicó a nuestro país por la cúpula judeo masónica mundial; la  “Revolución institucionalizada” que, sin dejar de ser sangrienta, atacó al pueblo católico y a la Iglesia, hipócritamente, para comenzar a despojar “pacíficamente” al pueblo mexicano  de su religión, antes de introducir el sistema comunista.

La persecución anticatólica continuó en la siguiente década; de 1930 a 1940, se sucedieron otros tres gobiernos masónicos revolucionarios, los dos primeros manejados por el nefasto Plutarco Elías Calles,  durante los cuales se cometieron crímenes sin cuenta, silenciados por la prensa abyecta sometida al “Jefe Máximo”,  siendo los crímenes más notorios, los cometidos bajo el tercer gobierno patrocinado por él, pero de hecho rebelde a su antecesor: el de Lázaro Cárdenas, comunista convencido y protector de células marxistas de profesores adoctrinados para llevar al campo la “educación socialista”, y en las ciudades, la corrupción  administrativa a los sindicatos obreros manejados por líderes comunistas.

 En 1934 se declaró oficialmente la educación socialista en las escuelas del país, se crearon las brigadas “camisas rojas” asesinando a los católicos e incendiando iglesias. El presidente Cárdenas decretó que: “los colegios particulares que no impartieran la enseñanza socialista serían clausurados.
El arzobispo de México, Monseñor Martínez, declaró que la persecución cardenista era peor que la de 1926, por lo que fue secuestrado por la policía por desacato al “democrático gobierno”. El gobierno confiscó templos, colegios, orfanatorios, conventos, asilos y casas pertenecientes a la Iglesia Católica. Ante las protestas del pueblo católico se contestó a balazos asesinando a muchos indefensos ciudadanos. Cárdenas declaró que “el sector revolucionario ha sabido imponerse  acallando la falaz acometida de los enemigos del pueblo” (masónico). Los obispos y sacerdotes que mostraban su inconformidad y defendían a los fieles fueron expulsados del país. En consecuencia, la prensa de los Estados Unidos y por consiguiente la mexicana no informaban de todos estos crímenes porque el presidente Roosevelt era amigo de la URSS.

El 19 de marzo de 1937 el Papa Pío XI emitió su Encíclica “Divini Redemptoris” de la cual vamos a entresacar algunos párrafos:
“…..el comunismo tiende a derrumbar el orden social y a socavar los fundamentos mismos de la civilización cristiana……….mediante una propaganda verdaderamente diabólica cual el mundo jamás ha conocido; propaganda dirigida desde un solo centro y adaptada hábilmente a las condiciones de los diversos pueblos; propaganda que dispone de grandes medios económicos, de gigantescas organizaciones, de congresos internacionales, de innumerables fuerzas bien adiestradas…. Una tercera y poderosa ayuda de la difusión del comunismo es la conspiración del silencio, ejercida por una gran parte de la prensa mundial no católica. Decimos conspiración, porque no se puede explicar de otro modo el que una prensa tan ávida de poner de relieve hasta los más menudos incidentes cotidianos, haya podido pasar en silencio, durante tanto tiempo los horrores cometidos en Rusia, en México y también en España…..… Este silencio está apoyado por varias fuerzas ocultas (la Masonería) que desde hace mucho tiempo tratan de destruir el orden cristiano….. Procurad venerables hermanos, que los fieles no se dejen engañar. El comunismo es intrínsecamente perverso y no se puede admitir que colaboren con él en ningún terreno los que quieren salvar la civilización cristiana”

La mano de Dios evitó que en México se hubiera instalado el comunismo, como era el programa de los judíos yanquis; porque se declaró la llamada Segunda Guerra Mundial.
Pero los sucesivos gobiernos mexicanos, hasta el tercer milenio, han continuado la trayectoria masónica de sus antepasados gobiernos liberales desde 1824. Sin cambiar ni un ápice las leyes y constituciones anticristianas, que como una espada, pende aún, sobre las cabezas de los verdaderos católicos.

  Todos los mexicanos católicos, que han derramado su sangre por Nuestro Señor Jesucristo, su Santa Iglesia y Doctrina desde 1810, cuando la Revolución dio el “Grito de Dolores”, hasta la imposición del socialismo cardenista de 1935 merecen que las generaciones del tercer milenio no los olviden.

