LA
VACUNA PEREGRINA
DESDE
CÁDIZ AL MUNDO HISPÁNICO
ESTATUA ECUESTRE DE CARLOS IV
PLAZA MANUEL TOLSÁ
CIUDAD DE MÉJICO
1796-1804
En los primeros años
del siglo XIX la ciencia médica había hecho grandes progresos, por medio de la investigación
de laboratorio. Ya desde 1796 un modesto
investigador inglés, Edward Jenner, experimentaba la prevención de la viruela, que hasta esos años
era casi siempre mortal. Por medio de la linfa de enfermos inoculada en la
linfa de terneras o vacas, buscaba prevenir la enfermedad en seres humanos. En ese
año de 1796 logró inyectar en un niño la enfermedad que se desarrolló en fiebre
muy leve dejando anticuerpos capaces de resistir la viruela sin sus efectos
mortales y sin afectar a la piel. En 1798 publicó el nuevo procedimiento
preventivo.
Pero 20 años antes de
lo arriba relatado, se había desatado una mortal epidemia de viruela en la
Nueva España, ya desde el año de 1778 hasta 1779, la enfermedad se propagó por
todo el Reino cobrando miles de víctimas mortales.
Los hospitales de la
Nueva España no bastaban para atender a los enfermos. Entre los médicos que los
atendían se encontraba, en el Hospital Real del Amor de Dios, el doctor
Francisco Javier Balmis, cirujano graduado en 1772, en Valencia (1)
(1) El médico Francisco
Javier Balmis, nació en Alicante en 1753, fue cirujano de la Armada Española
que el rey Carlos III envió contra los piratas de Argel. En 1778 residía en la
Nueva España, siendo nombrado jefe de varios hospitales entre ellos el de san
Andrés. Por su profesión conoció la medicina indígena para curar muchas
enfermedades entre ellas la sífilis, enfermedad originaria de los indios de las
islas Antillas; que Balmis pudo curar con el jugo de ciertas cactáceas y de la
planta begonia.
Sus tratamientos con esas
plantas fueron eficaces, lo que le hizo volver a España en 1792 llevando un
cargamento de esos productos, para exhibirlos en la Corte. En Madrid no tuvo la
acogida que esperaba. Se nombró una comisión de médicos para estudiar los
remedios del doctor Balmis, el dictamen fue desfavorable e incluso ofensivo. El
doctor Piñera, médico del hospital de San Juan de Dios escribió un libro
atacándole. Balmis contestó con otro libro titulado; “Demostraciones de las eficaces virtudes en las raíces de las plantas de
Nueva España” (Madrid 1794) De la controversia solamente ha quedado el
nombre que le dio a la planta Begonia, la Junta de médicos de Nueva España de “Begonia Balmisiana” y el conocimiento
que tuvo en 1798 del libro del doctor Jenner que tradujo al castellano, y que
fue determinante para la propuesta que hizo al rey don Carlos IV, siendo
aprobada por el monarca, la expedición médica para aplicarla en todo el Imperio
Español.
La terrible impresión
que el doctor Balmis había tenido de la epidemia de viruela en Nueva España, lo
indujo a proponer al rey Carlos IV, organizar una expedición que llevara la
Vacuna contra la viruela a todo el Imperio Español, es decir; darle la vuelta
al mundo, lo que nunca se había pensado.
El rey Carlos IV concedió
al doctor Francisco Javier Balmis, el título de médico de Cámara y lo comisionó
para ser jefe de la expedición salvadora. Traía como ayudante principal a una
dama, doña Isabel de Cendala y Gómez que
se encargó de que los niños huérfanos utilizados durante las travesías de un
país a otro, sufrieran las menores incomodidades posibles. En el año de 1803 se
organizó el inesperado y heroico viaje
sanitario que salió del puerto de Cádiz haciendo su primera escala en las Islas
Canarias.
El procedimiento era
éste:
Se embarcaron en uno de
los navíos de la Real Flota a 12 niños huérfanos de Cádiz. A dos de los cuales,
se les inoculó el pus en una pequeña herida en el brazo izquierdo. Tras una
semana de cultivo les prendió la vacuna,
entonces el nuevo pus se les inoculó a otros dos niños, y tras otra semana de
cultivo la vacuna se les pasó a otros dos y así hasta llegar a las Islas
Canarias; ahí se dejó a los niños de la Península y los remudaron por otros 30 niños canarios,
calculando las semanas que estarían en el Océano,
Al llegar a la Isla de la
Española, bajaron a los niños canarios y los sustituyeron por niños de Santo
Domingo. A unos, los dirigieron
a Cartagena de Indias y a otros a la Habana; de Cuba un pequeño número de niños
cubanos fueron llevados hasta Veracruz, en la Nueva España, donde los dejaron,
remudando su carga infantil y repartiéndolos en las ciudades intermedias entre
el puerto y la ciudad de México.
