Palacio de Cortés en Cuernavaca, siglo XVI
LA FE DE HERNÁN CORTÉS
LA CRUZ Y LA ESPADA
Hernán Cortés desembarcó en la isleta de San Juan de Ulúa, el jueves
Santo 21 de' abril de 1519, al frente de casi 600 hombres de guerra; habían
pasado solamente 27 años desde la toma de Granada por los Reyes Católicos y 26
años y medio desde el descubrimiento del continente americano por Cristóbal
Colón. Por lo tanto, Cortés y sus seguidores continuaban el impulso natural de
la España de entonces, primera potencia europea, que junto a Portugal, abrían las
rutas marinas al comercio y a la Fe cristiana.
Frente al pequeño grupo de exploradores se dibujaba la línea costera
de un mundo desconocido.
Solamente, dos breves exploraciones anteriores habían tocado ese
litoral; la de Hernández de Córdoba en 1517 y la de Juan de Grijalva en 1518.
México, nuestro país no existía todavía, el pueblo mexicano estaba aún
por nacer y el territorio que Cortés contemplaba era ocupado por muy diversas
tribus paganas que hablaban más de 50 lenguas y dialectos diferentes, guerreando
continuamente unos contra otros. De entre ellos el más fuerte era la tribu
colhúa, casta guerrera seguidora de una religión cruelísima con la cual
esclavizaba a muchos pueblos oscureciendo su espíritu.
Cada comunidad sometida debía
entregar, entre otros, un tributo de jóvenes y doncellas para el sacrificio a
sus dioses. Y los caciques temblaban con solo escuchar el nombre del gran
"tlatoani" (el que habla más fuerte, el mandamás) Moctezuma.
Para entender la FE de Hernán Cortés y de sus compañeros hay tomar en
cuenta los antecedentes históricos que
habían formado su carácter. En los españoles de los siglos XV Y XVI palpitaba
la sangre de más de 30 generaciones de luchadores contra el musulmán, infiel
invasor de Iberia por casi 800 años. Todos esos siglos de guerra templaron el
valor y la FE de los cristianos, cualidades que no tenían los otros pueblos
europeos.
Por lo tanto, para los hijos de la casta hidalga, empuñar la espada o
la lanza, era la única manera de ganarse el pan y hacer morada. El hidalgo, no
podía ejecutar otro trabajo, deshonra era, hacerlo por otros medios que no
fuesen arriesgar con valor la propia vida, hacer fortuna, mantener su linaje o
crear otro con las armas en la mano; todo esto, era lo correcto y digno para
los jóvenes cristianos. El ancestral llamado de la cruzada medieval estaba en
el alma de los conquistadores del nuevo mundo. La Cruz y la Espada eran los signos de la FE. Salvar las almas de los paganos del Nuevo Mundo, aún contra la
voluntad de estos, y extender el reinado de Jesucristo, eran los principales
motivos de la Conquista; el llamado venía de Dios, los medios, de esos jóvenes,
muchos de los cuales morirían en la aventura.
Hernán Cortés era el prototipo de esa casta de guerreros natos, para
quienes la vida no tenía otro sentido que empuñar la espada, montar a caballo y
arriesgar su vida con valor. Ganar la fortuna del infiel y del pagano a cambio
de llevar la luz de la verdadera FE, protegiendo a los religiosos en su labor
evangelizadora.
A los 19 años de edad el joven hidalgo Hernán, se precipitó en el
tumultuoso torrente humano que buscaba fortuna y honra o tal vez la muerte.
Como tantos otros cruzó el océano tormentoso, obedeciendo al llamado divino que
marcó en Descubrimiento y la Conquista del Nuevo Mundo. SERVIR A DIOS Y AL REY
era el lema.
Los hidalgos y la gente llana que se embarcaban en Sevilla para las
nuevas tierras descubiertas; debían registrarse en La Casa de Contratación de
Sevilla, estupendo filtro, que no permitía el ingreso de forajidos, perseguidos
por la Justicia, dudosos cristianos, mujeres de mala vida y de polizontes:
quienes no podían pagar su pasaje.