 A lo largo de 125 años fueron víctimas de estas revoluciones masónicas, cientos de miles, los que generosamente dieron sus vidas por el reinado de Jesucristo Nuestro Señor en nuestra patria; regando con su sangre mártir la nación consagrada a Santa María de Guadalupe en el Tepeyac el 12 de diciembre de 1747, y a Cristo Rey el 11 de enero de 1914.

Ellos murieron cantando:

¡VIVA CRISTO!, ¡REY DE LA PATRIA MEXICANA!

Sobre la gesta heroica de los mártires cristeros se han escrito muchos tratados, libros y folletos, su bibliografía es, gracias a Dios, extensa y veraz. No es mi propósito, en este pequeño texto, aunque lo merece, repetir lo que otros, con mayor talento han escrito. Solamente pretendo recordar a los estimados lectores, nuestro deber de cristianos católicos de estudiar, comentar y no olvidar a quienes ofrendaron heroicamente sus vidas a Nuestro Señor Jesucristo para que venga a reinar en nuestros corazones y sobre todos los pueblos de buena voluntad:
Luis Ozden.

Colección de actos heroicos

Algunos ejemplos:

En la Guerra Cristera se dieron muchísimas muertes de mexicanos que amaban a su Patria, pero sobre todo amaban a la Santísima Trinidad y a la Virgen María Madre de Jesús. Muchos de esos mexicanos pertenecieron a la Asociación Católica de la Juventud Mexicana (A.C.J.M.)

La osadía del Gobierno callista (liberal masónico revolucionario) no perdonaba a nadie y por medio del Ejército mataron a muchas personas sin importar la clase social, rango religioso, edad o estado de salud, incluso hubo muchas muertes de niños.


A un chiquillo de 13 años, preso por cristero, le proponen alistarse en el Ejército, a cambio de la vida: "Primero muerto. Odio al gobierno perseguidor. Es mi enemigo. ¡Fusílenme! "Se llamaba José Sánchez del Río y era de Sahuayo, Michoacán. Por sus calles atravesó, a las once de la noche, vitoreando a Cristo Rey. La fosa estaba ya cavada. Deja un recado a su madre:"Que nos vemos en el cielo. ¡Viva Cristo Rey!" y fue muerto de un tiro en la cabeza.

 Es también en la ciudad de Puebla de los Ángeles, dónde la Guerra Cristera causa estragos. Uno de los primeros mártires, el anciano comerciante poblano José García Farfán. En el aparador de su tienda había letreros subversivos para el gobierno masónico de presidente Calles:

"Sólo Dios no muere ni morirá jamás. Cristo vive, Cristo reina, Cristo impera ¡Viva Cristo Rey!".

El no arrancarlos fue su crimen. Al fusilarlo, el jefe del pelotón lo provocó: "¡A ver cómo mueren los católicos!" "Así", repuso el viejo, apretó un crucifijo contra el pecho y gritó: "¡Viva Cristo Rey!".

 El párroco de Chalchihuites, Zacatecas., don Luis Batis, aprehendido con sus muchachos de la A.C.J.M., intercede por ellos: "Yo le doy mi vida. Disponga de ella; pero no les haga nada a estos jóvenes. Mire: este Manuel Morales es casado, tiene su esposa y sus tres hijos pequeñitos. Estos dos jóvenes son el sostén de sus familias. Tienen sus madres ancianas que no cuentan con más apoyo que ellos". Tercia Manuel Morales: "Mire, señor Cura, con gusto doy mi vida y se la entrego a Dios. El cuidará de mi esposa y de mis hijos. Que se haga la voluntad santísima de Dios". Los otros se llamaban David Roldán y Salvador Lara. Todos fueron fusilados gritando: ¡VIVA CRISTO REY!

En varias regiones de México del siglo XXI aún están:
“Sus hijos, nietos y bisnietos viven los mismos ideales que aquéllos héroes y viven alternando con los de sus  enemigos, se esfuerzan por no revolverse, ya que deben crecer juntos con las ramas degeneradas de la estirpe humana, como el trigo con la cizaña hasta la Parusía”.

LUIS OZDEN
Mayo de 2011.
Bibliografía:

“La cuestión religiosa en Jalisco”, Anacleto González Flores, Jalisco, 2001.
“Origen de las Constituciones Mexicanas”, Apuntes propios; Luis G.P. de León
“América Peligra”, Salvador Borrego Escalante, México, 1969.
Enciclopedia de México,  SEP: 1987, tomos IV y VI, X y XI.
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