En la capital del
Virreinato gobernaba el virrey don José de Iturrigaray (2), quien se encontraba
entre las discusiones y polémicas con los centros médicos, particularmente los
grupos de protomédicos. El Protomedicato y demás doctores afirmaban con
abundantes y excelentes razones que el principio de la vacuna era malo y
perjudicial. Daban al Virrey los ejemplos de los anteriores intentos de haber
traído la vacuna con pus encerrado entre cristales, sin ningún beneficio y
hasta mortal. Pero nadie había reparado en el nuevo método de traer el pus en
seres vivientes para pasarlo de unos a otros.
Nadie se atrevía a
dejarse inocular el virus, por lo que el doctor Francisco Javier Balmis, en
entrevista privada con el Virrey convino con él, una atrevida estratagema:
El virrey don José de
Iturrigaray mandó publicar un bando en toda la ciudad de Méjico, capital de la
Nueva España, para que la población se enterara de la importancia de la vacuna.
Citó en el Hospicio de
la ciudad, al Real Tribunal del Protomedicato, al Claustro Universitario, a los
maestros de todos los colegios, a los Tribunales, a los señores de la Real
Audiencia, a los señores del Cabildo, Justicia y Regimiento de la Nobilísima
Ciudad, a los Prelados de las Órdenes religiosas y a toda la Nobleza. En un
largo y numeroso cortejo de lujosos carruajes que seguían a la carroza donde
iba el virrey de Nueva España, don José, la virreina doña Inés de Jáuregui con sus hijos, y tras ellos, los dignatarios de Palacio en sus caballos.
El pueblo asombrado, se agolpaba
dando paso al vistoso desfile que se dirigió hasta el Hospicio. Todos bajaron de sus coches y se acomodaron según su rango, llenando la
Sala Principal del edificio.
La familia virreinal
ocupó el centro de la atención y el profesor doctor don Juan Arboleya inoculó
el pus, ante al asombro general, al pequeño Francisco hijo menor de los
virreyes. La gran mayoría de los presentes pensaba que el pequeño moriría al
poco tiempo. Don José de Iturrigaray y doña Inés estaban convencidos de la
efectividad de la vacuna y de que no había peligro para su hijo. Lo que así
sucedió a la semana siguiente cuando le prendió la vacuna.
Entonces, la mayor
parte de la población pidió ser vacunada, y así se detuvo la mortal epidemia.
De todas las provincias llegaron médicos que solicitaban el pus salvador de la
viruela.
El doctor Balmis y sus ayudantes aún tenían la comisión real de
preparar los niños novohispanos para el
largo viaje hasta las Islas Filipinas. La responsabilidad de este recorrido la
compartiría doña Isabel Cendala y Gómez
a quien acompañaba uno de sus propios hijos.
(2) Don José de
Iturrigaray fue protagonista el 15 de septiembre de 1808 del primer intento de
separar la Nueva España de Imperio Español, aprovechando la prisión del Rey a
manos de Napoleón Bonaparte.
La expedición sanitaria
española, efectivamente llegó a la ciudad de Manila; desde ahí se llevaron las
vacunas aún hasta la China, el sudeste asiático y algunos puntos de África,
para terminar de nuevo en las Islas Canarias. Toda una proeza que guió la mano
de Dios, y de la que el Imperio Español pudo sentirse orgulloso, pues con ello,
España fue la primera potencia en impulsar, alrededor del mundo, los beneficios de la
Medicina.
LA
ESTATUA ECUESTRE DEL REY CARLOS IV
En la ciudad de Méjico
existe aún una prueba artística del hecho que acabamos de relatar.
El 9 de diciembre de
1796 se había presentado sobre un zócalo en la Plaza Mayor de la ciudad; la
primera prueba de la estatua, fabricada en madera dorada; mandada hacer por el
virrey Miguel de la Grúa, Marqués de Branciforte quien, con eso, agradecía al
rey Carlos IV su nombramiento de virrey
y celebraría con ello, la paz firmada con Francia y la alianza de las dos
potencias en contra de Inglaterra, que en esa fecha, se preparaba para quedarse
con la península de Yucatán. Don Miguel de la Grúa terminó su gestión como
virrey el 31 de mayo de 1798, sin ver terminada la estatua.