Con los cientos de miles de documentos del Archivo sevillano se
derriba la Leyenda Negra confeccionada por los enemigos de España con la que
afirman maliciosamente, que los conquistadores del continente eran “bandas de maleantes”. La Corona
española controló mucho mejor que las otras monarquías, a sus emigrantes
durante los 330 años que dominó en toda la Tierra Firme americana.
Mientras que la Corona inglesa, por ejemplo: desde principios del
siglo XVII, vació las cárceles y calles de sus ciudades, de toda laya de
indeseables, embarcando a cientos de miles para poblar las costas de
Norteamérica. Propiciando, con esto, la extinción de los indios y la trata de
esclavos negros arrancados del África.
En la mente de los conquistadores españoles, los seres humanos se
dividían en tres clases: cristianos,
infieles y paganos; convertir a los paganos a la FE de Jesucristo, comunicarles
la luz de Su Revelación y someterlos al Rey Emperador de las Españas era un
deber primordial.
Al Rey se le debía lealtad por ser ministro de Dios en la Tierra para
defender a los cristianos de sus enemigos jurados y visibles; mientras que al
Papa se le obedecía por ser el representante de Cristo para velar por la salud
espiritual de los fieles y defenderlos de los enemigos de la FE: los judaizantes, los infieles y los herejes.
Hernán Cortés era hombre de FE probada; el soldado cronista Bernal
Díaz del Castillo escribe en su "Historia Verdadera": "Cortés
era muy religioso, rezaba todas las mañanas en su libro de oraciones y oía la
Santa Misa con devoción".
Antes de entrar en batalla con los nativos les hacía leer por medio de
sus intérpretes, el Requerimiento legal; si aceptaban ser amigos se les daba la
paz, en caso contrario, se les hacía la guerra.
Para entender a los conquistadores y, con ellos, a su más insigne
representante hay que ser consciente de esta circunstancia: Toda la actuación
de Cortés como conquistador, gobernante, político, poblador y constructor de la
nueva nación mexicana, estaba impregnada del ideal medieval que creó la
civilización cristiana; del amor que sentía por la tierra de su conquista, de
la que hoy formamos parte y de su fidelidad al Rey.
HERNÁN CORTÉS ESTABA CONVENCIDO DE LA SANTIDAD
DE SU EMPRESA.
En noviembre de 1547 en Castilleja de la Cuesta, poco antes de
fallecer, pide en la primera cláusula de su testamento que sus restos sean
trasladados la villa de Coyoacán. Actualmente, éstos se encuentran en la
iglesia anexa al Hospital de Jesús, por él fundado, en el centro de la ciudad
de México.
Los hombres y mujeres del siglo XXI, sobre todo los que pontifican de
historiadores oficiales, no ven o no quieren ver los antecedentes del
nacimiento de la nación mexicana.
Influenciados, como están, por los anti valores del cristianismo, como
son: el ateísmo, el liberalismo, el neo
indigenismo marxista, la indiferencia religiosa y el hedonismo; permeados
por las corrientes destructoras de la mente y del espíritu; del mundialismo
apabullante y su secuencia sensiblera,
romántica, debilitadora de la educación y del carácter heredados de nuestros
ancestros españoles.
A los intelectuales que desprecian la verdad histórica, qué la han
sustituido por otra falsa, fantasiosa y subjetiva, hago un llamado urgente:
recobremos el conocimiento y la difusión de nuestro pasado mediterráneo. Los
hispanoamericanos somos el resultado de la Conquista española de Hernán Cortés
y sus aliados..
REFLEXIÓN
Desde el punto de vista de la Religión del pueblo mexicano; podríamos
afirmar que el Acta de Nacimiento de lo que sería México, comenzó cuando Cortés
derribó los ídolos del templo mayor culhúa al inicio de la Conquista, el 13 de agosto de 1521.
Su FE de Bautismo se
escribió el 12 de diciembre de 1531
cuando la Virgen Santísima se apareció al
neófito Juan Diego en el cerro del Tepeyac, y que su Confirmación sería el 27
de septiembre de 1821, cuando don Agustín de Iturbide entró en la ciudad de
México al frente del Ejército Trigarante para consumar su independencia
política.
LUIS OZDEN
Diciembre
de 2015.
FUENTE
DE INFORMACIÓN: Archivo de la Academia
de Hernán Cortés, San Ángel. Ciudad de México.
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