La obra de la estatua a
Calos IV, había sido encomendada al
insigne artista valenciano Manuel Tolsá (3) quien tardó ocho años en su
fabricación a causa de varios percances; el mayor de todos fue en 1799 por
haber sido apresada la Fragata “Asturiana” por los piratas ingleses que se
apropiaron de la Calamina, material necesario para la fundición de la obra
artística.
(3) Manuel Tolsá. Nació
en la villa de Enguera de la provincia de Valencia en 1757. Se educó en la
Academia de San Carlos de la ciudad de Valencia donde inició su carrera de
Artes y Arquitectura. Terminó sus estudios en la Academia de San Fernando de
Madrid donde llegó a ser académico de mérito. En 1790, trabajando como profesor
recibió del rey Carlos IV, el nombramiento de director de escultura de la
recién creada “Academia de las Tres
Nobles Artes de San Carlos en la ciudad de México”, a donde llegó en 1791,
trayendo numerosos libros, instrumentos de trabajo y las copias en yeso de las
figuras originales de la Academia de Madrid.
En la Nueva España se
desenvolvió especialmente como arquitecto y fundidor de imágenes en bronce como
la estatua ecuestre de Carlos IV, y el busto de Hernán Cortés puesto en el
monumento funerario del Conquistador. También fundó una fábrica de coches y de
cañones, fabricó muebles y creó un estilo en la decoración que se llamó
“neoclásico-moderno”. Sus obras arquitectónicas fueron espléndidas e
importantes, como: La fachada de la Catedral Metropolitana y los remates de sus
torres y cúpula. El suntuoso Palacio de Minería de la Capital, los planos del
Hospicio Cabañas de Guadalajara, los palacios de las familias nobles de Nueva
España y muchas obras menores en Puebla de los Ángeles, Valladolid, hoy
Morelia, Querétaro, Durango y San Miguel el Grande. Manuel Tolsá casó con doña
Luisa Sanz y Téllez Girón, dama de noble alcurnia de la Nueva España, y murió
en la ciudad de México menos de un año antes de cumplir los sesenta años de
edad, en 1816.
Pero la primera
fundición se retardó hasta finales de 1802. Tuvieron que pasar otros dos años
para que la obra estuviera prácticamente terminada. Esta obra de arte en bronce
representa al Rey Carlos IV como si fuera un César romano. Y es de tal
perfección que está catalogada como la
tercera estatua ecuestre en bronce mejor
lograda del mundo. Después de la de Cosme Médicis y la que representa en
San Petesburgo a Pedro el Grande “Zar de todas las Rusias”. (4)
(4) Esta obra de arte
patrimonio de la Humanidad, fue tratada de destruir con ácidos en el año 2013
por los grupos de salvajes indigenistas fomentados y sostenidos por la
corriente política que priva en Méjico desde el siglo XIX contra toda nuestra
herencia española. Siendo la meta mayor de su insensato proyecto; destruir la
Catedral Metropolitana para sustituirla por un templo a Huichilobos.
Actualmente 2015, la estatua, está cubierta por un tablado y aún no se sabe si
será restaurada.
En el año de 1804, fue
recibida en la ciudad de Méjico, la expedición médica con la vacuna contra la
viruela a cargo del doctor Balmis, mientras el escultor don Manuel Tolsá estaba por terminar la que sería, tercera
estatua ecuestre mejor lograda en el mundo, después de la dedicada a Cosme
Médicis y la esculpida al Zar Pedro el Grande en Rusia. El Maestro Tolsá aprovechó la ocasión para completar su obra en
homenaje al Rey, añadiendo a la mano
derecha un rollo que representa el Decreto real para llevar esa vacuna al
mundo.
Detalle
posterior de la estatua del rey Carlos IV
Llevando
en su mano derecha el Decreto de la propagación mundial de la Vacuna contra la
viruela en poco menos de dos años, 1803-1805
Octubre de 2015
FUENTE
DE INFORMACIÓN
*“Historia,
tradiciones y leyendas de calles de México”,
Artemio de
Valle-Arizpe, Edit. Diana, S.A. México, octubre 1978.
*TOLSÁ, Hombre
de la Ilustración”, Eloísa Uribe, Museo Nacional de Arte, 1990.
*”Gran
Enciclopedia Ilustrada, Círculo”, Plaza y Janés Editores, 1984
.
*”Diccionario
Porrúa”, Historia, Biografía y Geografía de México, Ed. Porrúa 1986.
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